Por Francisco Belín.

Ilustración por Ilustre Mario.

¡Noventa y siete puntos sobre cien! En el listado de la revista The Wine Advocate, del gurú Robert Parker, aparecía este año 2019 la máxima puntuación obtenida hasta el momento por un vino canario para el Envínate Táganan Margalagua Tinto 2017.

Esta valoración a la elaboración del enólogo tinerfeño Roberto Santana, que se otorga anualmente, indica claramente la tendencia al alza del vino canario en general y de no pocas referencias sobresalientes en particular. “Al fin y al cabo es consecuencia del trabajo que durante generaciones han venido realizando muchos de los viticultores canarios para mantener esta actividad”, subrayaba el propio Santana.

Malvasía (aromática o volcánica), listán blanco, listán negro, vijariego, baboso, albillo criollo, gual, marmajuelo, verdello… Pura fruta, cargada esta de una identidad sorprendente en boca. ¿El resultado? Aromas especiados, pimienta negra y blanca, mineralidad… Vinos gastronómicos, con personalidad, elegantes y complejos que están evolucionando a pasos agigantados y que pueden disfrutarse en afamados restaurantes de todo el mundo.

Sin ir más lejos, Josep Roca –entre los sumilleres más relevantes del panorama internacional, si no el que más– ha manifestado en numerosas ocasiones que tiene no pocas predilecciones de Canarias para El Celler de Can Roca. ¡Ahí es nada!

Más que de anécdota, cabe destacar como hito que el chef danés René Redzepi decidiera incorporar, en uno de sus momentos más sonados, un vino tinerfeño entre los seleccionados para unas jornadas culinarias que desplegó en Estados Unidos.

El gran reto de los últimos tiempos para Canarias lo constituye no solo la alquimia de ingredientes que ha revolucionado la cocina canaria hasta límites insospechados, sino la sensibilidad de reunir o reforzar registros de una receta con las características organolépticas de uno u otro vino.

 

 

Por un lado, entonces, el dato irrefutable de esos 97 puntos Parker entre otras elevadas puntuaciones y, por otro, los testimonios de numerosos técnicos de Denominaciones de Origen de las Islas (recordemos que son once en total en Canarias) que llaman la atención de un aspecto cuando menos llamativo: hace años en las grandes citas (Madrid Fusión, Salón de Gourmets, Fenavin-Ciudad Real…) “no se sabía apenas de nuestros vinos y hoy acuden no como buscando ‘tesoros escondidos’, sino directamente hacia vinificaciones muy determinadas a los gustos de cada establecimiento que apuesta por tipicidad y diferenciación”.

Una valoración muy positiva, por tanto, el hecho de que a los espacios de esas ferias se presentaran expertos interesándose por elaboraciones concretas, variedades de uvas puntuales (vijariego, listán negro, listán blanco…), algo que dice mucho acerca de un mayor conocimiento en el exterior.

Marian Fernández (DO La Orotava) se mostraba convencida, en el Salón de Gourmets de Madrid, de que “estamos haciendo las cosas bien, también en la comunicación. Más que llevarse sorpresas, muchos de esos visitantes quieren profundizar acerca de vinificaciones que ya conocían de antemano”.

Es que el vino canario no pasa desapercibido ni a propios ni a foráneos. En el sector existe fragmentación y diversidad entre unas islas y otras, también entre comarcas. Pero solo probar un blanco inédito de Fuerteventura puede reportarnos esa sonrisa, la clásica de asentir en compañía del enyesque de unas jareas frescales o, más aún: una cecina de cabra.

¡Péguese una cabrilla con el vino, cristiano! Nos sorprenderá esa invitación a la porción de gofio –y quizá poquito de azúcar– sobre la palma de la mano o en el encorvado del pulgar. Movimiento rápido y, ¡zas!, trago de vino para bajar el enyugue. Se doma bien la listán en aras de reforzar lo rico de tapeos variados o un buen conejo frito.

Pretextos vitícolas para compartir vino y sartenada de lapas, un cabrito embarrado, morena encebollada; potas, cochino negro, pata asada, jareas, papitas de color, batata, carne cabra o cabrito, polines, morena frita, queso de cabra, puchero, lentejas…

En el Archipiélago late hoy un denominador común: la ambición hacia la mejora de calidades y excelencia de unas vinificaciones con unas credenciales que únicamente puede aportar el suelo volcánico y las características climáticas (microclimas) de cada zona, en algunos casos con la influencia del Atlántico.

Para el mencionado Roberto Santana son tres los principios irrenunciables que acompañan la condición de cualquier vino: “El suelo, que proporciona la calidad; la añada, que le transmite el carácter; y la gente que trabaja la viña, que es lo que le confiere el alma. Todo eso lo tiene Canarias”.

En resumidas cuentas, a la particularidad de territorio, variedades de uvas autóctonas y el hecho de que los viñedos no sufrieran la devastación histórica de la filoxera se sumó la evolución hacia la calidad y la excelencia propiciada por un más acentuado cuidado a la agricultura y la paulatina incorporación de enólogos de nuevo cuño. Estos aplican técnicas y tecnologías del momento aunque respetando modelos de nuestros antecesores.