Fotos: Rocío Eslava

Cualquier viaje de cuarenta y ocho horas invita a la aceleración, pero, si hay una isla en la que se puede sentir paz incluso en los núcleos más poblados, es El Hierro. En textos anteriores, aconsejamos visitar esta joya telúrica de norte a sur, pero ahora planteamos bajar primero a la punta sureña de La Restinga. Tanto si llegamos por el puerto como si lo hacemos por el aeropuerto, aconsejamos subir al casco de la capital, Valverde, donde desayunar y tomar la vía que lleva al centro de El Pinar. Esta vez sí tenemos tiempo para visitar el mítico árbol Garoé (en San Andrés), tan vinculado a las súplicas para que llueva. Muy cerca, el pueblo y el mirador de Isora también merecen parada, siguiendo ya hacia El Pinar, donde almorzar.

Recomendamos cruzar luego la dorsal por el monte, muy bello, y visitar La Dehesa, con el célebre bosque de sabinas dobladas por el viento; la ermita de Nuestra Señora de Los Reyes; y el faro de Orchilla, junto al marcador mar de las Calmas. Volveremos luego sobre nuestros pasos hasta El Pinar y bajaremos ya hacia la cala de Tacorón, para un merecido chapuzón. Después seguiremos hacia el puerto de La Restinga, donde podemos bañarnos, pasar la tarde, cenar y hacer noche.

El segundo día, subiremos a El Pinar, pero para bajar a El Golfo hasta llegar al casco de La Frontera, con su célebre iglesia en una colina. Aquí podremos desayunar y tomar luego la vía hacia el pueblito de Sabinosa, para bajar luego al Pozo de la Salud, el balneario, Arenas Blancas y la playa de El Verodal por un malpaís impactante. Retornaremos luego por la misma vía hacia el charco Azul, la piscina de La Maceta, el lagartario, los roques de Salmor y el Pozo de las Calcosas (tras atravesar el túnel) y su enorme charco. Volveremos a la capital para almorzar y remataremos en el Tamaduste, La Caleta, Timijiraque y Las Playas, núcleos cercanos al puerto en los que disfrutar más del mar. Eso sí, tras hacer lo mismo con los excelentes pescados, queso, conejo, cabrito o puchero de la Isla.