Por Carlos Fuentes

Si tiene la suerte de volar a Cabo Verde, el viaje no estará completo si no prueba alguna comida casera que se venda en las calles. Desde puestos de frutas rebosantes de mangos y plátanos hasta pequeñas delicias que los vendedores ambulantes dispensan a pie de playa. En Prainha, una pequeña cala de fina arena amarilla al norte de la bahía de la capital de la isla de Santiago, es típico disfrutar del mar comiendo pasteles rellenos con dulce de guayaba. Los pequeños prefieren postres de cuchara también de elaboración casera. Una oferta tradicional ajustada a todos los bolsillos (a veinte céntimos de euro el pastel) que cambia según el momento del día y el origen del vendedor, casi siempre mujeres.