Por Aarón Rodríguez González

Fotografías por Rocío Eslava

Cada año, los meses invernales traen consigo el espectáculo de la floración blanca de los almendros (o, como los conocemos en muchos lugares de nuestro archipiélago, “almendreros”), y nuestros campos se llenan de personas deseosas de contemplarlos y fotografiarlos. Por esa razón, este mes te proponemos un recorrido circular por uno de los mejores escenarios de Canarias para el disfrute de este soberbio espectáculo de la naturaleza: el occidental y recóndito valle de Santiago, en la isla de Tenerife.

Comenzamos a caminar en la histórica y pequeña villa, que desde el siglo XVII fue centro de un señorío feudal, cuyo primer señor fue Fernando del Hoyo. Desde su plaza, nos encaminaremos hacia la montaña de Bilma, uno de los múltiples conos volcánicos que se alinean entre Pico Viejo y el macizo de Teno, eje fundamental del crecimiento de la Isla en los últimos milenios y escenario de las más recientes erupciones volcánicas que han acontecido en Tenerife. Tras ascender por El Arrastradero, un topónimo que alude al intenso aprovechamiento maderero de los pinares que rodeaban el valle y el transporte, por arrastre, de los inmensos troncos, atravesaremos el canal de aguas de Tamaimo y llegaremos, finalmente, a El Calvario. Aquí, punto ideal para un reparador descanso, sucedió que, en el lejano mes de noviembre de 1909, se detuvieron las lavas de la última erupción acaecida en la Isla. Entre negros ríos de piedra, el camino se aproxima ahora a la cara oriental de Bilma, zona en la que se alcanza la mayor altitud del itinerario. A continuación, comenzamos a descender.

En todo momento, los blancos almendreros y los verdes pinos canarios aportan la nota de color al cuadro dominado por los negros, pardos y rojizos malpaíses, conformando un escenario repleto de contrastes. El espectáculo lo completa la visión del Teide y el Pico Viejo, que, en este sector de la Isla, normalmente a sotavento de los vientos dominantes y del mar de nubes, aparecen casi siempre en todo su esplendor. El descenso se acentúa al abandonar el pinar por el lugar conocido como “Cruz de Tea”, una encrucijada de caminos que, como tantas otras que reciben el mismo nombre, contó, en el pasado, con una cruz de madera de pino canario. Al llegar a La Gollada, cruzamos la carretera. Aquí y allá, a lo largo del recorrido, nos hemos venido encontrando con espacios aislados de tierra fértil que no fueron asolados por los ardientes ríos de roca fundida, posibilitando así el cultivo en su interior. Son las llamadas “Manchas”, auténticas islas en un mar de color oscuro, que dan nombre al barrio que desde aquí se divisa. Una vez que lo atravesamos, continuamos por la carretera para acceder a Santiago del Teide, nuevamente, por su cementerio. En su plaza, junto a la iglesia de Santiago y el monumento al guanche Cherfe, finaliza nuestra ruta de este mes.

  • Desnivel positivo: 425 metros de ascenso.
  • Desnivel negativo: 425 metros de descenso.
  • Longitud: 10,3 kilómetros.
  • Cota máxima: 1.255 metros de altitud.