Por Laura Pérez Yanes
Ilustración por Capi Cabrera
Desde muy pequeña, Elvira Urquijo (Las Palmas de Gran Canaria) encontró en la fotografía una forma de contar lo que pasaba a su alrededor. Subida a la banqueta en el laboratorio de su padre, fotógrafo de profesión, veía con curiosidad cómo iba apareciendo la imagen y esa pasión por captar la realidad ya nunca la abandonaría. Aunque en un primer momento quiso ser redactora, pronto se decantó por la fotografía y hoy lleva casi tres décadas trabajando como fotoperiodista en la agencia Efe en Canarias.
Lleva casi 30 años con la cámara a cuestas. ¿Por qué cambió la escritura por la fotografía?
En un principio estudié para ser redactora y empecé haciendo prácticas en la redacción, pero, como sabía hacer fotos, cuando no estaba mi padre me mandaban a mí. Y luego surgió el servicio regional de fotografía de Canarias de Efe; hacía falta otro fotógrafo y nos turnábamos entre mi padre y yo. Cada vez me iba gustando más y la redacción me iba gustando cada vez menos. Me resulta mucho más fácil contar una realidad con una foto que con un texto. La foto es incontestable, simplemente transformas una realidad de tres dimensiones en una de dos. Las imágenes hablan por sí mismas, pero la redacción requiere más intervención.
Fue la primera mujer fotoperiodista en Canarias. ¿Es correcto? ¿Cómo fueron sus comienzos en ese mundo tan masculinizado en esos años?
Las cifras bailan y tampoco hay mucha memoria. La primera fotoperiodista de Efe en Canarias, eso seguro. Y luego sí que soy la primera en plantilla en España en Efe. Cuando empecé, realmente no tuve problemas, ya que la gente me conocía porque había sido redactora y por haber hecho fotos de vez en cuando sustituyendo a mi padre. La gente se sorprendió un poco del cambio, le chocó por haberme pasado de redacción a fotografía. Pero la verdad es que no he tenido problemas nunca por el hecho de ser mujer. Por el hecho de ser novata, sí. Problemas como que no te sale una foto, como puede pasarle a cualquiera que empieza.
¿Qué cree que ha cambiado desde entonces en la profesión?
Ha cambiado muchísimo. Como yo tenía a la prensa en casa, tenía a mi padre en casa y tengo la memoria fotográfica de cómo se hacía el trabajo, ha cambiado muchísimo. Primero, que la fotografía evoluciona, como todo en la vida. En cuanto a la parte técnica o mecánica, han cambiado las cámaras, son mucho más completas cada día. En cuanto a la propia plasticidad o arte de las fotos, por así llamarlo, también, porque al fin y al cabo es un lenguaje y cada uno va buscando su camino y surgen nuevas formas de comunicar las cosas. Uno va probando nuevos ángulos y cómo representar la realidad. Y en cuanto a la prensa, ha cambiado mucho, como la sociedad. Por ejemplo, antes no había pudor ninguno en hacer fotos a menores, a accidentes. Ahora hilamos muy fino por las leyes de protección de datos y de protección de los menores, y la prensa ha ido evolucionando así. A veces es necesario mostrar las imágenes crudas, pero otras veces no hace falta. Esto es como todo, va evolucionando y luego la sociedad se va sensibilizando más.
¿Cree que la inmediatez de las redes sociales y la cultura visual en Internet han influido en el fotoperiodismo? ¿De qué manera?
Claro. Al final prima la rapidez sobre cualquier otra cosa. A mí me da rabia esa inmediatez porque hay veces que hay que esperar a que aparezca la foto. En una rueda de prensa, en cualquier evento, igual la foto buena no es la uno, la 20 o la 24, sino la 92. Y a lo mejor nos estamos perdiendo una foto fantástica porque ya hemos dado la uno, la 20 o la 24. Es un poco trabajar contra reloj, trabajar forzado, pero es lo que impera y lo que se impone. Tampoco se puede ir en contra de los cambios de la sociedad. Y también que todo el mundo tenga una cámara en el móvil ha facilitado eso muchísimo. Yo tardo más de lo que tarda una persona con un móvil. Aunque la tecnología también da cosas buenas: no tenemos que revelar rollos en el laboratorio, por ejemplo. Antes era la última que salía, siempre. Hoy es al revés y normalmente mis fotos están antes que el texto. La tecnología también te da cosas muy buenas.
Y, como testigo de los acontecimientos más relevantes de las Islas en las últimas tres décadas, ¿qué cambios destacaría?
Hay muchos cambios para bien, pero tendría que hacer un análisis muy profundo, es complicado. Puede que la tecnología nos haya ayudado a muchas cosas, pero también nos ha complicado la vida; ahora vivimos mucho más deprisa que antes. Es el ritmo que te impone la propia vida. La gente está muy estresada, lleva mucha ansiedad encima, creo que antes se vivía más tranquilo; no te puedo decir si con menos preocupaciones, pero sí a otro ritmo. La prensa siempre va deprisa, con las últimas horas, por ejemplo, pero había más tiempo para dedicarle a todo en todos los niveles. Ha cambiado todo muchísimo. Antes una foto tardaba varios días en dar la vuelta al mundo y ahora es cuestión de segundos. La globalización, para bien o para mal, trae esas cosas. Estamos mejor informados y lo hacemos mucho más rápido. Da un poco de vértigo porque estamos todos tan interconectados que todo lo que le pase a alguien va a tener repercusión en los demás.
¿Qué imagen le ha impactado más en todos estos años?
No te sabría decir. Las que más impactan son las de desgracias: accidentes, desastres naturales o las consecuencias de esos desastres. Uno termina, no por normalizarlo, pero sí te vas acostumbrando a cubrirlo, lo que no significa que deje de afectarte. A lo mejor mantienes el tipo, pero sales de ahí y te desarmas. Te metes en una situación muy íntima, tienes que tener mucho tacto, poner distancia para no romperles ese momento, que se han visto obligados a vivirlo frente a las cámaras pero no por eso dejan de ser duros. Imagino que si hablas con un fotógrafo acostumbrado a cubrir guerras no deja de dolerle. Nosotros seguimos disparando la cámara, pero no significa que no nos duela.
Por ejemplo, lo que está pasando ahora con la migración. Ves el drama de esa gente y luego vas por la calle y la vida sigue igual para todos los demás. Son muchos contrastes. Eres testigo de esas cosas y lo intentas trasladar a los demás y hay veces que cala en la gente y otras no. Es un poco frustrante eso. Cualquier cosa en la que esté implicado el dolor humano es terrible.
¿Cuál le ha costado más hacer? ¿Ha dudado sobre si hacer una foto?
No. Hacerla la hago, pero otra cosa es que la publique. Valoras un poco y decides qué es lo que publicas. Lo hemos hecho todos, a todos nos pasa lo mismo. No te planteas en ese momento si hacerla o no, disparas y luego cuando la ves decides.
¿Y qué imagen le gustaría captar con su cámara?
Montones. Me falta por hacer montones de fotos. No por ser el centro de la historia. Me gusta informar y transmitirle a la gente lo que está pasando. El otro día comentaba con mis amigos que las fotos de los fotógrafos que hemos cubierto esta pandemia ahora salen en los periódicos, pero nuestros nietos las estudiarán en los libros de historia. Esta situación es un punto de inflexión en la humanidad. Por mi parte, siempre estoy a todo lo que venga. Para mí todo tiene su importancia y me gustaría hacer montones de fotos. Y, además, de todo: política, sociedad, economía… Siempre estoy con ganas de hacer más.