Por Beneharo Mesa

Ilustración por Capi Cabrera

Amós García Rojas es un médico especializado en epidemiología y en vacunología. Nacido en Tenerife y actualmente afincado en Gran Canaria, García se formó en medicina preventiva en la Universidad de Sevilla, donde decidió especializarse en la rama de la epidemiología. Es presidente de la Asociación Española de Vacunología y jefe de sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias.

¿Qué balance hace de la pandemia desde que tuvimos conocimiento de ella?

Creo que hay varios aspectos interesantes y de reflexión respecto a la evolución de la pandemia. En primer lugar creo que hay que reforzar la idea de que nunca, nunca, se debe bajar la guardia con las enfermedades que son trasmisibles. El problema nace aparentemente en diciembre, posiblemente antes en China, y confluyen varios factores. La información que se va conociendo hace que se piense que es un problema de China, y eso hace que se vea con cierta distancia, sin ser conscientes de que es imposible frenar la expansión de una enfermedad trasmisible como esta en un mundo globalizado; es como poner puertas al campo. También, si me lo permites, hubo cierta petulancia de los países desarrollados, como si con nuestro nivel de desarrollo este tipo de problemas no pudiese darse en nuestro ámbito. Sin entender que estamos en un contexto de cambio climático y en el que la pobreza tiene una presencia importante en varios países desarrollados; y que vivimos en zonas urbanas en las que estamos todos juntos. Todos estos elementos y algún otro han configurado la expansión que ha tenido la pandemia. Desde esa perspectiva ha seguido la evolución razonable que tiene que seguir un microorganismo nuevo, frente al cual no hay ningún recuerdo inmunógeno previo en la ciudadanía y, lógicamente, se expande. También tiene una presencia más poderosa en los sectores más vulnerables. Es donde se escenifica con más dramatismo la pandemia. Se consiguió resolver el primer estampido claro de casos empleando las estrategias clásicas, las de toda la vida de la salud pública: la cuarentena. El confinamiento domiciliario fue lo que nos permitió contener la expansión del número de casos. Cesa el estado de alarma y por lo tanto el confinamiento domiciliario y parece que esto ha llevado a una bajada de guardia de muchas personas. Muchos pensaban que ya estaba todo el pescado vendido, sin recordar que ahí seguía el microorganismo. Y como fruto de ello ha habido rebrotes o repunte de casos, aunque sí es verdad que tienen una cara diferente a la que tenían en la primera fase de expansión. Ahora los casos se dan fundamentalmente en personas menores de 60 años, asintomáticos o con un cuadro leve. Pero cuidado, porque un positivo menor de 60 años no quiere decir que no pueda tener complicaciones severas. Y sobre todo el problema puede ser que estas personas pueden actuar como difusores de la enfermedad hacia los más vulnerables. También hay otro elemento importante que conviene no perder de vista: sin salud no hay economía, pero lo que es evidente también es que sin economía tampoco hay salud. La pobreza es un elemento importante en la gestión de problemas de salud. Hay que llegar al punto de inflexión que posibilite que coexistan las dos herramientas: la salud y la economía. Esto se consigue fundamentalmente por parte del sistema sanitario a través del refuerzo de la red de rastreadores y con la cuestión asistencial. Se tiene que conseguir a su vez por la exigencia de responsabilidad que hay que hacerle a la ciudadanía a través de diversas medidas como son el lavado de manos, mascarilla y distancia física. En agosto estuvimos en una situación complicada, pero no alarmante. En Canarias no tenemos el impacto que hay en otras comunidades autónomas del país, pero es preocupante porque en tanto en cuanto no se consigue frenar los repuntes, corremos el riesgo de que empiecen a resultar afectadas personas vulnerables. Esperemos que con las medidas que se han tomado y que se seguirán tomando se consiga frenar esta expansión de contagio.

¿Cree que a partir de esta pandemia se le comenzará a dar más importancia al campo de la vacunología y a la investigación en general?

Claramente deberíamos aprender de esta experiencia. Yo creo que esto es una enseñanza dolorosa que hemos recibido y que nos muestra la necesidad de invertir en investigación, porque es algo clave para el desarrollo y la sostenibilidad del país. Sin embargo, no tengo claro que eso vaya a ocurrir. Yo, honestamente, pensaba que después de la pandemia íbamos a salir mejores personas y, en cambio, viendo situaciones de crispación como las de las manifestaciones negacionistas de la pandemia u otros comportamientos irresponsables, ya no lo tengo claro. Pero, como digo, deberíamos aprender de este ejemplo tan dramático que hemos sufrido y que nos demuestra lo importante que es que un país invierta en investigación. ¿Eso va a ocurrir? Tampoco lo tengo claro.

A propósito de las manifestaciones negacionistas y teorías de la conspiración de la gente, ¿cómo se lucha contra ese virus?

Primero te puedo comentar lo que me produce ese tipo de respuestas: desconcierto, dolor y una profunda tristeza. Negar el sufrimiento que ha causado la enfermedad en tantos ciudadanos, negar las escenas que, desgraciadamente, todos los sanitarios hemos visto como consecuencia de la enfermedad y el alto porcentaje de enfermos es lamentable y poco solidario con los que han sufrido. Negar esta realidad es estar situado en un mundo paralelo, en los mundos de Yupi, en un mundo bañado de esoterismo y muy poco conocimiento. Lo que sí es evidente es que hay líneas de pensamiento que pueden causar un grave riesgo para la ciudadanía. Es una irresponsabilidad manifiesta, porque si ellos se contagian y resultan ser asintomáticos pueden contagiar a otros. No se pueden anteponer opiniones o creencias a la ciencia. No se pueden poner palos en las ruedas de molino del conocimiento. ¿Cómo se puede decir que nos enseñen el coronavirus? Caray, pues mire usted en un microscopio electrónico en un laboratorio. ¿Cómo se puede decir que todos los casos diagnosticados no son verdad? ¿Somos toda la sociedad unos mentirosos salvo ellos? ¿Nos hemos inventado los casos graves, bocabajo en una camilla y con respiradores? ¿Cómo se puede decir «que nos informen» y luego insultar e incluso agredir a los periodistas? No se pueden anteponer los criterios personales a la salud de la comunidad. Es algo que, más que indignarme, me entristece profundamente.

Muchos países están trabajando en la vacuna, ¿cómo ve ese asunto?

Hay algunas vacunas de las que no tenemos apenas información y por lo tanto no puedo opinar. La de China va bien encaminada, al igual que la de Oxford tal y como se ha visto en los avances científicos que se han ido compartiendo. Son vacunas que inspiran tranquilidad en tanto que sigan los requisitos que hay que pedirle a una vacuna: seguridad, eficacia y efectividad. Lo de que llegue antes de fin de año (ojalá que así sea) es una cosa y otra que esté disponible para ser administrada a toda la ciudadanía. Eso es un proceso más largo y más complejo, porque producir vacunas no es apretar un botón y que empiecen a salir. Estamos hablando de un producto biológico que requiere unas condiciones muy especiales en su producción; al menos hasta el primer semestre del 2021, no creo que esté disponible. En cualquier caso, sí que hay algo que me gustaría reseñar y es que me preocupa mucho que se esté presentando por los países poderosos la creación de la vacuna como una carrera. Me preocupa mucho, porque es casi como una partida de ajedrez que están haciendo Estados Unidos, Rusia y China, que colocan sus piezas con una perspectiva de geoestrategia política antes que pensar en la salud de los ciudadanos, tal y como se está exponiendo. Y el gran problema de esto es que se crea desconcierto y desconfianza en la ciudadanía. No se puede salir y decir por las buenas «tenemos una vacuna». ¿Qué pienso entonces yo como ciudadano? Hay que ser muy cuidadoso con eso. Una vacuna no se puede escenificar de esa manera. Se tiene que mostrar en los foros científicos y en revistas de impacto. Es ahí donde hay que presentar las novedades de lo que se va consiguiendo con las vacunas.

¿Desde cuándo se interesó por el mundo epidemiológico?

Desde que empecé a estudiar la carrera de medicina sabía que me quería dedicar a la salud pública. Fundamentalmente porque tengo una visión comunitaria de los problemas de salud y me resultaba muy importante como línea profesional dentro del campo de salud.

¿Y su atracción por el rock?

Comenzó cuando me regalaron mi primer disco, llamado Despeinada, con siete añitos. Posteriormente me regalaron discos de The Beatles y The Shadows. Mi afición por esta música se fue consolidando conforme fui creciendo. Creo que debería ser lo normal, que a cualquier persona de mi generación le guste el rock and roll [risas].