Por Enrique Areilza*

Ilustración por Ilustre Mario

Todas las empresas y sus directivos demandan el compromiso en sus reclutamientos de personas. Sin embargo, este es un comportamiento poco frecuente. El compromiso es la llave a miles de puestos y carreras, pero ciertamente es difícil de demostrar antes de conseguir el puesto. Se critica ampliamente a millennials y más jóvenes, por su egoísmo y ausencia de compromiso. No es cierto, o al menos no lo es del todo. Se comprometen y mucho, pero solo con aquello que les motiva.

En cualquier ámbito de la vida personal, familiar, deportiva, política, social o empresarial aspiramos a rodearnos de personas comprometidas. Comprometidos con nosotros mismos, con el partido, con la liga, con los resultados, con las elecciones, con la compañía… Todo responsable de algo quiere rodearse de un equipo de individuos en el que cada uno de ellos tenga un alto compromiso con el fin perseguido.

En el mundo de la empresa y en concreto en la selección de personas, nuestros interlocutores nos transmiten su anhelo por incorporar a personas que se comprometan. Y es que cuando nos comprometemos con alguien o con algo, damos nuestra mejor versión, lo damos todo.

Recientemente una extraordinaria empresaria nos encargaba una búsqueda profesional y nos decía: “Yo quiero gente como era yo más joven. Comprometida, que pelee por cumplir los objetivos, con muchísima energía, implicación, motivación, que lo dé todo. Pensando en que todo lo que hacía, todo ese esfuerzo redundaba en mí misma, me convertía en una gran profesional. Todo una bagaje que tendría para siempre conmigo, dentro de esa empresa o en otra después. Yo no pensaba en que el fruto de mi esfuerzo se lo llevaban otros. Claro que beneficiaba a sus socios, pero quien más se beneficiaba era yo misma”.

Siendo algo tan ligado al éxito, ¿cómo es posible que sea tan poco frecuente y por qué parece que los millennials fuesen mucho perores que sus padres? O es que, como en toda la historia reciente, la generación previa siempre piensa aquello de “yo a tu edad ya había…”.

Pero no, no es cierto, no solo no son peores, sino que son mucho mejores. Están más y mejor formados, más implicados con causas sociales, más puestos en política y sobre todo con una estructura mental más alineada a sus propias circunstancias e intereses vitales. Su aparente falta de compromiso es en realidad falta de motivación y ausencia de un buen liderazgo, que muchas veces no es achacable a ellos.

Cuando una persona está enchufada, no pierde el foco, no pierde el ánimo, no baja su esfuerzo. Pero para enchufarse es necesaria la motivación o el buen liderazgo. Si no se enchufa es que falta la ilusión por alcanzar un fin, el aliento y apoyo del líder o ambas cosas. Por eso cuando no se es capaz de ponerse en forma uno solo, se busca un entrenador personal. Por eso en lugar de haber más autodidactas, nos apuntamos a clases de canto… Yo personalmente me he apuntado a tres academias de música, de forma simultánea, buscando al mejor profesor, a aquel que me motive más, a aquel con el que más me comprometa a hacer mis ejercicios.

Si el compromiso tiene dos palancas básicas, tendrá que ser cada individuo quien se autoanalice bien para determinar qué le motiva y qué no. A partir de ahí deberá ser consecuente y no meterse donde no le llaman. Si el compromiso es tan preciado por las empresas, no es inteligente entrar en una para hacer algo que no te motiva, porque no te vas a comprometer y por tanto no subirás ni crecerás. No tendrás éxito.

De igual manera, si la otra palanca es la figura del jefe/a, no tiene sentido trabajar con alguien a quien no admiras y respetas. Aunque estés enchufado al principio pronto aparecerá la apatía, la pérdida de entusiasmo y de energía, y todo será sustituido por las ganas de que llegue la hora de salir. Un infierno. Así que conócete, busca tus motivaciones, encuentra una empresa y un jefe/a que encajen contigo y alcanza el éxito.