Por Francisco Javier Torres del Castillo*

Ilustración por Ilustre Mario

El cine a menudo nos inspira, y a él la inspiración habitualmente le llega con una historia impresa, con textos que alguien brillante decidió escribir y también compartir. Así surgen los guiones, esas historias que llevaran los sueños a la gran pantalla.

«Viento del Este y niebla gris anuncian que viene lo que ha de venir. No me imagino lo que va a suceder, mas lo que ahora pase ya pasó otra vez». Así se anuncia la llegada de Mary Poppins.

Esas mismas palabras son con las que comienza Saving Mr. Banks, la película que recrea la cesión de los derechos de la autora de Mary Poppins, P.L. Travers, a Walt Disney.

En estos días, son justamente los vientos del este los que nos traen niebla gris. Con esos vientos llegó una vertiginosa subida de los tipos de interés. No nos podíamos imaginar lo que iba a suceder, pero lo que está pasando también pasó otra vez.

Pánicos y quiebras bancarias son acontecimientos que se han producido en el pasado y también semanas atrás; Silicon Valley Bank (SVB) y Credit Suisse (CS) son los últimos ejemplos.

La estampida financiera sucede cuando los clientes, esos que depositan sus ahorros en la entidad, deciden retirar su dinero de forma rápida. Son fenómenos relativamente comunes y conocidos, y en ambos casos ocurrió como se describiría en un libro de texto.

El término «pánico» es una descripción muy concisa del fenómeno; una vez empieza la oleada de desconfianza hacia una entidad, es muy difícil detenerla, hasta el punto de que una sociedad perfectamente solvente y estable puede ser destruida en un ataque de histeria. Esto le ocurrió al SVB y al CS, las cotizaciones de sus títulos se precipitaron al vacío y ese fue el detonante final.

En buena parte, cuando esto ocurre, se trata de una «profecía autocumplida»: algo que sucede porque se ha dicho que va a ocurrir. Si los clientes de un banco pierden la confianza, creerán que no les van a devolver sus ahorros y se apresuraran a sacarlos, lo que hace que efectivamente no puedan devolverlos, estimulando un pánico aún mayor y nuevas retiradas, circunstancia que desestabilizará a cualquier entidad hasta el punto de llevarla a la quiebra.

Así ocurría en Mary Poppins. ¿Lo recuerdan? El pequeño Michael, uno de los hijos del Sr. Bank, forcejea con el director del banco, en donde trabaja su padre, para evitar entregarle sus dos chelines –ahorrados para dar de comer a las palomas–. Los clientes, al escuchar cómo Michael se quejaba por sus monedas, sospecharon de la solvencia del banco, y se inició el pánico: «Sacar hasta el último penique». En apenas unos minutos una avalancha de clientes inundó las oficinas del banco, desatando una estampida que terminaría haciéndole cerrar sus puertas.

Ser banco es un negocio bastante más arriesgado de lo que podría parecer. Un saldo en cuenta corriente o un depósito son de hecho préstamos a muy corto plazo, pues permiten retirar el dinero en cualquier momento. Las entidades convierten los depósitos en préstamos a otros clientes, mediante hipotecas, pólizas de crédito, tarjetas de crédito y otras fórmulas. El resto lo invierten en acciones y títulos de empresas, bonos y deuda soberana. Su margen, su negocio principal, es el diferencial de tipo de interés entre el que entrega a sus clientes, los impositores, y otro más elevado a sus clientes deudores. Convertirlos en liquidez de forma precipitada supone sufrir importantes pérdidas.

Afortunadamente, con estas experiencias se creó la figura de los bancos centrales como «prestamistas de última instancia». De esta forma, los bancos pueden obtener liquidez, si así lo precisan, sin tener que malvender sus activos para atender súbitas demandas de liquidez de sus clientes, y así evitar «crisis de liquidez».

En las últimas quiebras, sin embargo, se puede identificar una gestión deficiente. Ambas entidades bebían un explosivo cóctel, con ingredientes muy picantes, entre los que destacaba la falta de solvencia, y la falta de liquidez, además de algunos errores de supervisión, que, junto con la pimienta que sirven las redes sociales, bastaron para desatar la estampida.

El mercado castiga a las empresas mal gestionadas, y así lo hizo en ambos casos.

Las películas están servidas, y les reitero mi recomendación, que no profecía. Cumplan las instrucciones de la tripulación, manténganse con los cinturones ajustados, porque, aunque volamos, vienen curvas.

Feliz vuelo.

*Director Renta 4 Banco en Canarias