Por Fidel Darias

Fotografías por Irene Sanfiel

Colectivo La Madre Monte

Doña Carmen no es una reliquia histórica. Ella es memoria viva de las mujeres rurales, artesanas, trabajadoras, madres y cuidadoras que han nutrido y siguen nutriendo nuestra historia. Gracias a sus palabras y a la narración de sus movimientos, vamos a adentrarnos en un viaje mágico por el proceso de producción artesanal de la lana de oveja canaria desde su casa-taller en la isla de El Hierro.

Cuando llegamos al taller de doña Carmen, en Isora, lo primero que nos llamó la atención fue la fuerte presencia que irradiaba. Y es que allí se encontraba ella, con su delantal negro, sentada al lado de un montón de lana recién lavada y seca. Lana que ya llevaba un buen rato carmenando o, lo que es lo mismo, separando sus fibras en montones de hebras suaves y ligeras que con cuidado dejaba caer a su lado en un baile de manos increíblemente grácil para su edad. Al percatarse de que estábamos fijándonos en lo que hacía, nos comentó que después vendría el siguiente paso: el cardado o distribución de esas fibras en un mismo sentido para su posterior hilado.

Contagiados por su vitalidad, comenzamos a preparar el equipo de grabación y con las mismas nos pregunta si somos periodistas, ya que no es la primera vez que profesionales del ámbito audiovisual se interesan por su labor. Y es que su oficio de tejedora lo lleva haciendo desde niña, cuando se hilaba en el invierno para tejer en el verano y entre las mujeres se repartían las labores de hilar el hilo y echar la tela. Esta experiencia le ha valido el reconocimiento internacional de su trabajo desde Torino hasta San Antonio de Tejas.

Doña Carmen nos pide ayuda para recoger la lana y, sin vacilación, se dispone a seleccionar el hilo que ya tiene preparado para el telar, mostrándonos cómo se miden los largos mediante un baile coreográfico de ida y vuelta, acompasado por su voz, que cuenta los metros y marca los puntos de referencia en base a los colores elegidos para el diseño final.

Al acabar la acompañamos a ver cómo se pasa el hilo al telar. Doña Carmen susurra mientras sus dedos se entrelazan con los hilos, que anuda en matemática perfección para construir fielmente el patrón solicitado. Incorpora los lisos al telar subiéndolos, mediante un mecanismo de poleas, a la altura idónea para poder ver bien los hilos a la hora de tejer. Y una vez sentada comienza a pisar un pedal y otro para hacer bailar dichos lisos en un vaivén de arriba abajo que entrelaza el hilo de la urdimbre. Empujando con las manos el peine, que marea solo al verlo pasar de atrás hacia adelante, termina amarrando la urdimbre y el tejido.

Y así empieza a nacer el diseño de la tela orquestada mágicamente por la mente, las manos y los pies de doña Carmen gracias a los conocimientos transmitidos por sus ancestros, mujeres que le enseñaron lo que sabe al refugio del sonido del roce de las maderas del telar y el silbido de los hilos.