Por Álvaro Morales
Fotografías por Rocío Eslava
Hablamos de la playa del Risco, en la parte más elevada de la isla de Lanzarote, en la ladera de la montaña de Famara, con la inolvidable postal del Archipiélago Chinijo alegrándonos la existencia justo enfrente y en la parte no habitada de la franja atlántica que niega su condición de océano: el célebre Río, reserva marítima de una riqueza biológica y una belleza que solo redondean una excursión y unos baños dignos de aislarse de verdad.
El municipio lanzaroteño de Haría, en el norte de la Isla, ofrece una de las vistas más impactantes y bellas de Canarias. Por la carretera o senderos que atraviesan el alto de la montaña más elevada de esta joya atlántica de lava y viento, la de Famara (a unos 600 metros de altura), se divisan (si el tiempo acompaña, claro) de forma que impactan y se graban en la memoria casi para siempre las islas e islotes del conocido como Archipiélago Chinijo, con La Graciosa en primer plano y Alegranza o Montaña Clara de lujosas acompañantes, entre otras. Dan ganas de lanzarse, bien en el entorno del mirador del Río, otro tesoro del legado de César Manrique, o en el resto de rincones preparados para parar con el coche y disfrutar del espectáculo. Pero es que, encima y sin necesidad de coger un barco en Órzola para disfrutar in situ de La Graciosa, esa perla no siempre bien ponderada ni resaltada, podemos bañarnos en esa franja oceánica que separa Lanzarote de este conjunto de islas de ensueño bajando un sendero que serpentea una de las partes menos pendientes de Famara. Disfrutaríamos, así, de las aguas de una de las arterias acuáticas más ricas de Canarias: la reserva marítima conocida como el Río, de aguas casi inmóviles y una variedad biológica de las más amplias y célebres de las Islas.
Esos baños nos los daríamos en la playa del Risco, pero no son aptos o recomendables para todas las edades o, al menos, no sin riesgos por lo largo (en torno a 50 minutos para llegar a la arena), la pendiente y las características del camino de acceso. Los que sí estén en forma, aunque siempre calentando previamente, con ropa adecuada, avituallados (sobre todo de agua para el regreso) y mirando con regularidad dónde se pisa porque hay mucha piedra y gravilla suelta que facilitan mucho los resbalones, deben llegar al conocido como camino de Los Gracioseros, usado antaño para los intercambios comerciales y de productos de primera necesidad entre la principal isla del Archipiélago Chinijo y Lanzarote. Se encuentra muy cerca del mirador del pueblito de Ye, donde se puede aparcar. Unas escaleras y un sendero de piedra marcan su inicio. Su exigencia se nota enseguida, con su línea dibujada en descenso a izquierda y derecha de la ladera, aunque la tentación de mirar al frente resulta siempre inevitable. En ese zigzag, nos iremos topando con varias especies botánicas (aulagas, veroles, tuneras, vinagreras…) y animales (aves como el cernícalo, águilas pescadoras o palomas, así como conejos y otros). La parte final del sendero es mucho más suave, amplia y llevadera y, tras unos tres cuartos de hora (más o menos), los pies podrán descansar en la fina arena de la ansiada playa, que no dejaremos de ver mientras bajamos.
A la derecha, hacia la punta del Risco de Famara, donde se esconde detrás el puerto y pueblo de Órzola, se hallan las conocidas como Salinas del Río, las primeras de Canarias, bien conservadas y que, por tanto, tienen un gran valor histórico y etnográfico. No obstante, si nuestro sueño era disfrutar de los baños en uno de los lugares más increíbles de estas Islas, ahí tenemos el Río, qué sitio. Sus aguas dormidas casi todo el año regalan ratos de verdadero placer. La playa, de unos 400 o 450 metros de largo, aunque estrecha a lo ancho con marea alta, es perfecta para asilarse, pues resulta difícil toparse con mucha gente cuando se alcanza su arena. Junto al pie de la ladera, las piedras se multiplican y forman una línea clara antes de la arena, pero el conjunto merece casi ponerse a pintar allí mismo con acuarelas, recrear ese paraíso que, eso sí, ya quedará para siempre en nuestro recuerdo visual y de piel. Y es que bañarse sin olas, abrazado por esa ladera imponente, con la playa de Famara a la izquierda y La Graciosa casi retándonos a cruzar a nado ese río de lujo no tiene precio.
DETALLES:
Ubicación: en el norte de Lanzarote, en el municipio de Haría y justo enfrente de La Graciosa, en la franja marítima conocida como el Río, que separa ambas islas.
Socorristas: no.
Playa surfista: no.
Restaurantes: no.
Baños: no.
Duchas: no.
Sombrillas y hamacas: no.
Adaptada para discapacitados: no.
Aparcamientos: no, salvo en la parte alta de la montaña de Famara, junto al mirador de Ye.
Transporte púbico: taxis y guaguas hasta Haría y al pie de ese mirador del acceso.
Perros: sí.
Curiosidades: las ganas de cruzar a nado el Río son tantas que resultará difícil evitar la tentación, pero que quede claro que no ha de hacerse, que es una temeridad, por muy plato que esté esta parte del océano.