Por Fran Pulgar
Fotografías por Rocío Eslava
Entre altas montañas y verdes bosques existe un lugar cargado de historia, donde confrontaron dos civilizaciones; donde nació un reino que escondía el mineral que alimentó la Revolución industrial. Donde se mezclan el mito y la historia; la tradición y la modernidad. Punto de partida de la reconquista cristiana, enclave minero y, ahora, destino turístico de ensueño. Bienvenidos a Covadonga.
Allá por el año 718, refugiado en una pequeña gruta en la montaña, un reducto de cristianos resistía junto con Pelayo, rey de los astures, al arrollador avance de las tropas musulmanas. Desde su llegada a la península por el Estrecho, las tropas árabes y bereberes habían avanzado incontenibles. Donde actualmente encontramos el santuario de Covadonga tuvo lugar la batalla que daría lugar, tras más de 700 años de lucha (y también convivencia) entre musulmanes y cristianos, a lo que hoy conocemos como España.
Covadonga, situada en el concejo de Cangas de Onís, es uno de esos lugares repletos de historia, y de mitos y es, por supuesto, un imponente entorno natural. Cuando observamos el santuario es difícil recrear en nuestra mente esta batalla que dio lugar al país que conocemos hoy en día.
En su momento, esta cueva, que se halla en mitad de las impresionantes montañas de Asturias, aguantaba el asedio de las tropas llegadas desde África. Hoy acoge un pequeño santuario con una serena charca a sus faldas. Dentro del santuario se encuentra una imagen de la Virgen, conocida como la Santina, que según la crónica cristiana ayudó a don Pelayo a derrotar a los musulmanes. Cuando visites la capilla, debes fijarte bien si no quieres que se te escape un detalle muy especial: la fuente de los siete caños. El caudal que emana de la pared rocosa cae sobre una fontana de piedra, fruto de leyendas y creencias populares. La tradición asegura que si bebes de los siete caños sin respirar te casarás en menos de un año. A pocos metros de esta zona, encontramos también la basílica de Santa María la Real, símbolo de Covadonga, donde podemos ver al mismísimo don Pelayo representado en una estatua.
Nuestro viaje podría terminar en este pequeño rincón cargado de historia, pero nos perderíamos, por ejemplo, sus lagos de origen glacial. Los lagos de Covadonga son una reserva natural de los Picos de Europa, a 1134 metros de altura, a la que podemos acceder a través de una carretera de montaña. Se trata de dos pequeños lagos de aguas cristalinas, Enol y Ercina, situados más allá de las nubes del cielo asturiano. En época de deshielo podemos apreciar también un tercer lago, menos conocido, pero igual de espléndido: el Bricial, que se alimenta de una bella cascada. Todo este entorno natural compone un paisaje de ensueño que nos transporta a un rincón indómito, donde la única huella de civilización la encontraremos en sus caminos, dos restaurantes y unos pequeños refugios pertenecientes a los pocos pastores que pueden alojarse en la zona.
Viendo estos paisajes es posible que nos sorprenda que este haya sido todo un enclave industrial minero; foco de riqueza, pero también de tensiones sociales. Desde finales del siglo XIX y durante el siglo XX las huelgas y los conflictos eran frecuentes en toda Asturias. Y es que las condiciones de vida de los mineros no eran nada fáciles. Restos de aquella etapa siguen presentes en las minas de la Buferra, creadas en 1887 y localizadas en la carretera de acceso a los lagos de Covadonga. Actualmente, esta explotación es una muestra de la dura forma de vida de la mina, donde el trabajo infantil o los accidentes laborales eran parte del día a día.
Hoy, por suerte, Asturias nos ofrece un entorno mucho más acogedor que la mina. Su gastronomía, su gente amable y sus paisajes nos evocan una tierra llena de historia y belleza. Covadonga es solo uno de los cientos de lugares mágicos que alberga esta región. Asturias es un lugar que no olvida ni es olvidado. ¡Ven y descúbrelo!