Por Francisco Belín

Ilustración por Ilustre Mario

El jefe de cocina radicado en el municipio majorero de La Oliva es capaz de combinar en su espacio culinario (Casa Marcos)  todo lo que de interesante, variado y sorpresivo se puede esgrimir de la cocina de su isla con sus matices interpretativos tan personales. El cocinero es uno de esos iconos no sólo por poner en valor una cocina directa, de sabor y de raigambre: además, profundiza en el legado de sus ancestros para rescatar técnicas y elaboraciones que en algún momento se difuminaron en el tiempo.

Carácter, seriedad, sabiduría y hasta una divertida socarronería personal y culinaria SON algunos de los signos que han afianzado a este chef entre los artífices del buen hacer de una cocina sencilla pero rotunda como es la majorera. La vieja seca, con maestría en la concepción del gofio y la cebolla, los huevos amarrados o el pulpo al mojo hervido, el hígado encebollado al ron; clásicos de una restauración de obligada visita en Fuerteventura y con la seguridad de encontrar al tiempo grandeza y meticulosidad en cada emplatado.

Al margen del desarrollo personal y profesional en cocina, Gutiérrez hace gala de un empeño que le honra, un compromiso con la búsqueda de aquellas joyas que un día se perdieron; sin duda, él ha sido capaz de engarzarlas nuevamente con sus extraordinarios ensayos con la cabra majorera y también el cochino negro.

“Estos ensayos, en los que me propongo perseverar, sirven para que quizá en unos 40 años estén plenamente asentados en la cultura culinaria de  mi Isla; ¡qué mejor legado!”, asevera el cocinero, que ha enaltecido algunas preparaciones con los citados animalitos como materia de origen: paletilla, pata y tocineta de cabra; también chorizo y lomo curado de cochino negro.

“Yo me dedico a lo que me dedico; a la vertiente de la restauración. Pero al margen, y con incluso respeto a nuestro antecesores, me dedico a poner al día lo que era de manejo habitual entre nuestros mayores”.