Por Galo Martín Aparicio. Fotografía Felipe Hernández Durán

 

Lo que hace el periodista Nacho Carretero (La Coruña, 1981), narrar hechos que suceden en lugares llenos de obstáculos y convertirlos en cultura popular, antes lo hicieron los estadounidenses David Simon y Aaron Sorkin, guionistas y productores, entre otras series, de The wire y El ala oeste de la Casa Blanca, y el napolitano Roberto Saviano, autor de Gomorra. El gallego es de los primeros en hacerlo en España, donde el miedo a la crítica por frivolizar y alimentar el estereotipo es muy grande. Sobre el narcotráfico en Galicia se ha escrito mucho, no como lo ha hecho Nacho Carretero. Fariña, publicado por Libros del K.O., es un reportaje largo producido de tal manera que en la actualidad se puede leer, ver y escuchar. Al texto periodístico se le han sumado las series de televisión, las obras de teatro y los podcasts, nuevos formatos en los que alojar y difundir las historias que siempre estuvieron ahí y no todos supieron ni verlas ni contarlas. Si hoy Nacho Carretero está quieto es porque presenta la novela gráfica de Fariña, publicado por Plan B, una coautoría realizada con el dibujante Luis Bustos. Verlo responder a nuestras preguntas en el Café Comercial de Madrid es o una anomalía o que los astros se han alineado a nuestro favor. Una oportunidad de conocer a este deportivista disfrazado de David Simon. Nunca La Coruña estuvo tan cerca de Baltimore.

¿El idilio entre el periodismo y la ficción es más o menos fuerte que el suyo con el Depor?

Ojalá el idilio del periodismo de ficción llegue a los niveles del de Nacho Carretero y el Depor, porque es un idilio muy fuerte. El que tiene que ver con el periodismo y la ficción es una elección racional que el periodismo ha tomado, lo del Depor es irracional. Ojalá fuera racional, pero ya no lo es. Luego hay que estar a las duras y a las maduras.

 

*En este momento el Deportivo de La Coruña atraviesa su peor crisis deportiva e institucional, está en puestos de descenso a Segunda División B y en lo que va de 2019 han dimitido dos presidentes del club.

 

¿Quiénes son sus referentes en el periodismo de ficción?

Siempre rehúyo de dar nombres propios porque me atrae mucho más los trabajos que voy viendo. David Simon, es una eminencia, una punta de lanza, hay muchos otros proyectos y periodistas. En España los hay que se han aventurado puntualmente a este tipo de proyectos, desarrollar su trabajo en formato serie. La tendencia, al menos es la que algunos como yo buscamos, es la de establecer un punto de unión permanente. Trabajos que no tengan que tener solo forma de reportaje o libro, para luego acabar convertidos en una serie, sino poder trabajar directamente para una serie. Yo ahora mismo estoy metido en un proyecto de una serie, que no tiene que ser necesariamente un libro antes. Estoy trabajando desde un punto de vista periodístico, pero ya de la mano con los guionistas, coordinándonos desde el principio para que todo el material periodístico, la investigación, las entrevistas, los testimonios, vaya enfocado a los guionistas para que puedan dibujar sus tramas. Yo creo que ese es el camino.

 

¿Con cuál de los dos libros ha sufrido más a la hora de escribirlos: con Fariña o con En el corredor de la muerte?

Infinitamente más En el corredor de la muerte. Con Fariña lo pasé mal mientras el libro estuvo secuestrado por una orden judicial. Lo difícil de Fariña fue que hubo una exposición mediática muy grande. Me vi bajo ese foco de atención y no fue ni fácil ni agradable porque, de repente, me empezaron a llegar opiniones de todos los colores, de todas partes. Tuve que aprender a que aquello no me afectara y fue un proceso. En el caso de la historia de Pablo Ibar y En el corredor de la muerte me resultó emocionalmente muchísimo más duro. Tengo una vinculación emocional con la familia, con el propio Pablo. Escribir la historia en tiempo real fue complicado, a la familia de Pablo le coincidió el nuevo juicio y la publicación del libro, lo que supuso un desafío enorme para ellos. A lo que hay que sumar el desarrollo de la serie, lo que generaba una tensión muy grande, todos estábamos pendientes de lo que estaba ocurriendo, de que no afectase al proceso real la publicación del libro ni la emisión de la serie, que la familia no se molestase, en fin, era una tensión emocional enorme. Que alguien se enfade por Fariña porque alimenta el estereotipo de Galicia son críticas que gestiono y acepto, pero que una familia, la de Pablo, una persona con la que tienes una vinculación emocional, que se está jugando la vida, te diga, que no ocurrió por suerte, “oye me parece mal lo que estás haciendo y lo va usar en mi contra la fiscalía”, todas esas posibilidades, que por suerte no llegaron a producirse, pero la amenaza de que sucediera, los miedos, las dudas, eso genera una tensión brutal. Fue un proceso muy duro, la verdad.

* En el corredor de la muerte, publicado por Espasa.

 

Pablo es un hombre que frisa los cincuenta años condenado de por vida que dejó de vivir a los 17, ¿cómo afronta la vida?

Esa pregunta solo la puede responder él. Cada forma de ser sale a relucir en una situación extrema. Esta es una de las más extremas que puede vivir una persona. En el caso de Pablo es algo que siempre ha dejado claro, él va a pelear, dice que hasta el último de sus días para demostrar su inocencia. Él dice incluso, lo escribo en el libro, que después de muerto si no se ha demostrado su inocencia espera que alguien siga su lucha para demostrar que es inocente. Entiendo que puede haber otra gente que se agote y prefiera la muerte antes que prolongar este sufrimiento, lo que me parece igual de respetable. Pero yo me tengo que ceñir a la respuesta que Pablo ha transmitido, que pese al sufrimiento, para él y su familia, va a continuar peleando.

 

¿De qué se habla con una persona que está en el corredor de la muerte?

Desgraciadamente tiene que ser algo muy directo y muy ágil porque las limitaciones son enormes en una visita al corredor de la muerte. Tienes una serie de condiciones: un tiempo estipulado, una hora y media, un espacio limitado y una oportunidad muy grande de prestar un altavoz a esa persona. Y esa persona quiere usar ese altavoz. Como el tiempo es tan limitado casi vas directo, al grano, “Pablo, ¿qué tienes que decir?, ¿qué quieres transmitir?”. A partir de ahí van surgiendo las preguntas. Es verdad, tratas de romper el hielo, lo cierto es que no hay mucho que decir en el corredor de la muerte.

 

¿Cuándo se dio cuenta que en el libro En el corredor de la muerte la presencia de Tanya (la mujer de Pablo Ibar) iba a ser tan potente?

Cuando la conocí. A esta historia yo llegué en 2011 a través de ella, durante una conversación vía Skype con Tanya. Ella me contó todo y yo en seguida quise conocer a Pablo e ir al corredor. Al viajar a Florida, Tanya, en uno de sus infinitos gestos de bondad y de generosidad me invitó a su casa y a vivir con sus padres. Me dejaron instalarme en una habitación, hablaron conmigo, entonces me di cuenta que una sentencia, una condena de este tipo no es a una persona, es a una persona y a su entorno. Muchas veces ese entorno tiene un foco mediático mucho menor, pero tiene mucho que decir y es muy interesante como es la vida de la familia de un condenado a muerte. Creo que a la vez que descubrí a Pablo descubrí a su familia y me di cuenta de que el peso, sino igual, era prácticamente de la misma importancia.

 

¿Mientras estuvo en Estados Unidos no se animó a hablar con Martin Scorsese o Coppola para hablarles del mundo de las drogas gallego a ver qué pasaba?

Esto me lo imagino en el orden de las fantasías, casi al nivel de las sexuales (ríe). Por supuesto que fantaseo con esa posibilidad. Las fantasías se van haciendo más cercanas cuando ocurren cosas como que exista una serie de televisión de Fariña, que es algo que formaba parte del orden de las fantasías cuando yo estaba escribiendo el libro. La serie se ha convertido en un altavoz que hace que, aunque sea remota, exista la posibilidad de que llegue a oídos de los cineastas. Al nivel de Scorsese o Coppola no lo creo, pero a lo que me refiero es que si ya se dio un milagro, como es el proyecto Fariña (libro, serie, obra de teatro), ¿por qué no puede suceder otro milagro? Esa ensoñación siempre está ahí. Ojalá esto transcendiera a gente del nivel que mencionas, pero nunca me planteé llamar a una puerta directamente, me parece demasiado osado por mi parte contactar con semejantes monstruos.

 

Sus libros también son novelas gráficas, series, podcasts, obras de teatro, ¿ya tenía un plan para convertirse en el David Simon gallego?

No, no responde a ningún plan. Es algo que ha ido surgiendo. Yo cuando escribí el libro de Fariña llevaba ya un tiempo como freelance. Hacía reportajes, viajaba a sitios no siempre fáciles y escribía un tipo de historias que me gusta contar. Veía que se me daba bien y que por ahí se podía construir un camino. En realidad se trata de eso, de encontrar tu camino y abrirte paso. Fariña fue una buena oportunidad, aunque no esperaba la repercusión que tuvo, pero si quise hacer el libro de una manera que permitiese que si esa posibilidad de hacer una serie surgía tomase forma. Por eso use un lenguaje visual y atractivo, novelesco, pero sin perder el rigor periodístico, no me cerré en ningún momento a que la portada del libro fuera llamativa, hacer unos mapas estilo las pelis americanas con las caras de los capos de las familias, etc. Mi idea era jugar con todos esos elementos sin miedo a la crítica por frivolizar. Parecía como que no se podía salir de lo establecido hasta ese momento, por eso dibujamos la patoca y la faja en la portada. Todo eso, aunque no fuera racional, si era el soltarse el corsé, el contar esta historia de manera visual y que atraiga a otros posibles formatos. Cuando esos otros formatos cobraron forma tuve claro que ahí hay un camino que me gusta y quiero recorrerlo. Ahora es mi apuesta para llevar adelante otros proyectos. Además, creo que es una muy buena noticia para el periodismo.

 

Periodista, guionista y ahora productor.

Soy productor de la obra de teatro de Fariña, una experiencia bastante agradable. Aunque de momento no me veo como productor, pero sí que me gustaría algún día tener la capacidad de producir un proyecto propio. Es un universo que me queda muy lejos. Trabajo con la productora Bambú, veo a los productores ejecutivos que tienen unos conocimientos, una experiencia y una capacidad que a mí me quedan a años luz. Yo, de momento, trato de aportar lo que está en mi mano, lo que se me da bien y congeniar con ellos. Hasta ahora creo que el equilibrio es muy bueno entre ambas partes. En el proceso de sacar adelante proyectos estoy aprendiendo mucho. Veremos haciendo dónde me lleva este trabajo. Mi prioridad, a día de, hoy es poder poner material sobre la mesa e ir de la mano con los especialistas de cada uno de los formatos en los que estamos trabajando.

 

¿De todos los formatos que trabajas cuál crees que es el que mejor conecta con el público?

Hay que distinguir que conecte mejor con lo que sea más masivo. Una serie audiovisual es muy masiva, llega a mucha gente, pero el teatro, que es menos masivo, te aporta algo que los demás formatos no lo hacen. Con el teatro estamos haciendo algo muy cercano, representando escenas muy familiares, muy costumbristas de Galicia, con las que el público se siente identificado, lo que hace que el espectador se introduzca en la historia.  Por otro lado, el podcasts, el audio es algo que está entrando de una manera tremenda. Es un formato que está dando mucho que hablar, más de lo que nos creemos.

 

En su comida con un narcotraficante gallego ¿quién preguntó más?

(Ríe). Siempre yo. El periodista que uno lleva dentro no deja de fluir. Él fue el que propuso el encuentro, a través de un intermediario. Cuando hay un encuentro de este tipo, en el que una parte lo solicita, atente que estás convocando a un periodista y que va a tener curiosidad. Personalmente, no es una experiencia que disfrute, sino que la entiendo como algo profesional. Creo que es muy importante poner voz en un relato como Fariña a todas las partes, para que la historia quede completa y el lector reciba algo coral, desde el lado de las víctimas, pasando por las autoridades, hasta los lados más oscuros. Como periodista considero que es importante que asistiera a esa comida y prestara oídos a lo que me tenía que decir los que son personajes fundamentales en esta historia.

*No, los narcotraficantes de Galicia no tienen el número de teléfono móvil particular de Nacho Carretero.

 

¿Ha volado en una de esas planeadoras que cargan fardos de fariña?

Volar no (ríe), he navegado. No me quiero imaginar lo que debe ser cruzar el océano subido en una de esas planeadoras a toda velocidad. Estamos hablando de bichos que miden 11 metros de eslora y con ocho motores del tamaño de una persona de estatura media.

 

¿Cuándo termina un reportaje vuelve a contactar con sus protagonistas pasado un tiempo a ver cómo les va?

Ocurre a veces, sobre todo con lo que tiene que ver con gente que lo ha pasado mal y que ha hecho el esfuerzo por ayudarme prestándome su testimonio. Intento dar el altavoz que los periodistas portamos, esa correa de transmisión que somos para contar la historia. A veces se genera un vínculo, empatizas porque valoras que ha hecho ese testimonio y tratas de conservar el contacto. Sobre todo trato de transmitir el mensaje de que pueden contar conmigo. Soy periodista, en mi mano está ayudar hasta un límite. Me pasó con Tanya y Pablo, que me proponía organizar eventos en España y yo le tenía que explicar que soy periodista, que podía contar conmigo hasta donde le pueda ayudar, sin perder el rigor periodístico, que eso es algo que también tienes que explicar. Algo fundamental para que tu credibilidad como periodista no se resienta.

 

¿A la hora de trabajar prefiere hacerlo solo o acompañado?

Si hablamos de hacer un reportaje y tienes que ir al terreno es fundamental ir con alguien que controle el tema audiovisual. Hay que ser un equipo para completar todos los registros. El periodista tiene que estar atento a la entrevista y a todo lo que sucede alrededor, lo demás te roba atención. Una vez tengo que sacar adelante la escritura necesito mi espacio. Se me da muy mal la escritura a cuatro manos.

 

¿Qué lee y ve en sus ratos libres?

Ahora mismo estoy leyendo El colgajo, de Philippe Lançon  y publicado por Anagrama. El autor es uno de los supervivientes del atentado que sufrió la redacción de Charlie Hebdo. Es un libro brutal, estoy flipando. Me gusta leer mucho novela negra, policial y a autores como Aaron Sorkin, Un trago antes de la guerra de Dennis Lehane,  novelas que tienen conexiones con esas series que todos conocemos. También estoy leyendo mucho a Domingo Villar, que es un autor gallego al que le adaptaron su libro La playa de los ahogados a una película. En cuanto a series sigo el mismo patrón. Ahora, aunque llego tarde, estoy enganchado a Peaky Blinders. Me da pereza esas series en las que las temporadas se alargan. Soy partidario de hacer productos más cortos.