Por Álvaro Morales. Fotografías por Alexis W
El pueblo herreño del Tamaduste, en la zona este del litoral de Valverde, muestra una de las estampas más conocidas de la Isla. Al tomar la última curva antes de vislumbrarlo conviene ir despacio con el coche y contemplar el coqueto paisaje urbano, montañoso y oceánico, infinitas veces inmortalizado en fotos promocionales o particulares, sobre todo si acompaña la luz y el calor solar. Ya abajo, las sensaciones se confirman con una de las zonas de baño más apetecibles para toda la familia que ofrece El Hierro, con mar protegido, pequeñas áreas arenadas y varios lugares ideales para los lanzamientos de cabeza. Un enclave que, encima, cuenta con restaurantes y ese aire populoso que lo convierten en una de las visitas obligadas de la Isla.
Algunas zonas de baño de El Hierro, como El Verodal, La Caleta o ciertos charcos naturales, han ido adquiriendo fama en las últimas décadas, pero existen otras que, aunque más célebres en el pasado, siguen manteniendo su encanto y parece casi que el tiempo no ha pasado por ellas. El Tamaduste es una de estas últimas y basta una simple visita, por pocos minutos u horas que se pasen allí, para comprobarlo. Para llegar a esta coqueta y amplia bahía, de calles en cuadrícula, escasa expansión urbanística si se recurre a la perspectiva histórica (aunque diversas parcelas sí están urbanizadas) y múltiples atractivos para toda la familia, hay que ir por la carretera general que lleva del puerto de La Estaca al casco de Valverde, municipio al que pertenece. A la mitad de ese trayecto, y visible desde la citada vía, se halla el aeropuerto de la Isla. Basta con tomar la vía que lleva hasta el aeródromo (carretera El Cangrejo), que a la derecha se completa con la apetitosa zona de baño de La Caleta, para, siguiendo todo recto, alcanzar el Tamaduste y, si se ha visto antes en postales o fotos turísticas, reconocerlo enseguida.
Aparcar no suele ser complicado, aunque lo es si se quiere llevar nuestro vehículo lo más cerca posible de la espaciosa zona de baño. Si optamos por las vías más periféricas, normalmente hay plazas. En muy poco, llegaremos a la bahía pasando por algunos restaurantes que nos recuerdan la posibilidad de enriquecer la jornada con un buen pescadito; también hay apartamentos por si queremos pasar unos días. Tras atravesar la calle San Juan, llegaremos por algunas de las traviesas al paseo marítimo y ya nos toparemos con unas amplias escaleras de acceso al mar junto a un pequeño puente de unos 15 metros de largo. Enseguida nos percataremos, salvo que el mar abierto se encuentre en muy mal estado, de que el Tamaduste es ideal para el disfrute de toda la familia, dada la ausencia de oleaje en gran parte del año por las barreras naturales que frenan la fuerza oceánica, justo donde se prodigan los pescadores a caña.
Si cogemos hacia la derecha, llegaremos desde la esquina a la parte arenada que, en bajamar, hace las delicias de los más pequeños, si bien sus dimensiones son bastante estrechas si lo que se busca es una playa al uso. Más a la derecha, y por un coqueto paseo de laja, tramos de madera y pequeño puente, con varios solarios salteados, alcanzaremos el otro lateral de la bahía, donde se suceden diversas rampas y escaleras frecuentadas por los más jóvenes para los lanzamientos de cabeza. Al tratarse de un área de baño protegida, es habitual verse a pequeños nadando de un lateral a otro, a bañistas de todas las edades probando con las gafas y el tubo, a grupos grandes recurriendo a los diversos juegos o atractivos acuáticos y, en general, típicas estampas de ocio marítimo sin restricción de edad. Por supuesto, la zona está mucho más concurrida en periodos de vacaciones, pero, si el sol se deja sentir, es un lugar que atrae a muchos turistas y residentes que simplemente quieren darse un buen baño tranquilo, relajarse y coger un poco de color. Sin duda, el sitio bien merece su fama y condición de referente herreño.