PRIMER PREMIO

Carlos G. González González

Modo avión

No te miro, no me miras. Te noto distante. Me noto distante. De un tiempo a esta parte pasa siempre lo mismo. Juntos en la misma mesa, sí, pero sin mirarnos.

Cada uno a lo suyo, cada uno a la nada.

Ensimismados, dos cabezas agachadas. Donde antes brillaban nuestras caras ahora sólo brillan dos pantallas.

En ese momento levanto la mirada, desvirtualuzo mi alma y veo como esa sonrisa que me enamoró ilumina nuevamente tu deliciosa tez.

Este divertido vino de marmajuelo que, tras llevar a tu nariz con fina y estudiada dulzura, deslizas ahora con embriagadora sutileza a través de tu garganta me evoca a tí: Carácter, franqueza y complejidad, regado todo ello con un largo aroma de sinceridad que, con un justo carácter ácido, a nadie puede dejar indiferente.

Modo avión.

Te sonrío, me sonríes. Te miro me miras.

aircraft-464296_960_720

SEGUNDO PREMIO

Estefanía Martín Delgado

Allí, pero aquí

Todo es familiar aquí, aunque distinto.

No sé si hay mejor motivo para emprender un viaje que un corazón roto. Tal vez crean que va a ser éste un racconto romántico, de esos en los que una muchacha joven -permítanme la licencia- coge un avión a una isla exótica en pos de algún amante de urgencia. Bájense de ahí. Olvídense.

Peixe espada com banana. Vinho seco. Queixada.

Verán, mi madre estuvo muerta. Durante quince largos, angustiosos, pegajosos días con sus largas, angustiosas y pegajosas noches. Hubo de todo en aquellas horas sucias, donde nada se podía hacer que fuera esperar. Lo peor.

Espetada. Milho frito. Pudim da maracujá.

Lo cierto es que se hizo el milagro. Había que celebrarlo. Así, con su corazón roto, remendado, nos fuimos a Madeira, lejos pero cerca. Allí pero aquí.

M’hija, esta poncha resucita a un muerto. Honrémosla, pues. Amén.