Cronos, el Primer Congreso Mundial sobre Momias, supuso una reinterpretación del estudio de las momias en todo el mundo. Era la primera vez que los expertos coincidían en un mismo foro, que, desde entonces, se hizo regular. 25 años después, más de 300 expertos coincidirán de nuevo en Athanatos, la inmortalidad de las poblaciones del pasado, organizado por el Cabildo de Tenerife con interesantes conferencias, exposiciones y seminarios y donde se homenajeará a cofundador de estos congresos, el norteamericano Arthur C. Aufderheide. Su contraparte era Conrado Rodríguez Maffiotte, actual director del Instituto Canario de Bioantropología y del Museo Arqueológico de Tenerife: “No conozco a ni un solo científico que no muestre temor, ansiedad, angustia y mucho respeto a la muerte”, asegura en esta entrevista.

¿Qué ha cambiado en estos 25 años de estudios sobre momias?

Podría decirte todo. Entonces no teníamos los medios actuales para comunicarnos con los demás. No había un corpus internacional de científicos que se dedicaran al estudio de momias. Y no tenían dónde hablar y contrastar sus estudios; un foro que los agrupara. A partir de ahí, otras instituciones internacionales se implicaron en la continuación de Cronos, en Colombia, Chile, Groenlandia, Italia, Lanzarote, Estados Unidos, Río, Lima y ahora aquí. Internet, los móviles, el correo electrónico y los WhatsApp… todo estaba en pañales hace 25 años. Todo era por fax o télex. Las técnicas de laboratorio se han refinado hasta el punto de que ahora en 10 minutos tenemos el escáner completo de una momia, con reconstrucción 3D y, si quieres, animada. Lo mismo en genética, donde de un diente tenemos toda la historia molecular de un individuo. Ahora los estudios sobre momias siguen un protocolo y se ha avanzado en los estudios físico-antropológicos. Muchas instituciones académicas han incorporado estos estudios.

En este tiempo ¿se han producido hallazgos notables?

El Señor de Sipán fue un hallazgo a nivel mundial. Lo mismo la laguna de los Cóndores, en Perú. En Canarias, no ha habido hallazgos de momias pero sí se consiguió la restitución de los dos individuos en Necochea (Argentina) y de otras tres con la Universidad Complutense de Madrid. En materia arqueológica, el yacimiento de Lobos ha sido el más relevante de toda la prehistoria canaria.

¿La población de las Islas conserva algún rastro de ADN aborigen?

¿Cómo que si hay genes? Por supuesto que sí. Eso está comprobado. Solo han pasado 500 años, no 5.000. El ADN mitocondrial hereda el 60% de la madre y el cromosoma Y, del padre, se hereda un 10%. Aquí no hablamos de Prehistoria, sino Protohistoria; una población que vivía en unas condiciones, sin metales ni textiles, que no se correspondían con el contexto general (pleno Renacimiento).

Cuando se encuentra con una momia delante, ¿habla con ellas?

Si sabes preguntarle… Hay una frase de Guerrazzi que me encanta: “Hasta las cenizas hablan si sabemos interrogarlas”. Te lo cuentan todo. Lo primero que te interesa es sexo y edad, y te lo dice. Eso te orienta a lo que encontrarás en los análisis bioantropológicos y patológicos. También nos cuenta su estatura, robustez, actividades físicas que desarrolló, en qué acciones violentas participó o fue víctima, muchas de las patologías que padeció, qué comió, su estado nutricional, si pasó hambre, la época en la que vivió… Prácticamente conocemos la historia del individuo a partir del estudio de huesos y tejidos blandos. Su osteobiografía. Y si aparece con ajuar, sabremos las características culturales y sociales de la población a la que pertenecía.

Con ese arsenal de herramientas tan sofisticadas, ¿cuál es ahora la incógnita trata de despejar actualmente el estudio sobre momias?

Hay varias. Estamos completando un screening de las culturas que han momificado en todo el mundo. Conocemos sus métodos de momificación y cómo se enterraban. Lo que tratamos es saber por qué de la existencia de momias artificiales, hechas por el hombre (directa o natural intencionada).

Ustedes que trabajan con huesos y restos, ¿qué relación tienen con la muerte?

Los forenses y los antropólogos forenses le tenemos mucho respeto a la muerte, quizás mucho más que el resto de la población. No conozco a ni un solo científico que no muestre temor, ansiedad, angustia y mucho respeto a la muerte.