Por Aranzazu del Castillo Figueruelo

Si algo es distintivo del carnaval eso son los disfraces. Lo mismo da que sea en forma de elegantes atuendos y máscaras venecianas, de plumas de brasil o de narices rojas de payaso. Durante estas fiestas se produce un fenómeno similar a lo que ocurre en las playas nudistas. No se puede ir sin disfraz porque se desentona dentro de la mixtura de música y color. Uno mismo se siente incómodo y fuera de lugar y los que ya están en la fiesta tampoco saben cómo deben actuar.

            Por eso, si uno se propone salir en carnavales debe saber que previamente debe realizar un ejercicio  de imaginación y creatividad. Este proceso puede partir de cero, si se cuenta con la motivación y el tiempo suficiente o, para los más comodones, basarse en la temática y el cartel acordado. Este año parece que nos vamos al Caribe, a ver qué se nos ocurre entre cocos y palmeras.

            Además de ser original, el disfraz debe tener otra característica, al menos en el carnaval de Canarias, donde somos muy dados a mezclarnos: debe favorecer la interacción. De nada sirve transformarse a la perfección en un personaje si luego este no facilita conversaciones y bailes con los de su alrededor. A lo sumo, si está muy logrado, provocará asombro y admiración. Pero no es esa la esencia de esta fiesta.

            La creatividad entendida como un proceso o habilidad psicológica podría definirse como la capacidad para generar ideas originales o novedosas que resulten útiles o adaptativas. Conceptualizada de esta manera, es una destreza que debería entrenarse desde la infancia puesto que muy posiblemente influirá en la capacidad posterior del adulto para tomar decisiones y resolver problemas con seguridad.

            La creatividad nos mantiene despiertos y abiertos de mente. A lo largo del día los adultos debemos tomar una gran cantidad de decisiones, unas más trascendentales que otras. Cuando nos sentimos inseguros, no estamos acostumbrados a pensar en alternativas o nos quedamos atascados en una de ellas por miedo a cambiar, cada una de estas decisiones implica un gran desgaste psicológico y una considerable pérdida de tiempo. En cambio, cuando cuando confiamos en nosotros mismos y en nuestras capacidades,  nos sentimos ágiles mentalmente para generar opciones variadas y tememos probar y cambiar de dirección cuando una de ellas no funciona, las decisiones poco trascendentales se toman casi de manera automática  y no suponen tal agotamiento físico o mental.

            Lo tenemos fácil. El carnaval y la tradición -o presión- de elaborar un disfraz original y divertido puede servirnos como excusa perfecta para entrenar la capacidad inventiva. Además, sería positivo que empezáramos a hacerlo con los más pequeños de la casa, teniendo en cuenta que la familia junto con otros adultos de referencia (p. ej., los profesores en el colegio) tienen una gran influencia sobre el desarrollo posterior del niño. Serán adultos más seguros, más flexibles y más decididos.

            En relación a los carnavales, la creatividad está presente en diferentes momentos (desde la búsqueda de la inspiración, la elección y preparación en grupo del disfraz, hasta la puesta en escena de nuestro papel, es decir, cómo nos moveremos y hablaremos mientras estemos disfrazados) y no se limita unicamente a la pieza del disfraz. La música, los bailes y todo lo que implica esta fiesta puede facilitar la flexibilidad, el “soltar amarres” y el atreverse a ser diferente.

            Aunque el carnaval se vive de manera diferente durante la niñez, la adolescencia y la etapa adulta,   todas ellas tienen este elemento en común. No lo olvides, el entrenamiento no termina con la madurez y, dado que debemos predicar con el ejemplo -porque los niños son lo que ven-, los adultos podemos seguir potenciando nuestra creatividad a través del juego y la diversión del carnaval.

¡Que te diviertas! 😉