Texto por A. Hernández

Fotos por Beneharo Mesa

La Toscana es una de las regiones más bellas que puedes contemplar si estás de visita por la península itálica. Más allá de la catedral de Santa María del Fiore y el Palazzo Vecchio, por mencionar solo algunos puntos emblemáticos de la concurrida ciudad de Florencia –igualmente recomendable–, hay una multitud de lugares capaces de transportar al viajero varios siglos atrás, a la edad medieval, cuando las fortalezas amuralladas, más que algo para el deleite visual, eran una baza para la batalla. En este pequeño itinerario te descubrimos dos buenas muestras de ello: Monteriggioni y San Gimignano, ambos a unos sesenta kilómetros de Florencia.

Para este itinerario de aproximadamente una hora en coche, es recomendable tomar carreteras secundarias y autovías en lugar de autopistas, no solo porque nos evitaremos pagar peajes por llegar a nuestro destino en tiempo y recorrido similar, sino porque también dichas carreteras nos permitirán contemplar mejor los paisajes de la Toscana. Aquí los protagonistas son los viñedos, cuya extensión pareciera infinita –prácticamente abarcan hasta donde llega la vista–, junto con casitas de una sola planta que van apareciendo a lo largo del camino. Será también habitual, incluso por la carretera más apartada y menos transitable, encontrar muchos carteles de enoturismo que invitan a aquellos amantes del vino a acercarse a probar las variedades vinícolas de la región.

Monteriggioni

De unos 8000 habitantes y una pequeña superficie que no supera los cien kilómetros cuadrados, Monteriggioni es una ciudad medieval amurallada que yace sobre una colina, con unas casas y fortificaciones que apenas han sufrido cambios a pesar de que fue un territorio muy estratégico y con importancia bélica en los intentos de Florencia por expandirse. Esto convierte a Monteriggioni en un ejemplo de conservación del patrimonio medieval que atrae a todo el mundo a visitarla.

Para acceder al interior, tras estacionar en el parking privado del lugar, basta con cruzar el portón principal y llegar a la Piazza Roma, donde destaca su iglesia, cuyo interior se puede visitar de manera gratuita. También resalta un antiguo pozo en el centro de la plaza, y los locales gastronómicos de la zona se integran a su alrededor. En ese sentido, entre la variada oferta para deleitar las papilas gustativas, las carnes y las pastas son los platos por excelencia que recomiendan a los visitantes.

A partir de aquí el recorrido puede limitarse a conocer la ciudad de forma libre y sin rumbo aparente, pues Monteriggioni es un lugar para perderse en el buen sentido de la palabra; de hecho, desde cualquier punto se puede apreciar la mencionada Piazza Roma, por lo que es muy fácil ubicarse, ya que los dos portones para entrar y salir se conectan de un extremo a otro prácticamente en la misma dirección, atravesando el centro neurálgico de Monteriggioni.

Además de transportar al visitante al pasado mientras se recorren sus callejuelas, también se puede visitar un pequeño museo que narra la historia de este municipio, así como las murallas, que ofrecen una vista panorámica de poblado.

San Gimignano

Como hicieron los peregrinos católicos antaño cuando emprendían su viaje a Roma, a través de la vía Francígena, proseguimos este itinerario con otro enclave emblemático de la Toscana: San Gimignano. Una ciudad también amurallada que desde la distancia ya se distingue del resto de localizaciones por el tamaño de sus torres. No en balde, en el pasado llegó a contar en su interior con hasta 72 torres, de las que aún conserva quince, algunas de las cuales son visitables para maravillarse con sus vistas.

Las torres y edificaciones construidas en piedra son las que llaman la atención nada más acceder por la Porta San Giovanni, desde donde discurren grandes calles con casas y tiendas a los lados, algunas incluso con varias plantas en el subsuelo y por las que es recomendable hacer una visita aunque no vayamos a comprar, para observar las famosas obras de cerámica.

En San Gimignano se encuentra la que dicen que es una de las mejores heladerías del mundo: la Gelateria Dondoli. Ubicada en la Piazza Della Cisterna, este establecimiento cuenta en su haber con multitud de galardones por sus ricos helados y es sin lugar a dudas una de las cosas que hay que probar si se está de visita.

Aunque se trata de una ciudad con gran afluencia turística, algo apreciable tanto por sus calles como en sus cuatro plazas, basta con desviarse ligeramente de las zonas principales para encontrarnos solos recorriendo sus callejuelas, con un silencio y una tranquilidad que de primeras parecería difícil de obtener. Asimismo, si nos desviamos lo suficiente, podemos visitar pequeños miradores gratuitos en algunas murallas, desde las que San Gimignano y sus torres se ven de otra manera.