Por David Lorenzo

Las relaciones de Canarias con América han sido constantes desde el descubrimiento del Nuevo Mundo el 12 de octubre de 1492. El continuo contacto entre ambos territorios hace que nuestra historia esté muy relacionada. Del archipiélago partieron personajes ilustres que en América son recordados. Un caso de estos es el del Hermano Pedro.

Nació con el nombre de Pedro de Bethencourt el 21 de marzo de 1626, en el municipio tinerfeño de Vilaflor de Chasna. Sus padres fueron don Amador González de la Rosa y doña Ana García. Su familia era de campesinos pobres. Tuvo cuatro hermanos más. Todos fueron muy religiosos, incluyendo también al Hermano Pedro.

Iglesia de San Pedro de Vilaflor de Chasna (Tenerife)

Cuando Pedro todavía era muy niño su padre va a tener problemas económicos. Llegó a perder sus propiedades a manos de un vecino. La familia estaba en la ruina. El padre de Pedro, Amador, se vio obligado a que su pequeño hijo trabajara para el vecino que se había quedado con sus tierras a cambio de poder vivir de nuevo en su casa. Pedro trabajó toda su juventud en labores  del hogar y sobre todo cuidando de las cabras del vecino.

Con 23 años su madre intentó casarlo con una joven. Sin embargo él creía que tenía un fin superior como finalmente fue. Ese mismo año deja Tenerife y marcha a América, siguiendo los pasos de un familiar suyo, que había sido también religioso en el Nuevo Mundo. Su primer destino fue Cuba, pero rápidamente viajó hasta Guatemala, donde tenía la corazonada que podía ser de mayor ayuda. Tras varios meses de viaje, finalmente llegó a la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala (más conocida como ciudad Antigua) el 18 de febrero de 1651. Aquí su vida cambió por completo.

En la ciudad de Antigua, el todavía conocido como Pedro de Bethencourt, empieza a ayudar a los enfermos en los hospitales cada vez que tenía tiempo libre. También acudía a la cárcel para darle consuelo a los prisioneros. Tras varios años en Guatemala decide hacerse sacerdote. Entra en el Colegio de la Compañía de Jesús para formarse en la religión, pero tiene serias dificultades para estudiar.

Finalmente abandona los estudios. En el año 1655, tras muchas dificultades y toma los hábitos de la orden de San Francisco. Por fin es el Hermano Pedro. Desde ese momento va a dedicar por completo su vida a ayudar de los más necesitados, repartiendo toda la comida y la ropa que podía conseguir. Visitaba y atendía a enfermos aquejados de enfermedades tan peligrosas como la lepra. Rezaba con ellos, hablaba con ellos, dedicaba su vida a los más desvalidos.

En su vocación por servir a los más necesitados pide cambiar su nombre de Pedro Bethencourt a Pedro de San José. A partir de este momento su gran ambición fue el de construir un hospital para convalecientes pobres. Aunque en Antigua existían hospitales, solamente acudían a ellos los que estaban a punto de morir.Muchos de estos pobres antes de estar curados por completo tenían que abandonar el hospital. La mayoría acababan muriendo en las calles. El Hermano Pedro empieza a recorrer las calles de Antigua, pidiendo limosas que sirvan para construir el hospital para convalecientes. En la casa de una viuda fallecida, de nombre María Esquivel, se terminó construyendo el  llamado Hospital de Belén. Esta vivienda todavía hoy sigue en pie en Guatemala. El hospital prosperó, de forma que se fue haciendo más y más grande, ocupando las casas colindantes a la de María Esquivel.

Estatua y jardín del Santo Hermano Pedro en La Antigua (Guatemala)

El cuidado y caridad que el Hermano Pedro y sus ayudantes dispensaban a los enfermos convalecientes que acogían no conocía de razas ni clases sociales. Son múltiples los milagros que se atribuyen al Hermano Pedro. Su mano sanaba a hombres y animales por igual. Tanto éxito tuvo su obra que recibe licencia del rey para crear la Orden de Frailes Bethlemitas Hospitalarios.

Su obra fue más allá del hospital, puesto que también fue un precursor de la educación en Guatemala, especialmente de niños indios y negros (marginados socialmente). Creó un colegio, el segundo de Guatemala y contrató a un maestro que educase tanto a los niños como a los adultos que quisieran formarse. Frente a las severas reglas pedagógicas de la época, el Hermano Pedro enseñaba a leer y a escribir a los niños usando juegos y rimas.

El Hermano Pedro de Bethencourt falleció en la ciudad de Antigua el 25 de abril de 1667, a los 41 años de edad. Tuvo una vida centrada en la caridad, la santidad y el servicio a los más desfavorecidos. Su fama trascendió su muerte y hoy en día, 250 años después, sigue siendo considerado como el “Santo de Guatemala”. Fue beatificado en 1980 y Canonizado en 2002, ambas durante el Papado de Juan Pablo II. Hoy en día mantiene fieles tanto en la isla de Tenerife y el resto de Canarias como en Guatemala.

Para saber más:

  • Benítez, Anselmo J. Rasgo Biográfico del Venerable Pedro de Bethencourt. Santa Cruz de Tenerife: Tipografía de A. J. Benítez, 1912
  • Díaz Frías, Nelson El Hermano Pedro de Bethencourt: la vida, la familia y la obra del primer santo canario. Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria: Benchomo, 2002