Por Enrique Areilza

Ilustración por Ilustre Mario

Qué difícil es septiembre. Empiezas en marzo con astenia primaveral brutal, como todo el mundo: medio atontado, medio agotado. De ahí directo a la operación bikini, a rebajar lo irreductible. Con continuidad y alevosía, por fin, llegan las vacaciones, excursiones sin prisa y sin pausa al chiringuito. Y ahora vuelta al cole, a cumplir. Con estrellas Michelin que quieres devolver, que es lo que está de moda. ¿Cómo te pones unas pilas nucleares?

No es que yo sea anglofán, soy mucho más de chuletón y de besugo, y poco o nada de Johnson y su brexit o Trump y su Twitter. Pero reconozco las anglovirtudes en materia organizativa. Ya saben que su año económico finaliza en junio, como el cole. Su vuelta al cole coincide casi con el nuevo ejercicio. Nuevos objetivos para everybody. Nosotros no. Nosotros somos más de improvisar y de mezclar. Ahora bien, no siempre es malo improvisar. La improvisación a veces salva un naufragio que la buena organización no evita. A lo que estamos: llegamos con la carga emocional y corporal del veranito, para enfrentarnos a cuatro meses de infarto: alcanzar el presupuesto o lo que sea que tengas para el año.

No es raro que podamos encontrarnos con cuatro tipos de personas en función de sus planes post resaca estival: los que van a hacer lo justo y necesario, los que van a hacer que hacen, los que no hacen nada y no disimulan, los que van a hacer lo máximo posible.

Si estás entre los animosos quizás te siga interesando esto.

Hace años que me pregunto qué hacen los superhuman (no es anglicismo, es para evitar el tema de la discriminación verbal). El análisis resulta curioso. Lo primero por mencionar es que hablo de lo que ellos dicen que hacen, que no es necesariamente lo que hacen. Ya sabes lo de la esposa del César… (¡ups!, otro tropiezo).

Parece muy popular entre los superhuman acostarse tempranito y levantarse antes que los gallos ( no me lo tomen a mal los seguidores de MeToo). Es decir, a la cama a las 20.30 y corneta a las 04.30. Ocho horas de sueño reparador. Dicen que a primera hora hacen lo importante, ¡y tanto que primera hora! Después desayuno, gimnasio y ducha. Tras esa maratón antes del amanecer, van a la oficina. ¿Y para qué, si ya han hecho lo importante? Pues se entiende que es a lo no importante, visto que lo otro lo hacen tempranito.

Pero no seamos radicales y pongamos el adecuado factor de corrección. Esta gente son anglos y comen a las 13.00 y cenan a las 18.00… Es decir, que la aplicación a nuestra realidad no puede ser exacta. Vivirías aislado.

A mí me gusta más Jeff Bezos; además, me lo creo más. Dice que se levanta a la misma hora que sus hijos para desayunar con ellos. No sé si con el divorcio esto ha cambiado. Va a la oficina a horas normales y evita las reuniones. Ya saben su famoso lema sobre asistentes a una reunión: máximo las que pueden comer con dos pizzas (conozco a unos cuantos que con ese lema se reunirían ellos solos consigo mismos). También me gusta porque evita la cursilería y los tópicos. Dice: “Al trabajo se viene a trabajar”. ¡Caramba, de obvio parece esnob!

Otro modelo que admiro es el de Antonio Catalán. Hace años había quedado con él para renegociar un acuerdo. Me citó a las 13.00 en la oficina que tenía en su buque insignia, el Santo Mauro. Al llegar me indicaron que disculpara un pequeño retraso porque “don Antonio” no había finalizado aún su etapa diaria de bici. ¡Qué crack! Entre una cosa y otra se corría una etapa virtual del Tour en el gimnasio.

Para mí son ejemplos extraordinarios de distintas formas de organizar su máximo rendimiento. Por eso creo que si eres de los que quieren hacer mucho, tienes que conocer tus mejores horas para cada cosa, programarte, ponerlo en marcha. Si ves que no cumples o que no funciona, cambia de modelo y vuelve a empezar. Así, con un plan diario personalizado, todo es más sencillo y más productivo.

¡Ánimo con la vuelta!