Texto por Enrique Areilza*

Ilustración por Ilustre Mario

No levantamos cabeza en los rankings de calidad de estudios. Las distintas reformas educativas, lejos de un pacto de Estado y de mejoras del resultado, solo vienen consiguiendo eliminar modificaciones del adversario anterior, mientras nuestros chicos parecen abocados a ver reducida su capacidad de competir, salvo que sus mayores los ayuden a complementar.

Desde la democracia no paramos de cambiar el sistema educativo y de no dejarlo cambiar. Paradójico. Cinco leyes en 32 años. Cada una con su nombre propio y con su padrino, con su ego y su miopía. Mal hecho, muy mal hecho. Sabemos objetivamente, mediante informes como PISA, que al menos en los últimos 20 años no levantamos cabeza (el tiempo que lleva haciéndose el informe). Estamos por debajo de Lituania, por debajo de la media de la OCDE, estamos muy mal y peor que estaremos si no corregimos el rumbo.

No sé usted, pero yo pienso que medir hay que medir y medir con metro, no por pasos. Dejar de medir objetivamente a los alumnos es como dejar de objetivar un concurso público: se facilita la prevaricación, la mediocridad, el enchufismo, etc., etc.

Podrá usted pensar que soy simplista y quizás sea así. Pienso que solo con copiar a los mejores obtendríamos resultados mejores. Pero no copiamos no sé por qué. Quizás porque nuestros rutilantes políticos quieren tener luz propia, no ser acusados de copiones como en el colegio.

Por qué no copiar las claves de los éxitos del listo de la clase: Estonia, Japón, Finlandia, Corea del Sur, Canadá… Les animo a leer este artículo sobre la sorprendente enseñanza en Estonia: «Así se ha convertido Estonia en la nueva Finlandia», publicado en XL Semanal.

Copiar los aspectos comunes de los mejores: profesores valorados, gasto por alumno, orientación al resultado, medición.

No es fácil. Tener buenos profesores conlleva mejor formación, exigencia permanente, salarios… Para hacerlo se necesita vencer la resistencia al cambio y no solo eso. Sería tan necesario como imposible modificar el Estatuto de la función pública. Mejorar de forma continua es resultado de poder, creer y querer. Hay que motivar a que se hagan cosas y desmotivar a que no. Lamentablemente, en las administraciones públicas no hay palo ni zanahoria. Imposible así.

Además, se requiere de recurso financiero que ineludiblemente habrá de recortarse de otra partida. Cada uno tendrá su idea particular y entre toda la solución; pero, como ciudadano, creo que debería obtenerse de la mejora en la eficiencia de las administraciones públicas, todas, de sus recursos económicos y humanos.

Coste político, coste en votos. Lo más difícil de gestionar. Revisen su memoria y verán que las grandes reconversiones, con enorme consecuencia social y de imagen solo se han hecho in extremis. La siderurgia, los astilleros, la ganadería y la agricultura… Manifestaciones potentes, enorme desgaste para el político de turno.

Sin embargo, esta reforma, la de la educación, no verá su momentum porque nos desgasta poco a poco, silenciosamente, despacito. Si nuestros chicos no van ser tan competitivos como los del vecino, apuesten a ver quién sube en la escala y quién baja.

La pérdida de capacidad competitiva individual tiene efectos desastrosos sobre la persona en primer lugar, luego sobre la empresa en la que trabaje, el sector, el país. Al final un efecto negativo sobre todos nosotros.

Si usted tiene chicos empezando a estudiar debería plantearse dedicar parte de su tiempo y de su dinero a mejorar sus capacidades para competir. Será su mejor legado para ellos y la mejor inversión para cobrar parte de su pensión.

* Dream Team Executive Search