Por Francisco Belín. Ilustración por David Ferrer

“Gran Canaria, en el contexto gastronómico del Archipiélago, está creciendo; estuve cuatro años fuera y cuando regresé era visible ese cambio para bien”. Son sensaciones de Abraham Ortega, chef de El Santo (Las Palmas de Gran Canaria).

El chef considera que en la restauración de la Isla falta todavía “para ponernos a la par de Tenerife o Lanzarote, pero al final nos pondremos las pilas y estaremos ahí: es necesario y cuestión de estrategia y tiempo”. Ortega se define “como transgresor: no quiero agradar a todo el mundo; sé que es un poco contraproducente, porque esto es un negocio, pero hay que ser fieles a los principios personales, a un trabajo de fondo”.

“Reivindicamos nuestros productos, las joyas que también valoraron nuestros abuelos y padres; también las algas o el camarón soldado. Todo en elaboraciones sencillas, con pocos ingredientes en el plato pero con sabores muy marcados; siempre nos gusta tocar esos productos que no son tan conocidos en nuestra gastronomía”.

“Cambiamos muchas veces de carta –señala–, pero el santo y seña de nuestro establecimiento es la ensaladilla de batata de Lanzarote con cherne salado, bastante agradable e interesante por contraste de los matices dulzones; y las papas negras con mojo rojo tradicional –como hacía mi abuela toda la vida– y otra versión en forma de nieve, que es un plato bastante curioso y que el cliente no se espera”.