Por David Lorenzo

Todos recordamos como hace un par de años, concretamente en 2002, España hizo frente a Marruecos para recuperar el islote de Perejil. Las bromas no se hicieron esperar por esta intervención. Otros la defendían porque intentaba dejar clara la soberanía española en sus territorios. Sea como fuese lo que está claro es que colmó a los medios en ese momento (lo que ellos agradecieron y mucho, ya que era verano).

Afortunadamente no llegamos a ninguna guerra por ese pequeño espacio de nuestro territorio. Pero esto no significa que en la historia no hayan existido conflictos para ocupar pequeñas islas. Posiblemente una de las estrafalarias fue la llamada guerra del cerdo. En ella estuvieron en la contienda tanto Estados Unidos como el Imperio Británico.

La tensión entre ambos países había comenzado en 1843. En ese momento se intentaba, a través del Tratado de Oregón, delimitar las fronteras. Estados Unidos quería dejar claro donde acababa el Estado de Oregón mientras que los británicos querían dejar claro sus límites al sur de la Columba Británica (hoy Canadá).

Se tomó la decisión que la división territorial entre ambos países fuera en el paralelo 49º norte hasta el canal de Vancouver. De ahí hasta el final del canal se seguiría su recorrido hasta que desembocara en el Océano Pacífico. Aunque parecía que se habían acordado cuáles eran los límites entre ambos países no quedó del todo claro, manteniéndose tensiones constantes.

Fue de tal grado el conflicto que, como su nombre indica, ¡comenzó por un cerdo! En 1859 un cerdo del granjero de origen irlandés Charles Griffin tuvo la mala decisión de acabar en las tierras del vecino, en las islas San Juan. Esto no supondría ningún problema en el interior de un país pero sí en una zona de frontera como esa. Su vecino norteamericano, llamado Lymar Cultar, mató al cerdo en el acto al ver que se comía sus papas (patatas).

Acabó lo que debería haber sido un problema entre vecinos trascendiendo a la política local. Ya la situación estaba bastante caldeada entre británicos y norteamericanos y esta fue la gota que colmó el vaso.

Rápidamente ambos países se prepararon para luchar en la (ridícula) guerra del cerdo. No fue un pequeño conflicto. De los primeros 60 soldados enviados por los estadounidenses se acabaron enviando más de 400. Los británicos por su parte enviaron en 5 barcos más de dos mil hombres para defender unas pequeñas islas.

Tan ridículo era esta guerra que muchos no daban crédito que se estuviera luchando por culpa de un cerdo “caprichoso”. Es por eso que durante toda la guerra ninguno de los bandos disparó una bala. Simplemente estuvieron a la espera de ver cuál era el primero que disparaba. Lo único que hicieron fue insultarse y provocarse ambos bandos.

La guerra llega finalmente a su fin cuando la noticia de la guerra del cerdo llegó a Londres y a Washington respectivamente. El conflicto había sido entre el Estado de Oregón y la Columbia Inglesa. Ante esta situación comenzó un periodo de negociaciones para acabar con esta ridícula situación.

Finalmente se llegó al trato de que ambos países tendrían presencia militar en la isla. El problema sobre a quién pertenecían las islas acabó en 1872, después de realizar una Comisión de arbitraje para ver qué país debía ser el soberano sobre las islas San Juan. Desde ese momento y hasta hoy el archipiélago está bajo la soberanía de Estados Unidos. De esta manera acabó la guerra que comenzó por un cerdo.

Para saber más:

  • Kaufman, Scott (2004) The Pig War: The United Statis, Britain, and the Balance of Power in the Pacific Northwest, 1846-72. Lanham: Lexington Books