Por Alberto Piernas
Fotografías por Rocío Eslava
Existen muchas formas de descubrir los secretos de la costa cantábrica, pero pocas se comparan con el placer de perderse entre todos los encantos del pueblo de San Vicente de la Barquera. Un oasis marinero donde el mar y el bosque se abrazan para regalar un conjunto de puentes de cuento, iglesias de otro tiempo y extensas playas donde asoman colas de sirenas.
Como telón de fondo, los picos nevados. Una postal de casas de piedra, un verde eterno y dunas entre acantilados. Todos los encantos del norte de España cabían en San Vicente de la Barquera, un delicioso pueblo de la Costa Occidental de Cantabria donde la historia susurra envuelta por una ría y el Parque Natural de Oyambre. El mejor escenario para quien busque deleitarse con todos los encantos que vinimos a buscar a ese norte fresquito y auténtico.
Situada a cincuenta y ocho kilómetros de Santander, San Vicente de la Barquera supone la escapada ideal de un día gracias a un plantel de gastronomía, cultura y naturaleza simplemente fascinante. El salitre te guiará a través del mapa de aromas que perfuman su puerto coqueto, entre barcas de colores, como sinfonía de una excursión por su casco antiguo y todos sus iconos. Ahí tenemos el convento de San Luis, un conjunto de ruinas góticas cuyos ecos románticos nos transportan en el tiempo. O la Torre del Preboste, asomada a una porción del Camino de Santiago que atraviesa la zona del centro. Al continuar por la zona histórica, podrás leer con los pies la empedradada Calle Alta mientras los pájaros cantan desde el interior de una casa de piedra devorada por los árboles.
Si avanzas, la iglesia de Santa María de los Ángeles susurra los secretos de la antigua muralla y en su interior alberga sublimes ejemplos del gótico regional, además de un sepulcro renacentista que nos hace dudar de si continuamos en 2023. Seguimos la estela de las antorchas en la fortaleza –o quizás sea nuestra imaginación– hasta alcanzar el Castillo del Rey, ubicado sobre un promontorio del que sobresale su fascinante torre pentagonal, otra forma de asomarse al Cantábrico.
En los restaurantes del puerto, se despliegan platos de marmita barquereña, sorropotún –un típico guiso marinero–, las rabas o los caballitos de mar, que, lejos de la evidencia, consisten en un plato a base de marisco, papa, cebolla, perejil y un toque de limón. Y a través de la ventana, el mar Cantábrico luce salpicado de las tablas de surf. Tantas formas de espiar al mar, de sucumbir a su encanto, ya sea paseando a ras del mar o husmeando en el puerto de San Vicente de la Barquera, donde los tejados anaranjados protegen tantas historias y alguien desde la ventana parece aguardar la llegada de un barco pesquero. Si te encuentras en esta zona, tampoco puede faltar una visita al santuario de la Barquera, construido en el siglo XV y cuya principal leyenda hace alusión a una antigua barca llegada a la costa sin remos ni tripulantes, tan solo la Virgen de la Barquera.
A partir de esta ruta urbana, los caminos se bifurcan: uno apunta hacia el verde superlativo del Parque Natural de Oyambre, entre acantilados, rías y marismas donde las mejores rutas de senderismo prometen una experiencia frugal, pura intimidad a solas con la naturaleza. La perfecta conversación entre mar y bosque antes de adentrarnos en la segunda opción, un puente de la Maza convertido en gran icono del pueblo.
Construido hace más de seiscientos años, este puente de veintiocho arcos –llegó a tener treinta y dos– conecta la localidad con algunas de las mejores playas del municipio. Abordar esta travesía es digno de un capítulo de Juego de tronos, aun sin dragones –o quizás sí–, y el destino, una selección de ensenadas donde el tiempo parece detenerse, ya sea en la playa del Tostadero y sus doscientos metros de arena dorada, en el arenal del Rosal o en la playa de Gerra, donde las mejores olas confirman por qué la comunidad de surfistas llega hasta San Vicente de la Barquera buscando tantas respuestas.
Quizás sea el embrujo de las olas o las leyendas que hechizan al viajero. Cuando visitas San Vicente de la Barquera, sientes que el Cantábrico inicia aquí su vasto cortejo a través del norte de España.