Por Beneharo Mesa. Fotografía por Andrej Grilc

 

Nacido en 1970 en Tenerife, Gustavo Díaz Jerez es un pianista y compositor español con una gran trayectoria musical. Comenzó formándose en el conservatorio de Tenerife y posteriormente en la Manhattan School of Music. Ha tocado con una gran variedad de prestigiosas orquestas sinfónicas alrededor del mundo como, por ejemplo, como la Berliner Symphoniker, Budapest Festival Orchestra, The Northern Sinfonia y las Sinfónicas de Tenerife, Gran Canaria y Madrid, entre otras tantas. Su próxima obra, Maghek, aúna el talento de su composición y la enriquecedora historia de Canarias.

 

¿Quién es Gustavo Díaz y cómo se define?

Yo soy músico, pianista y compositor, también profesor de piano. A su vez, me definiría como un científico amateur, como matemático o un programador aficionado y amante de la ciencia en general.

¿Por qué científico amateur?

Porque me gusta mucho la ciencia y tengo un bagaje bastante alto. Utilizo muchos procedimientos científicos y matemáticos para mi proceso de composición.

A comienzos de este año va a sacar un disco, ¿qué puede contarnos de él?

El disco se titula Maghek, son siete poemas sinfónicos sobre las Islas Canarias y el álbum es un doble cd con siete obras inspiradas en cada una de las Islas. Dos de ellas son conciertos para solista. Una es para solista de clarinete, y es la obra que se inspira en La Palma, llamada Ayssuragan, en la que actúa Cristo Barrios, un clarinetista tinerfeño. La otra está dedicada a Lanzarote y se titula Guanapay, nombre de un antiguo volcán que hay en la Isla. Se trata de un concierto de piano, grabado por un amigo mío especialista en música contemporánea llamado Ricardo Descalzo.

Cada obra está basada en diferentes aspectos, sobre todo en la belleza paisajística de las Islas. Esa es la tónica dominante de la creación de las obras. Aparte de eso, hay inspiración en obras de los antiguos pobladores, los guanches; historias olvidadas. Por ejemplo, el nombre Ayssuragan significa “el lugar donde se aislaron” y cuenta una historia ocurrida durante la conquista: a finales del siglo XV, parece ser que una serie de personas, seguramente mujeres y niños que no combatían, se refugiaron en una cueva a gran altura y murieron de frío.

Son historias que la gente no conoce, o al menos creo que no están en boca de la gente, y me pareció bonito para tomarlo como inspiración. No es que la música tenga una narrativa cinematográfica o algo así, pero es inspiración.

De alguna manera, es como si rescatase la cultura de Canarias a través de la música, ¿no?

Efectivamente. Todas las piezas están inspiradas en un lugar concreto, como la de Tenerife, llamada Ymarxa, que es el nombre de una localidad de la Isla, solo que hoy en día se la conoce más por Birmajen. Las palabras han ido cambiando con los siglos, pero la palabra original guanche es Ymarxa. El título de la pieza de Gran Canaria, Azaenegue, es el nombre de una montaña que actualmente es conocida como Altavista. La palabra aborigen significa literalmente “llegada del alba”.

Por otro lado, la pieza dedicada a Fuerteventura se llama Erbane, que es el nombre original de la Isla, y esto es algo poco conocido o, por lo menos, yo no lo sabía. Todas las obras recogen un lugar, una historia, y, sobre todo, la belleza natural de las Islas Canarias.

¿Cómo se gesta todo este proceso de creación y composición musical?

Se trata de un proceso largo. Llevo diez años con la composición de estas obras. Son casi dos horas y media de música para una formación orquestal, no es algo que se haga en uno o dos años. Todo surgió a raíz del encargo de una obra orquestal a finales de 2008 y ahí fue cuando se me ocurrió la idea de hacer un ciclo de obras dedicadas a las Islas. En ese momento escribí la primera, que fue Aranfaybo, la que tiene que ver con El Hierro y que vendría a significar “el que provoca la lluvia”.

Después, con el tiempo, en el Festival de Canarias 2011, se estrenó Ymarxa y luego proseguí componiendo el resto. Tuve la suerte de contactar con el director que ha grabado el disco y dirigido la orquesta, que se llama Eduardo Portal. Fue él quien propuso la grabación. ¿Cómo? Pues mediante la ayuda de la fundación BBVA a través de sus becas Leonardo para financiar el proyecto; también las instituciones canarias que se han involucrado y han visto la importancia de un proyecto de esta envergadura. Hemos contado con el patrocinio de los cabildos de Tenerife y de Gran Canaria y del Gobierno de Canarias.

¿Cómo considera el apoyo de Canarias a los compositores?

En cuanto al apoyo institucional, yo solo puedo agradecer. La verdad es que no tuve ningún problema. Presenté el proyecto al Cabildo de Tenerife, al del Gran Canaria y al Gobierno e inmediatamente fueron capaces de ver la importancia de lo que tenían delante y me ayudaron, sin ningún tipo de traba ni nada. Luego, por parte de los conservatorios, creo que se programa poco, sobre todo la música contemporánea. Tenemos que tener en cuenta que la mayoría de los grandes compositores canarios están vivos; el único que no lo está es Teobaldo Power. Y yo creo que los conservatorios tienen que apostar más por la música de compositores vivos, sean de Canarias o de otros lugares, pero, en mi opinión, tienen que apostar más por la música de nuestro tiempo.

¿Cómo compagina todas sus labores musicales?

Con muchas horas de trabajo. Un artista siempre está dándole vueltas, si no estoy tocando el piano estoy en el ordenador buscando ideas o incluso cuando estoy, por ejemplo, viajando, me pongo a leer. Para todas estas historias sobre Canarias me he tenido que documentar y son labores que puedo hacer mientras estoy en los aviones de Binter; de hecho, los cojo muy a menudo.

Parece que sabe amortizar bien el tiempo.

Claro, como llevo una vida de mucho viaje y tenemos en Tenerife un grupo residente, viajo mucho a la Isla. También soy profesor en el conservatorio superior del País Vasco, en Madrid paso también tiempo, por lo que estoy de aquí para allá. Por eso hay que aprovechar todo ese tiempo que, en principio, es tiempo muerto y no tiene por qué. Se puede aprovechar para componer, para leer…

¿Sus creaciones surgen de una necesidad creativa?

Absolutamente. Yo no compongo por un fin monetario. Ni de fama. Yo compongo porque necesito sacar de dentro de mí todas estas ideas musicales y plasmarlas en sonidos. En ese sentido, yo lo que hago lo hago con honestidad a mi propio lenguaje, a mi propia voz como compositor. No lo hago porque quiera ganar más o menos dinero. Por supuesto, al final es un producto que hay que promocionar y que el objetivo final es que la gente lo disfrute, porque si solo lo voy a oír yo…

El arte es comunicación. Lo importante es que, una vez que esté listo el cd, la gente lo compre y lo escuche, porque esto, desde luego, va a estar en todos los canales digitales, en Spotify, Amazon, iTunes, YouTube Music… A mí como compositor lo que más me satisface es que la gente escuche estos siete poemas sinfónicos y que los disfrute.

A modo de balance, ¿cómo ha cambiado desde el inicio de su carrera hasta la actualidad?

Mi manera de componer y de ver la música ha cambiado muchísimo. Yo tengo la convicción de que si un compositor o un artista no está en constate evolución, involuciona. Siempre estoy buscando nuevas maneras de expresarme como compositor, aunque también es verdad que, al ser intérprete, trato de tener en cuenta que lo que escribo sea muy apropiado para la gente que tiene que tocar. Yo escucho cosas que hice hace 20 años y… En el fondo ves algo que queda ahí como un poso que no te define como persona, como artista, pero es como todo. Tú vas evolucionando y vas descubriendo cosas nuevas e incorporándolas. Es un proceso lento, pero creo que todos los artistas, si de verdad se involucran con honestidad, inevitablemente van evolucionando.

Si tú ves, por ejemplo, la música que hacía Beethoven en 1824, que fue cuando compuso la novena sinfonía: veinte años antes es muy diferente. Es decir, puedes apreciar gestos y rasgos que lo definen, pero puedes percibir una gran evolución. Creo que con cualquier compositor notas esa ida a nuevas búsquedas.

Aprovechando que habla de evolución, ¿considera que la música se ha estancado?

Tenemos que distinguir entre música comercial y no comercial. Yo creo que la música de arte contemporánea, por decirlo de alguna manera, es lo que los compositores como yo hacemos. Creo que no hay época en la historia de la música donde haya más riqueza y más diversidad como ahora. ¿Qué sucede? Pues que el público no ha ido al mismo ritmo que la evolución de la música artística. Siempre hay como un retraso, que es natural, y a la gente le cuesta adaptarse a las nuevas voces. Pero lo bueno de nuestra época es que la música, sea comercial o artística, es accesible para todo el mundo y eso no pasaba en tiempos de Beethoven. La música en aquella época era para unos pocos ricos.

Vivimos en una época en la que somos afortunados porque podemos abrir el Spotify y escuchar desde música comercial que no tiene un valor artístico a cualquier otra joya desde el inicio de la música.

Es decir, que más allá del propio valor que tenga la música en sí, usted reseña la accesibilidad de los usuarios.

Exacto, y además debo decir que es accesible a nivel económico para todo el mundo. Porque ya no solo escuchar música grabada, sino ir a un concierto de música clásica, es mucho más barato que, yo diría, ir a un partido de fútbol o incluso que un concierto de música comercial. Tú vas a un concierto de Shakira y las entradas son caras. Sin embargo, por regla general, ir a un concierto de música de arte de cualquier capital es relativamente barato.

Con todo lo que ha hecho, ¿considera que le queda algo por hacer?

Me queda muchísimo. Mal lo tendría si pensase lo contrario. Ahora mismo estoy inmerso en un proyecto para hacer nuevos metaludios de piano que quiero grabar para, previsiblemente, principios de 2021, vamos a ver cómo avanza la cosa. Como he comentado antes, la evolución de un compositor es continua. Lo que yo haga dentro de diez años va a tener mi sello porque soy la misma persona, pero con más experiencia, y va a haber una evolución. Y también porque hay una necesidad. Esto es importante porque yo no compongo por un fin económico, lo hago porque necesito crear. Como la planta que necesita la luz del agua o el sol. Es una necesidad creativa, no monetaria. Por supuesto, todos vivimos en sociedad y necesitamos ser remunerados por nuestro trabajo, pero no es mi objetivo primordial. Tampoco quiero decir que haya que trabajar por amor al arte, pero es necesaria esa necesidad creativa.