Por Juan José Ramos Melo

Tal vez el grupo de animales más incomprendido de todos los que pueblan el planeta sean los tiburones. Los mitos sobre su violencia y agresividad y el sensacionalismo que los rodea han provocado que buena parte de la población los tema. Pero nada más alejado de la realidad: cada vez que nos bañamos en nuestras playas tenemos una alta probabilidad de interactuar con tiburones; a pesar de ello, en las Islas prácticamente no existen ataques de estos esquivos y discretos peces.

Los tiburones son peces sin hueso. Han evolucionado para adaptarse a su voraz condición, tienen el cuerpo cubierto de diminutas escamas que les facilitan los rápidos movimientos y disponen de entre cinco y siete branquias laterales para respirar, además de un agudo sentido del olfato que les permite detectar cualquier indicio de sangre en el agua. También tienen un oído preparado para percibir sonidos graves desde distancias muy lejanas, una línea lateral que les posibilita detectar cualquier cambio ambiental y una vista prodigiosa con diferentes adaptaciones que los hace infalibles a la hora de cazar. Sin lugar a dudas, los tiburones son auténticos depredadores.

 

 

En el planeta existen más de 400 especies de tiburones, que ocupan todos los ambientes del océano, desde las profundidades abisales hasta los charcos que deja al descubierto la pleamar, y desde el Caribe al Ártico. El más pequeño del mundo es el tiburón enano, que mide unos 20 centímetros; sin embrago, el más grande de los escualos vivientes es el tiburón ballena, que puede llegar a medir hasta 15 metros. Este gigante de los océanos ha sido visto en varias ocasiones en la aguas de la isla de El Hierro y La Palma, mientras realiza sus grandes viajes a lo largo de todos los mares tropicales del planeta. Los tiburones tienen multitud de formas y adaptaciones: existen especies con cabezas de martillo, con cola de sable, pieles oscuras, moteadas y blanquecinas, en forman de mantas o cuerpo de ballena. Todos tienen en común un crecimiento lento, una madurez sexual tardía, un periodo de gestación elevado, un número reducido de crías y un comportamiento tímido y esquivo.

 

 

En las aguas de las Islas se han observado algo más de 80 especies de tiburones y rayas. A pesar de ello, no es fácil tener un encuentro, principalmente porque ha disminuido drásticamente su población debido a la pesca para consumo humano, la captura accidental, la muerte en redes a la deriva y la disminución de algunas presas.

Uno de los más amenazados y raros es el angelote, un auténtico maestro del camuflaje que vive en zonas arenosas. Al bucear en las Islas se puede observar con cierta facilidad, pero en Europa y en el norte de África prácticamente ha desaparecido. Por este motivo la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo ha catalogado como “en peligro de extinción” a nivel global.

Durante el verano también podemos observar nadando en superficie, no muy lejos de la costa, a uno de los escualos más singulares, el tiburón martillo, también conocido como cornuda. En ocasiones se ven grupos formados por varias decenas de individuos, todo un espectáculo que no deja indiferente a nadie.

 

 

El más rápido de los tiburones canarios es el marrajo, un tiburón de aguas abiertas. Los ejemplares jóvenes se acercan a veces a la costa y pueden merodear a los pescadores submarinos.

Tradicionalmente han sido capturadas algunas especies como el cazón para el consumo humano; de hecho, existen platos tradicionales, como los tollos, que se basan en la carne de tiburón. Afortunadamente, hoy en día los tiburones comienzan a ser más apreciados como espectáculo natural para los numerosos buceadores que visitan las Islas que por su interés gastronómico. La posibilidad de encontrarte con uno bajo el agua sirve para impulsar toda una industria de turismo sostenible, que se presenta como una buena propuesta para la conservación de estos fascinantes animales.