Aranzazu del Castillo Figueruelo
El mundo de las tecnologías a menudo genera sentimientos de amor-odio hacia ellas. El desarrollo de dispositivos cada vez más efectivos, eficientes y atractivos anima a un público cada vez más amplio a usarlos y engancha a individuos desde la más tierna infancia a la más serena adultez. Pero, ni siempre son tan efectivas, ni siempre tenemos nosotros las habilidades para usarlas y disfrutarlas adecuadamente. En consecuencia, podemos experimentar frustración, estrés y otras emociones poco placenteras.
En el campo de las relaciones entre personas, la existencia de un dispositivo o aplicación de estas características puede convertirse en un gran aliado o en el máximo enemigo. La comunicación humana ha cambiado desde que disponemos de plataformas digitales para hacerlo, no necesariamente a algo peor, pero sí a algo distinto y con nuevos matices.
¿Cuál es nuestra vía de comunicación más frecuente hoy en día? Por suerte, sigue siendo la hablada, la del cara a cara, pero la mensajería instantánea ocupa un puesto nada desdeñable en nuestro mundo. Es maravillosa. Une mundos lejanos, acerca a personas y hace posible y más fácil cuidar de las relaciones a distancia. Sin embargo, las propias características de la mensajería instantánea pueden hacer que esta, lejos de facilitar las relaciones, las dificulte generando barreras. Veamos dos características de este tipo de interacción y cómo afecta a las personas:
Primero, como su propio nombre indica, la mensajería instantánea (WhatsApp, Telegram, Messenger, etc.) implica instantaneidad. Según el diccionario de la Real Academia Española (R.A.E.), esto quiere decir al menos dos cosas: 1) que se produce inmediatamente y 2) que dura solo un instante. Aunque en su origen la mensajería instantánea naciera con el objetivo de cubrir el primero de estos aspectos, actualmente también permite el envío de información que desaparece al poco de haberse enviado (p. ej.: Snapchat).
Segundo, como vía de comunicación, sigue basándose principalmente en el mensaje escrito para transmitir la información, pero es cierto que cada vez incorpora más elementos visuales e interactivos con los que podemos dar vida y matices a nuestras conversaciones diarias. Desde los más sencillos emoticonos, a los más elaborados GIFS, pasando por las fotos, los vídeos o los audios que podemos añadir en cualquier momento de nuestro discurso. Además de esta función, la posibilidad de enviar mensajes a través de diferentes canales de entrada (escrito, imagen, audio, etc.), favorece la accesibilidad, en el sentido de que hace posible que personas con dificultades (p.ej., falta de vista) o, sencillamente, diferentes capacidades puedan utilizarlas más fácilmente.
A partir de estas dos particularidades -en principio positivas- de la mensajería instantánea las personas hacemos una serie de deducciones que pueden jugar en contra de la comunicación. Instantáneo implica que se produce inmediatamente y por ello, esperamos que la otra persona lo lea inmediatamente y lo responda inmediatamente. De lo contrario, sacamos conclusiones (sesgadas y precipitadas) como me ignora, no le intereso, lo está haciendo adrede. Y esta manera nuestra de pensar nos lleva a buscar datos confirmatorios como mirar si la persona está conectada o no o chequear la última hora de conexión. ¿Consecuencia? Frustración, ansiedad, enfado, etc.
La otra deducción sesgada que hacemos tiene que ver con la segunda de las características: el uso de matices en la conversación. La línea de pensamiento es la siguiente: la comunicación escrita es incompleta porque pierde mucha información no verbal que proviene de la expresión de la cara, los gestos y la postura corporal. El uso de emoticonos, GIFS, fotos, audios y otros complementos contribuye a suplir esta carencia que, además, debería usar siempre. Conclusión, si una persona escribe sin emoticonos quiere decir que está enfadada, decepcionada, triste, no le intereso, etc. Es cierto, hay mensajes y palabras que son suficientes porque cuentan con una carga emocional en sí misma, pero muchas veces somos nosotros quien añadimos ese significado o tono emocional. La próxima vez que leas un mensaje que te haya disgustado prueba a releerlo con un tono de voz más neutro y comprueba qué efecto tiene en cómo te sientes. Otro recurso que suele funcionar es compartir el mensaje con alguien de confianza, pero no implicado en la relación, ya que nos puede ayudar a ver la situación con más objetividad.
Son solo dos ejemplos de cómo las potencialidades de la mensajería instantánea pueden ser un arma de doble filo. Utilízalas en favor de la comunicación y no en contra de ella. Úsalas, pero no pierdas de vista que, la comunicación cara a cara sigue un ritmo más suave. Las personas no respondemos -o no deberíamos responder- inmediatamente a lo que nos dicen, solemos tomarnos un tiempo para pensar nuestra respuesta. Tampoco mostramos continuamente caras y gestos expresivos, las caras neutras también son válidas y no reflejan necesariamente una actitud negativa. Recuerda también que, igual que estilos de comunicación cara a cara, las personas variamos en nuestra forma de comunicarnos vía telemática.