No hay nada nuevo, siempre han existido los aranceles, algunas veces de forma discreta, otras como herramienta negociadora. Ahora se presentan como protagonistas en una nueva relación entre estados, en la que EE. UU. es el actor principal.

Los aranceles son impuestos, y se aplican a los bienes importados con el objetivo de influir, modificar o regular el comercio internacional.

Las razones con las que se suelen justificar son varias, la más habitual es proteger la industria local, aunque la más atractiva es su fin mismo, generar ingresos. Pero recientemente son el arma para lograr aumentar la seguridad en las fronteras de EE. UU. con sus vecinos, Canadá y México, además de mejorar el control del tráfico de drogas.

Es cierto que encarecen los productos extranjeros, fomentando el consumo de bienes nacionales, y de forma artificial pasan a ser más competitivos en precio, ayudando así a las empresas locales a competir, aunque no en las mismas condiciones. A largo plazo, se obliga a los productos importados a redoblar sus esfuerzos en competitividad, pero a las empresas locales las acomoda a seguir siendo menos competitivas y de esta forma se castiga la propia economía local.

También generan nuevos ingresos, especialmente en economías en desarrollo, en donde representan una fuente importante de ingresos fiscales, y especialmente en la extracción de materias primas.

Regulan el comercio, pues permiten a los gobiernos influir en la balanza comercial, controlar la entrada de ciertos productos y responder a prácticas comerciales desleales, como el dumping.

Nos encontramos en una economía globalizada, y los aranceles pueden desencadenar conflictos comerciales entre países, afectar el crecimiento económico global y generar incertidumbre en los mercados. Por esta razón, existe la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuya misión es fomentar los acuerdos de libre comercio.

Son nuevos tiempos, y los aranceles aparecen como una herramienta clave en la política económica de las naciones.

Las decisiones del presidente Donald Trump de imponer aranceles tendrán diversas consecuencias en el comercio internacional y en las economías involucradas.

En EE. UU. se prevé un aumento de precios en algunos bienes, aumentará la inflación y se producirá una desaceleración económica, pues el incremento en los costos de importación puede traducirse en una mayor inflación. 

Algunos economistas más pesimistas advierten que estas medidas podrían llevar a una recesión económica y a un fenómeno de estanflación, caracterizado por la combinación de estancamiento económico e inflación.