Por Carlos Fuentes

Como un pedazo de Portugal desgajado en medio del inmenso azul del Atlántico, las islas Azores se encuentran a unos 1.650 kilómetros al noreste de Canarias, casi a la misma distancia de la capital Lisboa. Este archipiélago es, junto con las islas de Madeira, una de las dos regiones autónomas marítimas de Portugal. En sus nueve islas residen alrededor de 250.000 personas, siendo Punta Delgada, la capital de la isla de San Miguel, la ciudad más poblada. Descubiertas en el siglo XV, las islas Azores fueron habitadas a partir de 1439 por colonos portugueses procedentes del Algarve y el Alentejo, junto a franceses y flamencos. Medio siglo después, Colón visitó estas islas en su primer regreso de América.

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Casi todo en Azores es según se acostumbra, con ese ritmo de vida tranquila, apegada a la naturaleza y mirando siempre al mar que no ha cambiado mucho en los últimos años en esta tierra que también conoció la emigración. Mucho antes, desde sus orígenes, aún no está del todo claro por qué el nombre de Azores. La opinión más popular apunta al hallazgo de halcones por el navegante portugués Diogo de Silves, aunque luego estudios biológicos han refutado la presencia del ave rapaz antes de la llegada portuguesa. Otra versión, quizá no menos romántica, vincula el nombre original del Archipiélago con una planta autóctona que provoca un aspecto de color azul en las Islas vistas desde el mar.

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En todo caso, la geografía moderna se impone: Azores son nueve islas que suman 2.333 kilómetros cuadrados y que están organizadas en tres grupos administrativos. Las islas de San Miguel y Santa María forman el oriental. Terceira, Graciosa, San Jorge, Pico y Faial están en el central. Y las islas de Flores y Corvo forman el grupo occidental. El archipiélago tiene temperaturas medias de trece grados en invierno y veinticuatro en verano. Su clima, suavizado por la humedad y por la corriente cálida del Golfo, permite una vegetación subtropical húmeda y una temperatura marina entre dieciséis y veinticinco grados, lo que facilita la abundancia y la variedad de fauna marina en aguas atlánticas. El volcán de Pico, con 2.352 metros sobre el mar, es la montaña más elevada de Portugal.

Azores posee en la actualidad una notable actividad ganadera y pesquera. En las Islas también crece la economía turística vinculada a la naturaleza, en especial al avistamiento de cetáceos. Ya en 2012 el Archipiélago, uno de los últimos lugares donde se cazaron ballenas, recibió el premio Quality Coast por su calidad medioambiental costera para un turismo sostenible.

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La puerta de entrada a Azores está en Punta Delgada. Desde 1783 la ciudad conserva tres arcos de piedra volcánica como vestigios de su antiguo límite defensivo. Con setenta mil habitantes, Punta Delgada mantiene aromas de puerto antiguo. La ciudad es generosa en patrimonio histórico, con media docena de iglesias y conventos. También se conserva en buen estado el fuerte de San Blas, levantado en el siglo XVI para defender las Islas de los ataques piratas. Más moderno es el modesto Museo Marítimo, sin embargo una de las pocas salas del mundo donde se puede ver un gran ejemplar de tiburón blanco disecado.

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El interior de San Miguel alberga tres grandes lagos (Furnas, Congro, Fogo) con amplias posibilidades de paseos en la naturaleza. También es interesante probar un plato típico de la Isla, el cocido azoriano elaborado en una olla enterrada en ceniza volcánica. En la zona de Furnas hay un extenso jardín botánico con especies subtropicales que data del siglo XVIII y una gran piscina famosa por sus baños en aguas ferruginosas. Por el norte, cerca de Ribeira Grande, se encuentran los únicos campos de té que se cultivan en el sur de Europa. Y al oeste, como colofón de una primera ruta por el Archipiélago, está el acogedor pueblo marinero de Mosteiros. Un destino reposado para disfrutar cerca del mar, comer pulpo cocinado en vino tinto y preparar el siguiente viaje a otra de las nueve islas Azores.