Por Laura Pérez Yanes.

Ilustración por Capi Cabrera.

Su nombre es sinónimo de pasión por el vino. Javier Gila nació en Las Palmas de Gran Canaria hace 55 años en el seno de una familia dedicada a la hostelería. Hoy es uno de los expertos más reconocidos en el campo de la sumillería, varias veces premiado en campeonatos de España y finalista en el campeonato mundial de sumilleres de Montreal y en el europeo de Reims. En esta entrevista reflexiona sobre el presente y el futuro del sector vinícola en Canarias.

¿Cómo definiría la figura del sumiller?

Es una figura que ya lleva en España 30 años. Es importantísima en el organigrama de la sala porque no se concibe una gastronomía sin vino. El sumiller es la persona que asesora, sirve y selecciona los vinos de un establecimiento, tanto de un hotel como de un restaurante.

¿Cree que es una profesión reconocida en España?

Estamos luchando para que desde el Ministerio de Educación se establezca que el sumiller tenga una titulación certificada y no se hagan cursos, como en muchas zonas de España, que con dos semanas ya tienes el título de sumiller. Eso es una titulación falsa. Es cierto que ya en hoteles importantes y restaurantes existe la figura del sumiller, pero todavía nos queda mucho por andar.

¿Y en Canarias?

En Canarias, y en Tenerife concretamente, ya hay hoteles y restaurantes que, gracias a los cursos que daba en su día la Cámara de Comercio de Santa Cruz y al curso de sumiller de la DOP Ycoden Daute Isora con la DOP Islas Canarias-Canary Wine, cuentan con sumilleres. En los restaurantes en los que existe esta figura hay mejores cartas, los vinos canarios están mejor posicionados y, por supuesto, se dan a conocer mejor los vinos nacionales y extranjeros.

Aparte de la formación, ¿qué cree que es necesario para que el sumiller tenga una mayor visibilidad?

Que la figura del sumiller, como la del jefe de sala y la del jefe de cocina, tenga un reconocimiento. Es curioso que el sumiller puede incluso, si falta el jefe de sala, hacer las funciones de este, porque conoce la gastronomía y la oferta de los vinos. Sin embargo, muchos jefes de sala no conocen la carta de vinos. El sumiller es una figura muy importante para dar mucha más categoría al restaurante y, por supuesto, para que haya mejor oferta de vinos.

Es un gran conocedor de los vinos de Canarias. ¿Qué destacaría de ellos?

Lo que más destaco es la diversidad y la tipicidad. Diversidad en cuanto a las variedades canarias, que son maravillosas y son variedades que en muchos lugares del mundo no existen. Eso da una tipicidad de vinos diferentes. Hay un concepto que es el terroir o terruño, que es la suma del suelo, las variedades, el clima y la manera de elaborar el vino. Todos esos parámetros crean unos vinos diferentes. ¿Y qué está pasando? Que también están llegando enólogos más jóvenes, que se está experimentando. Siempre pongo el ejemplo de Bodegas Viñátigo. Hace 20 años nadie creía en las variedades canarias y fue Viñátigo la bodega que trabajó esas variedades. Ahora, incluso, vas a Nueva York o a París y en muchos restaurantes hay vinos canarios.

¿Cómo ve, entonces, el sector vinícola en Canarias?

Lo veo esplendoroso. Los vinos canarios ya existían y eran reconocidos en el siglo XVII. En ese siglo existían en Reino Unido el oporto, el jerez y el canary, que era la famosa malvasía de Canarias. Se ha avanzado mucho, hay unas variedades que no existían en aquella época, y gracias a ese patrimonio varietal tan diverso y tan diferenciador creo que tienen un futuro grandísimo.

¿Y hacia dónde se encamina?

Hacia la elaboración de vinos para disfrutar, no para críticos. Hacer vinos que armonicen muy bien con la gastronomía canaria, porque gracias a los vinos canarios también se da a conocer la gastronomía canaria y viceversa. Muchas veces se hacen vinos para que los críticos los valoren y les den buenas puntuaciones. ¿Y qué pasa con esos vinos? Que muchas veces tienen precios altos y no llegan al consumidor de a pie, que es donde se hace cultura.