Por Ángeles Jurado.
Keur Bamboung es el enclave perfecto para aislarse del mundo, conocer a una comunidad y conectar con la naturaleza. “Durante años, los expertos en medio ambiente han pensado en cómo atajar la sobreexplotación de los recursos naturales”, explica pacientemente el ecoguía senegalés Tarcissus Tish Senghor por teléfono. “De ahí surgió, en el siglo XXI, la creación de las Áreas Marinas Protegidas de Senegal. Keur Bamboung es una de ellas. Se puso en marcha entre los años 2003 y 2004 a través de Oceanium, con la colaboración de catorce pueblos de los alrededores y el apoyo del Estado y diferentes organizaciones”.
Senghor es uno de los guías que patean habitualmente las rutas ecológicas de la isla de Sipo, donde se sitúa el ecocampamento de Keur Bamboung. Cuando no pastorea a grupos reducidos de turistas bajo el enramado de karités y baobabs, señalando los rastros que dejan los ágiles varanos que cruzan los senderos de arena a toda velocidad, los encamina pausadamente a la orilla arenosa de la ría, entre los kayaks embarrancados, de un vivo amarillo, con los que visitan los manglares. A lo lejos, un pez lanza un reflejo de plata bajo el sol, saliendo del agua de un brinco prodigioso para entrar como una flecha de nuevo entre las ondas que él mismo creó un segundo antes. Las mareas suben y bajan, desmesuradas, dejando al descubierto o cubriendo las raíces de los manglares, a las que se aferran las ostras en racimos. Medusas desorientadas y enormes caracoles voraces, que asfixian el marisco con un abrazo amoroso, vagan por el fondo. Las formas delicadas de cormoranes, pelícanos y loros se dibujan contra el cielo dorado del ocaso, cuando planean sobre el laberinto de canales de agua salobre.
“Keur Bamboung no ha cesado de crecer en positivo”, añade Tish Senghor. “La idea es proteger las especies, así que se trata de un ecocampamento montado para permitir a los visitantes disfrutar de este sitio único mientras se preserva su biodiversidad”.
Sipo es una isla pequeña, bucólica y pacífica, enclavada en una esquina particularmente bella del delta del Sine-Saloum, en el centro de Senegal. Pertenece al departamento de Kaolack, que se sitúa a casi tres horas al sur de Dakar. Se llega a este rinconcito del delta en piragua, atravesando los manglares en treinta minutos desde Toubacouta o en diez minutos desde Dassilame Serere. La ruta traspasa pueblos donde ramonean los cabestros, los pájaros tejedores enredan entre las ramas de los mangos más altos y los niños juegan al fútbol con pelotas de trapo.
Se llega a la embarcación que nos traslada hasta Sipo salvando una pasarela de madera, sacos de tierra y cañas que vadean el barrizal del manglar. En el fondo de la piragua se acumulan el agua embotellada y las gallinas amarradas por las patas que servirán de cena y con las que se viaja hasta la isla. Se embarranca, al llegar al islote, a la vista de los suaves montículos de calcáreos desechos de ostras y se hace descender a los pasajeros, con la ropa remangada sobre las rodillas, para salvar apenas un par de metros de agua tibia hasta la orilla. El equipaje se carga en carruchas tiradas por burros y zigzaguea hasta el ecocampamento, habilitado para 27 personas, con apenas ocho cabañas dobles espaciadas tras cañizos.
El alojamiento es simple, diseñado para minimizar el impacto humano en el entorno. Todas las cabañas son sencillas, pero dignas, con su aire rústico desmentido a fuerza de paneles solares que apenas alumbran su interior. La ducha está fuera, con un barril de agua fresca prendido en las alturas a modo de aljibe, igual que el excusado. Todo se sitúa en la paz del aire libre. Los ventanucos de las cabañas se abren a los vientos que anuncian tormenta. La mosquitera protege de la miríada de insectos de tamaños y formas impensables que colonizan la noche. Una piel de serpiente, que ha mudado en una las cabañas, se arruga, traslúcida, en una esquina.
Keur Bamboung es fundamental para la prosperidad y la protección de la zona, sus comunidades animales, vegetales y humanas. Su emblema es el manatí, mamífero acuático de agua dulce propio de la región y especie amenazada. En el ecocampamento prima lo comunitario, lo biodegradable y el reciclaje. Los ingresos contribuyen a mantener el proyecto y llevar adelante otros: edificación de escuelas, mantenimiento de dispensarios de salud y huertos comunitarios, formación de la población local en diferentes oficios. La zona ofrece numerosas alternativas al visitante: avistar aves migratorias, manatíes y hienas, pasear por sus bosques, remar en el manglar, visitar el ecomuseo de Diorom Boumag, hornear pan a la manera tradicional, leer a la sombra de algún árbol o en el patio que rodea la cabaña. No se permiten la pesca, la caza ni la recolección de madera o de ostras. La población local se ocupa de la gestión y el mantenimiento del ecocampamento, además de repoblar y proteger el manglar, que a su vez garantiza la protección del entorno frente a las crecidas del mar, los vientos más inclementes y la erosión. La zona protegida se extiende a lo largo de 6800 hectáreas.
Oceanium, la oenegé que ideó este proyecto, organiza cada año un evento denominado Les filets perdus, que consiste en un buceo voluntario para la recolección de redes de pesca abandonadas en el mar que acaban con la vida de especies como las tortugas. Sus acciones también incluyen la replantación de mangles en esta zona y la protección de los manatíes que también pueblan estas aguas. Alojarse en Keur Bamboung es conocer, proteger, conservar y desarrollar una zona única en el planeta y apoyar a sus vecinos cubiertos con plumas, piel o corteza. Dejarse cuidar por la comunidad de Keur Bamboung es contribuir a construir y mantener un mundo más amable. Eso sí: prepárese para la simplicidad extrema, tormentas eléctricas gloriosas y experiencias sin conservantes ni colorantes que desafían la zona de confort de muchos de nosotros.