Por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

Acciones que a priori parecen inofensivas como buscar información sobre temas sanitarios en Internet pueden repercutir en nuestra salud. No todo lo que se lee es seguro. Enfermedades como la cibercondría ponen de manifiesto los perjuicios que implica acceder a información errónea. Saber dónde buscar y cómo seleccionar fuentes seguras se convierte en una necesidad para los usuarios.

En la era de la información hemos pasado de ser personas analfabetas tecnológicamente a tener presencia y actividad en las redes. Este proceso ha sido rápido y sigue evolucionando. Sin embargo, todos los avances traen una serie de riesgos intrínsecos, siendo la falta de conciencia de los efectos nocivos de una mala información uno de ellos.

Por eso cuando navegamos resulta tan esencial saber qué buscar como dónde buscarlo. No todo lo que es accesible en las redes procede de fuentes fiables y seguras y cualquier persona puede acceder a la red y compartir la información que estime oportuna, sin pasar ningún control que la corrobore.

La realidad actual nos enseña cómo Internet, que permite a los usuarios empoderarse, puede convertirse en todo lo contrario. La diferencia estriba en las fuentes seleccionadas, que pueden ser un beneficio o un riesgo. Esta situación se agrava y adquiere mayor relevancia cuando los temas tratados pertenecen al campo de la salud.

¿Quién no ha buscado en la red información sobre algún diagnóstico? ¿Quién, presentando algún síntoma, no ha tratado de encontrar respuesta en Internet?

Los estudios realizados sobre el uso de las redes como fuentes de información en salud revelan que alrededor del 60% de la población usa este medio para informarse (Viviana Marín-Torres; Víctor Villaescusa-Martínez); porcentajes que varían según los rangos de edades pero que siguen al alza.

Los perjuicios de una mala búsqueda están ocasionando que los usuarios tiendan a asociar erróneamente a su estado de salud posibles enfermedades descritas en la red. Ansiedad, miedo, preocupación… son algunas de las consecuencias que puede conllevar dar credibilidad a todo lo que se lee en Internet.

La cibercondría, catalogada como nueva enfermedad del siglo XXI, pone de manifiesto este problema. Las personas, en la búsqueda de sus síntomas a través de los foros, blogs…, acaban asumiendo de forma infundada enfermedades, con todas las repercusiones biopsicosociales que esto implica a nivel personal, junto con los gastos que ocasiona a los sistemas de salud.

Esta situación, que no pasa desapercibida para nadie, está propiciando que los profesionales sanitarios se estén lanzando a las redes para compartir sus conocimientos, creando fuentes seguras en temas de salud a través de blogs personales y páginas institucionales.

Como ejemplo nos encontramos en la web del Servicio Canario de Salud una sección con información sanitaria de calidad para el ciudadano. Y en I-botika, del departamento de salud del Gobierno vasco, podemos acceder a información segura sobre medicamentos. Se trata de recursos útiles para la población que actualmente son escasos y desconocidos.

Todo esto nos muestra la importancia de saber buscar de manera correcta fuentes seguras, distinguiéndolas del resto de opciones. Establecer ciertas pautas a la hora de visitar Internet nos permite que este recurso se convierta en nuestro aliado, protegiéndonos de los efectos colaterales de una mala información.

Cuestiones como ¿el autor es un profesional cualificado en el tema? ¿Presenta algún respaldo sanitario/institucional? ¿Ha pasado algún proceso de evaluación el contenido? ¿Nos facilita enlaces a páginas oficiales sobre esta temática? ¿Es una información actual y actualizada? Todas estas preguntas pueden ayudarnos a realizar una selección adecuada de la información.

Incorporando estas pequeñas pautas conseguiremos marcar la diferencia y caminar de forma segura y saludable a través de Internet.