Por Salvador Aznar

Después de haber estado recorriendo durante días algunas de las más importantes ciudades del interior de Marruecos, nos habíamos acostumbrado a movernos entre el predominante color ocre rojizo de sus paisajes y de las construcciones de barro de sus poblaciones. Pero al llegar a la ciudad costera de Esauira, a tan solo 170 km de Marrakech, nos sorprendían gratamente los refrescantes colores azules y blancos que mostraban sus edificaciones, tal vez inspirados en los colores del propio mar que baña la ciudad.

Esauira, en francés Essaouira, es una pintoresca ciudad portuaria marroquí situada en la costa occidental atlántica, también conocida por la antigua denominación de Mogadur o Mogador en portugués.

Foto: Salvador Aznar
Foto: Salvador Aznar

A este atractivo emplazamiento también se le han asignado sugerentes y variados apodos, tales como Perla del Atlántico, La bella durmiente, La bien guardada o La ciudad del viento y de la luz.

Las altas y amarillentas murallas que se alzan frente a la costa para proteger a las blancas edificaciones de azules puertas y ventanas de los ataques externos, siguen evocando con su aire decadente otras épocas de glorias tumultuosas.

Y es que hasta este pequeño y romántico emplazamiento amurallado bañado por las aguas del Atlántico llegaron a través de los tiempos diversas culturas y civilizaciones, tales como la fenicia, romana, bereber, cartaginense, portuguesa y francesa, influencias estas que, sin duda, han contribuido al mestizaje y enriquecimiento de la fisonomía arquitectónica y cultural de esta ciudad y de sus habitantes.

Pasear por la actual Esauira, tal y como me sugería un buen amigo, puede llegar a recordarnos el ambiente festivo y playero de la mediterránea isla de Ibiza.

La silueta de sus fortificaciones costeras nos hará evocar el barrio de la Marina de la capital Ibicenca y el paseo por sus laberínticas calles donde comerciantes, artesanos y pescadores se entremezclan con los visitantes entre coloridos mercadillos y restaurantes, nos trasladará a los primeros ambientes hippies de la conocida isla balear durante los años sesenta.

Foto: Salvador Aznar
Foto: Salvador Aznar

La actividad diaria en Esauira se puede disfrutar de muchas maneras. Las calles de la Medina, repletas de comercios, se recorren de manera cómoda y sin que a cada paso te atosiguen ofreciéndote artículos o souvenirs, dado el carácter tranquilo y respetuoso de sus habitantes. 

En sus pequeñas placitas asoman terrazas que ofrecen al visitante un lugar para la relajación, mientras se contempla el ir y venir de las gentes tomando un té a sorbos o probando la excelente cocina del lugar, preferentemente elaborada con productos de la mar.

El paseo por el puerto, construido al abrigo de las solemnes fortalezas levantadas en 1506 por los portugueses, nos recuerda su innegable condición de ciudad abierta al mar con ese inconfundible aroma marinero, el continuo trajín con las  redes de los pescadores y por el incesante chillido de las gaviotas que sobrevuelan nuestras cabezas.

Foto: Salvador Aznar
Foto: Salvador Aznar

Contemplar la actividad diaria de los pescadores junto al recorrido por las antiguas murallas de defensa, es casi una visita obligada.

Las excelentes playas que se extienden a ambos lados de la ciudad ofrecen un entorno ideal para el baño y algunas actividades náuticas.

Al final de la jornada, cuando comienza a caer la tarde, antes o después de degustar un excelente plato a base de  pescado en cualquiera de los restaurantes cercanos al puerto, es muy agradable disfrutar de un tranquilo paseo por la franja costera, mientras los últimos rayos dorados del sol iluminan las murallas de la ciudad.