Por Salvador Aznar

Acabo de llegar al aeropuerto de Al Massira, el vuelo de Binter ha sido puntual y ameno. Después de recoger las maletas y pasar los pertinentes controles aduaneros, deambulo curioso por las instalaciones del aeropuerto y observo cómo el resto de pasajeros se precipita hacia la salida de la terminal, en busca de transporte. Después de cambiar algo de dinero y de tomarme un café, decido salir sin prisa, en busca de un taxi que me lleve a la ciudad. Hoy, no parece que haya mucho tráfico aéreo, así que ahora soy el único cliente disponible y puedo permitirme el lujo de elegir vehículo y conductor.

Tras recorrer los 22 km. que separan el aeropuerto de la ciudad, desde las ventanas del taxi ya comienzo a vislumbrar el luminoso y moderno entorno urbanístico de esta ciudad cosmopolita, moderna y universitaria, que no exhibe la imagen típica de las ciudades históricas de Marruecos. Esta curiosa circunstancia se debe a que la antigua ciudad fue destruida en 1960 por un terrible terremoto. Y por esta razón, la nueva urbe construida a 2 km. del epicentro, muestra una distribución más funcional y moderna. Anchas avenidas o bulevares, (como aquí se denominan) atraviesan la ciudad, paralelas a la costa donde una extensa playa de fina arena, se extiende al abrigo de la bahía. Estos 9 km. de playa flanqueados por numerosos restaurantes y tiendas, en combinación con el clima subtropical que impera en la zona, contribuyen a que esta sea, después de Marrakech, la segunda ciudad marroquí más visitada por el turismo internacional.

Foto: Salvador Aznar
Foto: Salvador Aznar

Importantes cadenas hoteleras se han instalado en la zona y las ofertas son de lo más diversas. El Atlantic Palace Agadir, un antiguo 5 estrellas situado muy cerca del paseo marítimo y a un precio muy asequible, me pareció una buena opción. Así que resuelto el tema de hospedaje, comienzo a recorrer la ciudad, donde grandes edificios civiles y gubernamentales alternan su presencia en las amplias avenidas con comercios, restaurantes y cafés, confiriendo a la ciudad un cierto aire europeo. Camino despacio por las amplias calles, la gente pasa a mi lado indiferente ante mi condición de foráneo y solo algunos comerciantes intentan llamar mi atención de manera cortés para ofrecerme sus productos. Pero ahora estoy más interesado en encontrar un lugar donde comer. La oferta gastronómica es bastante diversa, pudiendo optar por la cocina internacional o por la marroquí. Cerca de la mezquita Loubbnan, encuentro una zona con pequeños restaurantes y finalmente me decanto por la comida regional, así que elijo uno de los locales en los que veo a gente del país como clientes. La elección fue todo un acierto: un delicioso cuscús, pan y refresco, por tan solo 75 dirhams, unos 6,83 euros al cambio.

Después de tan reconfortante almuerzo, acudo a la cita que había programado con Mohamed, el taxista que me trajo desde el aeropuerto. Cerradas nuestras negociaciones para las visitas que tengo programadas durante mi estancia en Agadir y alrededores, nos dirigimos hacia las ruinas que tras el terremoto quedaron de la antigua Kasbah, situada sobre una colina a 230 metros sobre el nivel del mar. Desde sus viejas murallas, se puede apreciar una formidable vista de la actual ciudad.

Atardece y desde aquí arriba, mientras la cálida luz del sol baña la ciudad, se aprecia con detalle el incesante movimiento de grandes y pequeños barcos, que entran y salen a diario del extenso e importante puerto comercial y pesquero de la ciudad. Siempre escoltadas por la mirada atenta de las numerosas gaviotas que las sobrevuelan, atraídas por la pesca del día. Entre el puerto y la Kasbah, destaca la blanca mezquita de Sidi Boulkhadel, patrón de la ciudad y protector de los pescadores.

agadir puerto
Foto: Salvador Aznar

De vuelta a la ciudad, paseo junto al bullicioso puerto pesquero donde se ubica otro más tranquilo y selecto, se trata de la Marina de Agadir y su puerto deportivo, una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Tiendas de grandes firmas abren sus puertas entre cafeterías y terrazas de alto nivel, mientras en los cercanos pantalanes se balancean sobre las aguas atlánticas, los barcos de recreo. En esta zona de la ciudad también se pueden contratar diversas actividades acuáticas, como jet sky, excursiones en barco o submarinismo.

Muy cerca de la Marina, mientras las últimas luces del día van dando paso a la noche, en la zona sur del paseo marítimo destaca la iluminada silueta de La grande Roue de Agadir, una gigantesca noria con más de 50 metros y 27 cabinas que te eleva hasta el cielo más cercano. Mientras en suelo firme, la ciudadanía pasea tranquilamente con sus parejas, familias o amigos por la avenida de la playa, donde restaurantes, salas de fiesta y casinos, están listos para recibir a los nuevos clientes.

Agadir, me sorprende muy gratamente por su tranquilidad y modernismo. Aún tengo previsto seguir recorriéndola algunos días más para visitar el zoco el Had o el Museo Amazigh entre otros lugares de interés. Además de explorar zonas de playa y otros atractivos parajes cercanos, tales como el pueblo costero de Taghazout, 20 km. al norte de la ciudad, la región de Souss Massa, un Parque Natural en la costa sur o ascender por las carreteras del Atlas, hasta llegar al valle conocido como Paradise Valley, un frondoso y recóndito barranco en el que se puede disfrutar de pequeños estanques y cascadas… pero eso lo contaré en los próximos artículos.

Foto: Salvador Aznar
Foto: Salvador Aznar

Si decides visitar Agadir, te recomiendo que te tomes tu tiempo para experimentar de primera mano, todo lo que esta capital marroquí y las zonas periféricas te ofrecen. Así mismo podrías aprovechar la ocasión para visitar la histórica ciudad y puerto de Mogador, ahora conocida como Essaouira, a poco más de 3 horas de camino. Esta típica ciudad costera, es un destino muy popular entre los surfistas y fue Meca de los hippies en los años 70. El paseo por sus tranquilas calles y plazas, el trajín de barcas, gaviotas y pescadores de su puerto, junto a las extensas playas que abren la ciudad al Atlántico, dejaran huella en tu alma viajera.

Qué ver y hacer en Agadir

Puerto pesquero: debe visitarse por la mañana temprano, cuando los barcos llegan a los muelles con su preciada carga. La Lonja y los kioscos donde sirven pescado frito, son visitas recomendadas.

Zoco el Had: el gran mercado de la ciudad, también es una visita que debe hacerse durante la mañana, para llegar hasta ahí, es conveniente coger un petit taxi de color rojo (son más baratos).

Playa y paseo marítimo: estos importantes atractivos de la ciudad, ofrecen la posibilidad de pasear o tomar un baño, en cualquier momento del día.

Restaurantes de gastronomía internacional y regional: se extienden por toda la ciudad. Mimi La Brochette, en pleno paseo marítimo y con vistas a la playa, es una buena opción.

En el Nuevo Talborjt, o centro de la ciudad, se pueden visitar el Museo del Patrimonio Amazigh, los jardínes de Olhao, la iglesia católica de Santa Ana, (de la época del protectorado francés), o las mezquitas de Mohamed V y Loubnane. También puedes visitar un pequeño parque zoológico, llamado Valle de Osieaux, en el que podrás ver varios tipos de aves y algunos muflones.

mezquita centro
Foto: Salvador Aznar

Cafeterías: una de las más populares es la Patisserie Tafarnout, ubicada en una esquina de la Avenida Hassan II, donde sirven excelentes dulces, té o café.

La vieja Kasbah: desde donde podrás disfrutar de unas excelentes vistas panorámicas de la ciudad, especialmente al atardecer.

Vida nocturna: cuando las últimas luces del día se ocultan en el horizonte, Agadir se ilumina con las luces de neón que muestran las fachadas de restaurantes, salas de fiestas y casinos. El Zanzibar Bar Lounge, en el Hotel Tikida Beach, uno de los más valorados centros de diversión nocturna de la ciudad, con música en vivo y ambiente de lo más festivo.

Festivales: en el próximo mes de junio se celebra el Festival de la Miel y en julio tendrá lugar el Timitar, Festival de música Amazigh y la popular Fiesta del Boujloud.