Elemento clave de supervivencia en el pasado, fue acogido como animal doméstico en la agricultura para transportar cosechas y piedras para la construcción.

La escultura de gran formato, obra del artista lanzaroteño Paco Curbelo, fue inaugurada en 2015 en la rotonda de Uga, Yaiza, en la carretera LZ-2. Consta de una familia de camellos canarios, un macho de pie observando a la hembra descansando junto a su cría.

Los camellos llegaron a Lanzarote hace 600 años desde África, remolcados por embarcaciones y flotando en el mar. Animal arisco, duro, terco y protestón, supo trabajar en condiciones adversas transportando mercancías equivalentes a su propio peso y aguantando sin beber durante semanas. La sobriedad y la paciencia extremas fueron sus poderosas virtudes, indispensables para sobrevivir en condiciones de extrema aridez. Pese a que los dromedarios tienen una sola joroba, se les llama comúnmente camello canario.

Consideramos la acción del ser humano en paisajes tan emblemáticos como La Geria pero esto hubiera sido imposible sin la contribución de los camellos.

Los camellos fueron elementos indispensables en la agricultura de Lanzarote debido a sus adaptaciones morfológicas y fisiológicas al clima árido, permaneciendo como animal doméstico. Araban la tierra y transportaban las cebollas, las sandías, las cajas de vendimia y el vino a Arrecife para que llegaran al resto de las islas. Fue idóneo para trabajar en condiciones de secano. Las terrazas del norte de la isla responden, al trabajo desarrollado por estos animales, que ejercieron también, como peones de construcción. Personas mayores aún les recuerdan llevando barricas de agua a las casas antes de que existiera la red de abastecimiento, o trasladando chinijos y enfermos al médico desde cualquier rincón de la isla. Se les usaba para transportar, para labrar la tierra, para mover las tahonas, en la era y como animal de monta.

El rojo de los volcanes, el negro del rofe, el blanco de las casas y el azul del mar son elementos que confieren a la paisajística isleña un carácter singular y distintivo entre todos los lugares del planeta. Pero no todo el mundo conoce la importancia que han tenido los camellos en el trazado de esta belleza natural. Consideramos la acción del ser humano en paisajes tan emblemáticos como La Geria pero esto hubiera sido imposible sin la contribución de los camellos. Hasta Miguel de Unamuno les mencionaba a menudo en sus obras literarias durante su exilio.

Entrados en desuso por la mecanización industrial, los camellos encontraron un nuevo lugar con la llegada del turismo en el siglo 20. Actualmente, al igual que miles de lanzaroteños, los camellos viven del turismo, paseando foráneos en sus lomos por las Montañas del Fuego en el Parque Nacional Timanfaya. Pero si nos transportamos en la historia de cinco siglos atrás, acumulan en su currículo muchísimos otros méritos que merecen un homenaje.