Por Galo Martín Aparicio

Sus canciones ni dicen ni se entiende nada. Algo en el interior del que las escucha se encoje y regurgita una insatisfacción anclada. Iván Ferreiro hace canciones para romper con todo y jugar al despiste con los que no aguantan sentados en la grada. Sus letras son aullidos melódicos para la gente desencantada. Los fieles del de Gondomar le esperan en mayo en el festival Montgorock de Jávea, donde arranca temporada.

Antes de cantar a orillas del Mediterráneo alicantino nos atiende al teléfono, entre ofertas del Corte Inglés. En sus letras se cuelan cometas y platillos volantes y las decepciones e insatisfacciones que canta tienen lugar en otras galaxias. Una de ellas es Laniakea, que aparece dibujada en la cubierta de su disco Casa. Aunque su hogar se encuentra en el Valle Miñor, en Galicia. Un planeta entre la ría y el océano.

 

¿Qué estudió en el colegio?

Hice un bachiller de ciencias puras y después me matriculé en la universidad. Digamos que soy un experto en matriculación: el primer año lo hice en Matemáticas, el segundo en Historia, en el tercero me pasé a Biología y en el cuarto empecé Derecho. Pero no terminé nada.  

¿Qué fue primero las ciencias o la música?

La música, siempre. No tengo un recuerdo concreto de la música porque siempre ha estado en mi vida. Luego llegaron las ciencias porque me resultaban más fáciles. La verdad es que las letras me gustaban mucho. Yo tenía una profesora cojonuda de Lengua, que ya murió, que se llamaba Amparo. En clase nos hacía escribir cuentos, hacía que me interesasen las letras. Al llegar al instituto no tuve tan buenos profesores de Lengua y me gustaban más las Matemáticas.    

Y, sin embargo, se gana la vida escribiendo canciones

Sí, sí. Incluso me encontré con algunas de mis profesoras de Lengua, las mismas que me castigaban por mi mala letra, y se lo dije: “os podéis creer que ahora escribo canciones” y se partían el culo.  

¿Qué leía en aquella época?

Cómics básicamente. Muchos. Además de lo que nos mandaban en clase. De adolescente recuerdo haber flipado mucho con La historia interminable, empecé a leer algo de ciencia ficción de Ray Bradbury, Los cuentos del futuro y todos esos libros.

¿Y ahora?

Libros de ciencia ficción, porque son los que me llevan a algún sitio. Yo la música la uso para escapar.

Hay un libro sobre usted en el que participó en su creación, Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia, de Arancha Moreno, ¿cómo fue la experiencia?

Eso fue cosa de Arancha Moreno (periodista). Yo no tengo la paciencia necesaria para escribir un libro. Por eso me parece que el oficio de escritor es complicado, difícil y muy dedicado. Yo prefiero hacer canciones, que son más cortitas. Disfruté de la experiencia, a pesar de pensar que lo iba a pasar fatal.

¿Mira más el mar o el cielo?

El cielo. El mar lo tengo demasiado visto. El mundo cósmico me interesa muchísimo.

¿Gondomar, donde vive, es su particular Laniakea?

Sí. Para mí Gondomar es el centro del universo. Todo lo que necesito en la vida Gondomar me lo da. Es mi refugio.

¿Cómo es un fin de semana sin salir de gira?

Cuando empecé a escribir Casa llevaba unos cinco años de gira sin parar. Los primeros cuatro o cinco fines de semana fueron un puto infierno. Me di cuenta de lo que ponían en la televisión. Ese cambio me costó, pero me ayudó a recolocarme y a darme cuenta de que tengo que tener una vida sin estar de gira. Ahora lo disfruto más y no me importa estar en casa los fines de semana.

¿Qué le da más pánico: un calendario en blanco o quedarse sin ideas?

El calendario en blanco. Me he dado cuenta de que las ideas van viniendo. Además, yo tengo la suerte de que trabajo con mi hermano (Amaro), quien es muy creativo y tiene ideas muy inspiradoras todo el rato. A parte de otros músicos, luego mi casa es una especie de laboratorio musical. Pánico a no tener ideas lo tuve a los veinte y pocos años. Ahora sé que no hace falta tener ideas a todas horas. Lo que hay que hacer es trabajar, disfrutar y grabar cada canción, sin esperar que sea como la anterior. Yo ahora disfruto durante todo el proceso de mi trabajo.

¿Cómo es su proceso de creación?

Con los años ha variado. Hay veces que tengo una idea clara en la cabeza y me pongo a hacer un texto con ella. Otras veces me voy al estudio y me pongo a grabar cosas y, de pronto, me llevan a un sitio. Hay ocasiones que es mi hermano Amaro quien llega con una idea de canción (por ejemplo “Turnedo”) y me pongo a trabajar en ella. A mí lo que me gusta mucho es el estudio, grabar. Creo que empecé a hacer canciones porque quería grabar.

¿Es diferente el proceso de grabar sus canciones al de grabar canciones para otros?

No en el sentido del proceso. Sí es cierto que cuando escribo para otro (Raphael y/o Sergio Dalma) me resulta, no te diría fácil, pero sí tengo como otras temáticas. Con los años me cuesta más hablar de mí que escribir para otros. Me hago una idea de lo que quiero que cuenten, es más como un guion, algo más ajeno. Es curioso, empiezo hablando de ellos y acabo hablando de mí. Pero eso creo que es parte de la canción.

¿Hacer música es más una terapia o un placer?

Las dos cosas. Hay días que es un placer y otros una terapia muy buena porque la música sirve para anular la ansiedad. Es como un fármaco, unas veces, de opio y otras medicinal.

¿A sus fieles les interesan las “mierdas” de Iván Ferreiro o es que son comunes y le comprenden?

Lo que he descubierto es que cuando uno escribe sobre uno mismo acaba hablando un poco de todo el mundo. Las personas no somos tan diferentes como nos creemos, en muchos aspectos. Lo que espero es que la gente se busque así misma. Creo que mi vida no es interesante como tal. Cuando al público le gusta una de mis canciones es porque se ven reflejados en ellas. De alguna forma creo que le pongo palabras al sentimiento de otras personas. Algo es pop cuando tiene que ver con la memoria colectiva.

¿Sus letras son mentirosas, engañosas o experiencias propias?

(Ríe). Contienen todo eso. Trato de hacer canciones de forma que cuenten lo mío, pero sin que se sepa exactamente lo que me pasó a mí. Para contar una buena verdad tienes que contar una buena mentira. Y, a veces, para contar una mentira, tienes que contar una verdad. Las canciones pop, creo, tienen esa cualidad. Una canción solo funciona cuando alguien se ve en ella. La verdad llega del oyente.

¿Impone más tocar en salas pequeñas o grandes?

En las pequeñas. Tocar para veinte personas impone mucho, ves las caras de los de delante y detrás. Cuando son muchos, como en los festivales grandes, estoy más preocupado de que todo funcione bien que del público.

En mayo arranca la temporada en el festival Montgorock, en Jávea, con su tributo a Golpes Bajos, ¿le gusta ese formato de concierto?

En los festivales los conciertos no son tan largos, no puedo desarrollar mi repertorio, pero puedo ver a los colegas y eso me gusta. Los festivales tienen un punto de adrenalina muy bueno. Su proliferación es la respuesta a un público que está yendo.  

¿Va festivales con sus hijos?

Sí, claro. Siempre que pueden se apuntan y ahí están, a pleno rendimiento.

¿Es un padre que lee y escucha lo que leen y escuchan sus hijos?

Sí, aunque mis hijos no leen mucho, los cabrones. Me conozco a todos los Youtubers que ven. Como padre mi responsabilidad es saber qué están viendo mis hijos. Trato de entender su mentalidad y de esta manera puedo hablar con ellos al respecto de sus gustos y decirles si este o aquel me parece un gilipollas. Para poder opinar tienes que estar ahí, viéndolo con ellos.

¿Los hijos de Iván Ferreiro tienen el padre más molón de entre todos sus amigos?

No lo sé, pero sí trato de ser molón con ellos. A mis hijos les encanta todo tipo de música. Tengo la suerte de que muchos de los grupos que les gustan son amiguetes míos y eso son muchos puntos para un padre. No es la primera vez que mando a Santi Balmes (Love of Lesbian) o a Leiva a meterles una pequeña puya para que me estudien inglés. Yo recuerdo que cuando era pequeño que mis padres me decían cosas y no les hacía ni caso, pero luego venía un amigo de ellos que me caía bien y sí le escuchaba. Yo ahora hago ese truco.  

¿Por qué le gusta tanto actuar con otros amigos músicos?

Para mí la música tiene que ver con algo muy íntimo, pero también con algo colectivo. Si ves los créditos de mis discos cada vez compongo con más gente. Cantar con los demás es un flipe. En el escenario hay otra energía, no se puede tocar con alguien siendo ajeno al que tienes al lado. Cuando colaboras aprendes y siempre pasan cosas que no te esperas. Colaboro mucho, dicen que me paso de la raya. Creo que parte de mi trabajo por un lado es componer y por otro tocar en mis conciertos y con los demás.

¿Está cansado de lo que está bien visto?

Hasta la polla. Vivimos en una pequeña dictadura de los buenos modales y me pone bastante nervioso. Pero bueno, son los tiempos que corren.

¿Qué tiene Galicia para ser tan molona?

Galicia es un sitio flipante para vivir y los gallegos somos un poco aislados. Cuando te dedicas a algo creativo no tienes más remedio que seguir tus propios instintos. No estás tan influido por lo que pasa en Madrid o en Barcelona. Los que empezamos haciendo música en Galicia, donde llueve mucho y hace mal tiempo, lo único que podemos hacer es meternos en un local y hacer ruido. Y como estás muy lejos realmente quieres hacer lo tuyo, no te importa lo que opinen los demás, si estás en la onda o fuera de ella. Por eso creo que los grupos gallegos tienen algo muy particular.   

¿Es consciente de que la música que hace gusta?

Tengo la suerte de viajar, tocar y ahora mi carrera está como asentada. Cuando empecé con Piratas, un grupo que ahora todo el mundo ve como mítico, en el fondo no nos hizo caso casi nadie. En este momento disfruto mogollón, me contratan, voy a tocar y oigo a la gente cantar mis canciones. No hay emoción parecida a la que se siente al vivir un momento así.

Radiohead no canta Creep, ¿Iván Ferreiro que canción silencia?

Hubo una época en que me pasaba con Años 80, a la que tenía un tirria de la hostia. Pero ahora la propia canción se ha colocado en un sitio en el que disfruto mogollón.

 

Breve entrevista con Arancha Moreno, autora del libro Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia

Arancha Moreno, es periodista y autora del libro Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia, publicado por ediciones Efe Eme. Su lectura, entre otros secretos, desvela la razón por la que durante un tiempo Iván Ferreiro tuvo tirria a cantar Años 80, o cómo se gestó Turnedo, además de hacer de brújula para indagar en esa sima que es el músico gallego, una rara avis en el pop español.

¿Por qué un libro sobre Iván Ferreiro?

Iván es uno de los músicos más creativos e interesantes que me he cruzado desde que soy periodista. Es autor de canciones maravillosas desde hace más de 25 años, tanto con Piratas como en solitario. Creo que su carrera es apasionante y merecía una panorámica que la reivindicase. Aunque, con sinceridad: siempre he disfrutado de su obra y me he querido dar el capricho de conocerla desde dentro. Sus canciones me han dado mucho, y en este libro he intentado devolverle un poco.

¿Desde el principio supo la idea de libro que quería escribir o fue cambiándola a medida que hablaba con el músico vigués? 

La idea la tuve clara desde el principio. Creo que, más allá de su nombre propio o de discos concretos, son canciones concretas las que le han llevado hasta el lugar donde está. Me parecía un bonito homenaje que fueran ellas las que nos llevasen a través de su historia. Así se lo planteé a él desde el principio, y así lo hice.

Después de escribirlo ¿qué descubrió de Iván Ferreiro que le sorprendió?

Descubrí mejor al artista que es: un tipo apasionado, luchador y tremendamente creativo y exigente. Un tipo que es capaz de pelearse con su hermano durante una semana por una palabra de un verso, para decidir si una letra debe decir “mi corazón” o “tu corazón”. Es un detalle muy simbólico, pero deja claro hasta qué punto le da importancia a todo lo que conforma una canción. Todo está ahí muy trabajado, cumpliendo una función concreta, tanto en el fondo como en la forma. Y eso demuestra lo que le apasiona su trabajo.  

¿Por qué es tan querido el músico gallego por el resto de compañeros del gremio? 

Ahora que le conozco mejor, supongo que ven lo mismo que yo. No solo escribe y canta canciones que nos conmueven a todos; también es un tipo brillante, divertido, curioso y tremendamente generoso. Imposible no encariñarse con él.

¿En que se parecen y en que se diferencian el Iván Ferreiro de Los Piratas y el que trabaja en solitario? 

El hilo conductor que encuentro entre ambos proyectos es la energía que siempre ha tenido Iván. En Piratas empezó a encontrar el camino hacia donde está ahora. En los primeros discos lo hacía desde un rock más directo, y a medida que fue avanzando la banda, fue encontrando una voz como autor, y también una sofisticación en el sonido. Cuando empezó su carrera dio un golpe en la mesa con un disco mucho más crudo, como si volviese a empezar de cero, aunque ahora tiene muchas más armas encima. Creo que lo que más distingue los dos proyectos es que en la banda tenía que negociar, como sucede en los grupos, y en solitario tiene total libertad para dar rienda suelta a su creación. Por eso nunca sabes qué vas a encontrarte en su próximo disco, y eso me gusta.

Después de este libro, ¿estás 269 páginas más cerca de conocer a Iván Ferreiro o también sientes que ha jugado contigo, como hace con el público con sus canciones?

En algún momento de nuestras charlas para el libro, llegué a la conclusión de que la memoria y las palabras son un arma de doble filo: a veces lo convierten todo en recuerdos brumosos, y otras enseñan demasiado de uno mismo. Hicimos un pacto para protegernos de ambas cosas. Él siempre juega, pero yo también jugué.