Por Francisco Belín

Ilustración por Ilustre Mario

De hace un ya buen tiempito para acá la restauración urbana de la capital grancanaria ha dado visos de querer desperezarse hasta llegar a nombres de la restauración urbana que son sinónimo de conceptos contemporáneos y frescos, y que suponen el aderezo que equilibra la balanza de una cocina de corte más clásico.

Cariño, esmero, “ser nosotros mismos y tal cual reflejarnos con la materia prima de cercanía, que es un elemento del todo relevante”. Pulcro espacio gastronómico en la zona de Vegueta (allí cerca el Mercado y lo más probable es que el chef se lo haya recorrido en busca de lo que más le puede deslumbrar en los puestos; a lo mejor unas caballas), Braulio Rodríguez sigue una filosofía muy clara y hombro con hombro con José Luis, maître y sumiller.

“Pretendemos conocer al público más allá de que venga aquí a comer, pagar y marcharse sin más; nos esforzamos por conocer los gustos de los comensales para sorprenderlos de una forma genuina y sincera”. “Cuando llegamos a esta plaza de Las Palmas de Gran Canaria –aclara– nos dimos cuenta de que no había nadie que trabajara la especialidad de los arroces, así que decidimos buscar la excelencia personalizando a nuestras convicciones estas elaboraciones; por ejemplo, los hacemos individualmente y no condicionamos a que sean como mínimo dos personas”.

“Me esfuerzo, como chef canario que soy, en dar una vuelta a las cartas y reafirmar en ellas el género canario… Llegar hasta el mismo del sector primario, a los ganaderos, por ejemplo, para sublimar en los fogones una vaca de Santa Brígida, un cochino de Tejeda…”. “Eso nos permite seguir la trazabilidad –detalla el jefe de cocina– para luego explicarlo mejor a los clientes, que a fin de cuentas son los que nos ponen la nota”.

“La cocina habla, pero la sala expresa lo que allí hacemos; es la cara visible, la credencial, y José Luis cumple con todos los requisitos”, apostilla.