Por Aranzazu del Castillo Figueruelo

Primero un chequeo rápido. Todos preparados en sus puestos habituales desde bien temprano en la mañana: el/la frutero/a, el/la carnicero/a, el/la de la pescadería, el/la de los periódicos, el/la del bar… Un saludo general y un intercambio amable de palabras siempre acompañado de una sonrisa, pese al madrugón.

Después comienza la tarea de verdad: hacer la compra mientras se anticipan los sabrosos platos que se prepararán más tarde con cada uno de los ingredientes comprados (la crema de bubangos, el pescado al horno, las papas rellenas de carne, el rancho canario…). Madres e hijas, abuelos y nietos, hermanos o primas o -mejor aún- la mezcla de varias generaciones juntas comentan la jugada frente a cada uno de los puestos. Se valora calidad, variedad, precio y amabilidad del vendedor/a, pero, a decir verdad, todo eso queda relegado a un segundo plano en la recova.

mercado

A diferencia de los supermercados u otras grandes superficies de venta, en el mercado local todo queda más próximo, todo queda como en familia. Por eso, sin saber muy bien ni cómo, ni en qué momento, ni por qué, uno acaba contando su vida al vendedor/a y preguntando a él/ella por la suya (“¿Cómo va tu hijo en la península?””¿Cómo sigue tu madre?”, “¿Han logrado alquilar el piso?” etc.), Se comparten experiencias y se ofrecen consejos en ambas direcciones, sin que la barrera de manzanas, mangos, berenjenas o tomates suponga ningún impedimento para ello.

Quizá es esta cercanía y este interés sincero y mutuo una de las características más atractivas de la recova. Algo que, con dificultad se consigue en otro tipo de superficies de venta -pese a que en Canarias seamos dados a esta cercanía casi por naturaleza.

¿Qué marca la diferencia? Podría ser nuestra actitud y el tiempo que nos tomamos para realizar esta actividad. Ni todas las familias lo hacen, ni todas lo hacen de la misma manera, así que voy a hablar desde mi propia experiencia. Desde mi punto de vista, ir a la recova es casi como una tradición o un ritual. No se va al mercado entre semana, con prisas y apurado porque no se tiene tiempo, a comprar las dos cosas que le faltan a uno para preparar la cena de ese mismo día. Se va el fin de semana, en mi caso, el domingo, con toda la calma y parsimonia que ese día dominical puede aportar ya de por sí. No se va solo, con los auriculares enchufados en los oídos y de camino hacia otra actividad. Se va con la madre, con el padre, con la abuela, con el hermano, con el primo…a lo sumo con amigos y se aprovecha para hablar y poner al día sobre los acontecimientos sucedidos durante la semana que acaba de terminar.

Actualmente resuena mucho la palabra mindfulness, un concepto que viene de la filosofía budista y que se ha ido integrando en la cultura occidental en los últimos años. Viene a hablarnos de la importancia de vivir en el momento presente y de reconectar con el aquí y ahora, en una actitud de no juicio, sino de apertura a lo que viene.

¿Qué tiene que ver el mindfulness y la recova? A priori nada. Sin embargo, entendido de la manera en que yo lo he explicado a lo largo de este artículo podríamos encontrar ciertos puntos de conexión. En primer lugar, porque requiere detener el piloto automático con el que habitualmente vamos por la vida. En segundo lugar, porque supone desviar la atención de las preocupaciones y pensamientos negativos para proyectarla hacia aquello que queremos comer y por tanto, hacia los ingredientes que tenemos que comprar para prepararlo. En tercer lugar, porque implica reconectar con el aquí y ahora desde un punto de vista social (las personas con las que acudes y aquellas que te vas encontrando en el mercado) y desde otro más físico o terrenal (el contacto con los colores, los olores y las texturas de los diferentes alimentos). Y en cuarto y último lugar, porque podría ayudar a entrenar la habilidad de no juicio o apertura a la experiencia al ponernos en contacto con historias y consejos de personas más o menos parecidas a nosotros, solo por el placer de compartir y no tanto por pretender resolver el mundo en dos días.

¿Te apetece un paseo con actitud mindfulness a la recova?