Por Viviana Adonaylo

La silhouette es una técnica muy antigua de retrato, anterior a la existencia de la fotografía. La magia de este arte es que no se distrae en los detalles y que siempre se hace de perfil. Manu, un alma nomade francesa y residente en Lanzarote, comparte su arte con el público de la calle y es muy famoso en la Isla por su habilidad con las tijeras.

Manuel Jean Saenz, 66 años, es un retratista y dibujante francés autodidacta afincado en Lanzarote desde hace 16. Un “alma nomade”, como el artista se define a sí mismo, que lleva 30 años viajando por el mundo haciendo retratos recortados con sus tijeras. La gente de la Isla lo reconoce como Manu Tijeras o Manu-T y los fines de semana es usual encontrarlo rodeado de curiosos haciendo sus retratos silhouettes en los mercados de Teguise y Haría. Porque, según las palabras de Manu, “el retrato silhouette es un arte de la calle por naturaleza y necesita su público”.

Se cree que la técnica tiene sus orígenes en las sombras chinas. Con el fisionotrazo, aparato que se valía antiguamente de las sombras para dibujar siluetas de las personas, el retrato silhouette surgió como un medio económico de retratar a las personas que tenían pocos recursos. Hacerse un retrato silhouette fue muy popular en el siglo XVIII, cien años antes de la invención y desarrollo de la fotografía, técnica que lo colocó en desuso.

Siluetista Manu-T

Manu-T ha recuperado esta antiquísima técnica callejera y las únicas herramientas de las que se sirve son una cartulina negra y unas tijeras bien afiladas. El artista trabaja sobre el contorno de la persona rescatando lo esencial, que es la forma, y es ahí donde –asegura el artista– está la magia del arte, ya que el espectador completa con su imaginación ese vacío generado. Porque si la fotografía se vale de la luz, la técnica del retrato silhouette usa su carencia: la sombra.

La técnica es bastante difícil y exige que el posado del sujeto sea de perfil. A Manu le lleva entre tres y cuatro minutos recortar con sus tijeras el perfil de la cabeza, como si fuera un trazado alrededor de una sombra proyectada. El artista asegura que la clave para hacer un buen trabajo está en ser extremadamente preciso porque “la silhouette se hace de un solo corte y la equivocación no se puede reparar”.

Los retratos silhouettes son muy impactantes y atraen las miradas de quienes pasan cerca del panel donde Manu los expone, montados sobre acuarelas líquidas que él mismo pinta. El interior es siempre de color negro y no tiene rasgos faciales distintivos. Lo maravilloso y reconfortante para el artista es que las personas retratadas se reconozcan automáticamente cuando se ven.