Por David Lorenzo

A comienzos del siglo XX todavía poseer un coche era como tener un artículo de lujo. Lo más común, sobre todo en las ciudades, era que la gente se moviera empleando el transporte público. Una de las formas más cómodas de transporte eran los tranvías. Aunque no eran rápidos en ese momento era uno de los medios más baratos.

Pero a partir de 1930, sobre todo en Estados Unidos, se empezó a ver cómo los tranvías empezaban a desaparecer de las ciudades. Mucha gente entendió que se trataba de un proceso natural. Se hacía relación con que al incrementarse el número de propietarios de coches el número de usuarios de transporte público se reducía. De esa manera los tranvías debían desaparecer.

Tener un coche propio se veía como un símbolo de libertad. Ya no hacía falta esperar por los tranvías, el metro, etc. Sin embargo algo no olía del todo bien. Entre 1930 y 1950 gran parte del transporte público en Estados Unidos desapareció. Fue un proceso demasiado rápido para pensar que había sido algo “natural”.

En los años 70 se descubrió el pastel. Finalmente se hizo público qué es lo que había pasado. Durante el año 1930 empresas con interés en que la gente se comprara coches en detrimento del transporte público (especialmente de tranvías) se pusieron de acuerdo para crear una empresa. Esta se llamó National City Lines (NCL) y sobre todo se dedicó a comprar las líneas de tranvía de casi medio centenar de ciudades de Estados Unidos.

Fueron los tranvías sustituidos progresivamente por otros transportes. Se empezaron a cambiar sobre todo por autobuses (que beneficiaban a los fabricantes de coches) y se redujeron el número de líneas. Al haber menos transporte publico la gente se pensaría seriamente comprarse un coche. El negocio era redondo.

Uno de las ciudades donde desapareció casi por completo el transporte público fue en Los Angeles. Hoy en día es conocida como una ciudad adaptada a los coches pero no siempre fue así. Hasta comienzos del siglo pasado, como cualquier otra ciudad en Estados Unidos, contaba con tranvías y hasta con un metro. Pero todo esto desapareció en favor del coche individual. Se cerraron líneas de metro y de tranvía.

Las empresas más importantes que formaron parte de la empresa NCL fueron tres. General Motors, uno de los principales fabricantes de coches  incluso hoy en día. También colaboró Standard Oil (luego las empresas que surgieron de ella), que se beneficiaba vendiendo más gasolina cuantos más coches se compraran. Firestone igualmente colaboró en la creación de la empresa, sabiendo que venderían más neumáticos con otro tipo de transportes.

Que pasase esto hizo que se creara una idea conspirativa entre la población. Esto llevó en los años 70 a que el abogado Bradford Snell acusara a General Motors ante el Senado de Estados Unidos de ser culpables de la desaparición de los tranvías en el país. General Motors se defendió afirmando que se trataba de un proceso normal. La victoria del coche y autobuses frente a los tranvías.

Dijeron que no era más que una teoría conspirativa que ellos y su empresa, NCL, hubiesen acabado con los tranvías. Afirmaban que la gente prefirió con el tiempo tener su propio coche. Que les daba libertad, frente al transporte público. Además en otros países había pasado el mismo proceso: desaparición de tranvías, etc. (aunque más lentamente, todo sea dicho). Finalmente este problema con una multa de una cantidad simbólica.