Por Juan José Ramos Melo @BirdingCanarias

Al caer la tarde un grave silbo comienza a sonar en nuestros barrancos, pueblos e incluso ciudades. Inicialmente unos pocos reclamos aislados, pero según se acerca la puesta de sol el sonido puede llegar a ser más intenso. Pequeñas aves negruzcas cruzan el cielo de un lado para otro, su rápido vuelo dificulta la observación, pero no dejan de llamar nuestra atención. Han vuelto los vencejos, comienza a subir el mercurio en los termómetros.

Los vencejos, también conocidos en Canarias como andoriñas u anduriñas, palabra aparentemente de origen portugués, son conocidos por anunciar cambios de tiempo o la llegada de días de calor, una especie de indicador meteorológico local, existiendo dichos como “cuando la andoriña vuela bajo, cambia el tiempo pa’calor”. Esta creencia popular está asociado con la llegada de la primavera, pues es en estas fechas cuando llegan a las islas buena parte de la población de estas aves. Los vencejos que crían en Canarias pasan el periodo invernal, desde octubre a marzo, en latitudes más sureñas, sobrevolando las tierras tropicales africanas, al sur del desierto del Sáhara.

Estas grandes viajeras pasan buena parte de su vida volando, pudiendo llegar a dormir en vuelo tras alcanzar grandes alturas donde difícilmente encuentran obstáculos que interrumpan su descanso. Al parecer solo pisan tierra durante la temporada de cría, época en la que frecuentan zonas acantiladas, la boca de grandes cuevas, la cornisa de edificios, puentes y otras infraestructuras, lugares donde ubican sus nidos aprovechando las oquedades existentes.

Normalmente las observamos formando grandes bandos, que en ocasiones superan los varios centenares, especialmente al finalizar el verano, fechas en las que los jóvenes nacidos recientemente y los experimentados adultos aguardan la señal que marca el inicio del viaje migratorio hacia el continente africano, alimentándose continuamente mientras vuelan con la boca abierta como si de una aspiradora se tratara. Cada día miles de moscas, mosquitos, polillas y mariposas son ingeridas, convirtiéndoles en grandes aliados para controlar las plagas de insectos que afectan nuestros campos y ciudades.

En Canarias podemos observar habitualmente tres especies diferentes de vencejos, el más singular de ellos es el vencejo unicolor (Apus uniciolor) una pequeña ave de color negro con cuerpo en forma de media luna, que se reproduce tan solo en Canarias, Madeira y algunos enclaves de la costa marroquí entre Essaouira y Tan Tan. Una especie endémica de la macaronesia, que no podemos observar en libertad en ningún otro lugar del planeta.

Las otras dos especies son el vencejo pálido (Apus pallidus), con el cuerpo algo más parduzco y ligeramente escamado, tiene una distribución mucho más amplia, lo podemos encontrar en buena parte de los países ribereños del Mediterráneo y el norte de África, ocupando en Canarias las zonas menos húmedas de las islas. Y el vencejo común (Apus apus) algo más grande que los anteriores y con la garganta casi blanca. Muy escaso en Canarias, con unas pocas colonias de cría conocidas en zonas urbanas. Se distribuye en buena parte del sur de Europa y el oeste de Asía, y al igual que su congénere pasa el invierno en el sur de África.

Hoy los vencejos pasan desapercibidos sobre nuestras cabezas, el ruido de la ciudad los ha hecho olvidar. Pero hasta hace poco era la forma en la que nuestros abuelos sabían cuando prepararse para recoger la cosecha o sembrar algunas hortalizas estivales. Quizá, con los grandes cambios que está sufriendo el clima del planeta, los vencejos no vuelvan a migrar, no viajarán lejos o en el peor de los casos ni siquiera volarán.