Por Álvaro Morales

Fotografías por Alexis W

No se trata de la pequeña y calmada playa protegida por el puerto; tampoco del entrañable pueblo o de uno de los mares más famosos de esta parte del planeta por su calma nominal y por sus ricos fondos; ni siquiera del reciente volcán marino o de la belleza cromática, paisajística y solitaria del sur de El Hierro. Hablamos de todo esto en su conjunto, de la cercana cala de Tecorón y su piscina natural, del mítico faro de Orchilla en la otra punta del mar de las Calmas y de la continua actividad en uno de los puntos costeros referentes de la Isla. En definitiva, del pueblo de La Restinga como uno de los tesoros no solo del jovencísimo municipio de El Pinar, sino de la Isla del Meridiano y de un archipiélago que regala este punto para combinar como pocos el necesario descanso con uno de los lugares para hacer submarinismo más ricos y célebres de Canarias y Europa.

Bajar desde el casco de El Pinar, en el sur de El Hierro, hacia la punta de La Restinga y comprobar los diversos microclimas de la siempre sorprendente isla de El Hierro es una de las experiencias más enriquecedoras de cualquier viaje por Canarias en busca de un verdadero pueblo de mar. Sobre todo si, al llegar al destino o ya camino de él, pasamos de la espesa bruma de la dorsal de la Isla a un motivador sol que ilumina una de las zonas del Atlántico canario más impactantes de esta parte del hemisferio norte: el mar de las Calmas. A la belleza del paisaje, con sus contrastes entre el negro de la lava y los rojos u ocres de distintos grados, se une la incertidumbre que crea la montaña que resguarda el pueblito hasta que se llega a sus pocas calles, casas y edificios. Eso sí, cuando ya se accede a la pequeña avenida marítima y se contempla el considerable puerto en comparación con la trama urbana se concluye, si se accede al lugar por primera vez, que cualquier descripción benévola o incluso admirativa no se ha quedado corta. Allí nos toparemos con los veleros, barcos de pesca de distintas esloras y numerosas embarcaciones preparadas para una de las actividades que más economía han ido dejando en la zona desde hace décadas: el submarinismo. Y es que desde esta punta y hacia la derecha se despliega ese mar de las Calmas. Un nombre poco original, pero a veces se queda corto por el gigantesco contraste en sus bordes con el resto del Atlántico. Es como si Neptuno hiciese una pausa, como si se alisara su desordenado pelo o decidiera dormir para casi siempre en esta parte de uno de sus océanos más bravos. Eso sí, ese casi también tiene su razón de ser y lo demostró el volcán que, desde 2011 y en medio de este mar de planicie perpetua, se despertó e intranquilizó a la población durante un buen tiempo.

Ahora, la calma ha vuelto al enclave y el famoso puerto de La Restinga sigue con su habitual actividad pesquera, submarinista y turística, en una de las ofertas de apartamentos más amplias de la Isla sin que, pese a algún pero, se haya cometido el pecado del desarrollismo tan presente en otras zonas similares de Canarias. En este entorno, y en una avenida con gran oferta gastronómica y de bares, especialmente de pescados y mariscos, se halla una pequeña cala perfecta para los más pequeños y, por tanto, para toda la familia. Protegida por el dique principal y por un brazo que regala varias zonas para los lanzamientos de todo tipo, se trata de una cala para todas las edades que sirve de destino ideal si se busca un final tranquilo y con muchas alternativas para comer o cenar.

Si llegamos por barco al puerto de La Estaca, debemos tomar la única carretera (HI-2) que sube a Valverde, la capital. Ya en su casco, enlazaremos con la HI-1, que atraviesa parte de la dorsal, cruzaremos núcleos como Tiñor o San Andrés, donde se ubica el, para los aborígenes bimbaches (guanches), sagrado árbol Garoé. Seguiremos un poco y tomaremos la vía a la izquierda (HI-4), que nos llevará a la zona céntrica de El Pinar, último municipio canario en lograr la independencia (2007) de su anterior consistorio (La Frontera), y, desde aquí, solo falta bajar a dicha punta sur.

Pese a la mucha presencia de turistas en verano y épocas de descanso, así como a la constante llegada de submarinistas o aspirantes a admirar los ricos fondos de la zona, otrora célebres por el mero Pancho pero siempre prestigiosos por la enorme variedad de fauna y flora marina, La Restinga mantiene ese ambiente a pueblo de mar que no todos los núcleos parecidos de otras islas han sabido conservar. Pese a que las tardes y noches se animan muchos días en los bares de la avenida, la tranquilidad es lo habitual y, si no, cerca quedan calas o piscinas naturales como la de Tecorón, digna de visita y de reportaje, tal y como ya hemos desplegado en números previos. La de La Restinga, en contraste con otras muchas playas isleñas, es muy pequeña, aunque se agranda en bajamar y presenta zonas de callaos, solarios y otras áreas para refrescantes chapuzones con muchas barcas cerca. Su encanto, sin embargo, radica precisamente en ser uno de los diversos atractivos de un lugar elegido por Neptuno para descansar y disfrutar de los infinitos seres que enriquecen y le acompañan en sus legendarios andares bajo la superficie, aunque habría que decir, más bien, nadares.

DETALLES:

Ubicación: en el sur de El Hierro, en el célebre pueblo y puerto de La Restinga, en el municipio de El Pinar.

Socorristas: sí, sobre todo en la etapa de mayor presencia de turistas.

Playa surfista: no.

Restaurantes: amplia oferta justo al lado, en la pequeña avenida marítima y en el resto de La Restinga.

Baños: no.

Duchas: sí.

Sombrillas y hamacas: no.

Adaptada para discapacitados: sí, en la rampa de madera, aunque no a fondo.

Aparcamientos: sí.

Transporte púbico: taxis y guaguas.

Perros: no.

Curiosidades: no debe sorprender que, en el tablado del paseo que rodea esta pequeña cala, con una parte protegida del sol, algunos bañistas aprovechen para comer o lo usen como solárium, aparte de los sitios habilitados para ello.