Por David Palacios

Fotografías por Daniel Martorell

 

Además de sus maravillosas playas, Mallorca es también un destino gastronómico con una cocina vanguardista inspirada en los productos frescos vinculados al mar y a la montaña. Así, la isla se ha convertido en los últimos años en un auténtico paraíso para los amantes del buen comer y un lugar único para degustar un sinfín de recetas autóctonas que expresan la forma de ser del archipiélago balear.

La isla más grande de España cuenta con una extensa oferta de materia prima cultivada y producida en el territorio. En el conjunto de las Islas Baleares existen 18 productos agroalimentarios que cuentan con un distintivo oficial que garantiza su alta calidad, muchos de ellos provenientes de Mallorca.

Del campo a la mesa 

Reconocidas con la denominación de origen protegida, las aceitunas de mesa mallorquinas son uno de los productos estrella de la isla. Las aceitunas verdes se aliñan con hinojo y guindilla, mientras que la aceituna negra natural hace lo propio con aceite de oliva autóctona. Precisamente el aceite de oliva virgen extra es otro de los productos más cotizados. En su mayor parte procede de los olivos situados en la Sierra de Tramuntana, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2011. El centro de la isla es muy conocido por las almendras, un producto muy fácil de encontrar en distintas formas, desde enteras hasta peladas o laminadas. 

En cuanto a frutas y hortalizas, las naranjas del municipio de Sóller son uno de los productos más cotizados en Mallorca. El queso mallorquín –en su mayor parte tierno de oveja– y la famosa sobrasada completan la oferta. Pero si hay algo que ha lanzado Mallorca al mundo es la ensaimada, una pieza de repostería que nunca falta en los desayunos o meriendas de los mallorquines. 

La isla cuenta también con más de 60 bodegas que producen el llamado “vi de la terra” (vino de la tierra), una opción ideal para maridar con las recetas tradicionales.

Recetas únicas

La variedad de los productos que se pueden encontrar en la isla se traduce en la riqueza de la cocina local, basada principalmente en materia prima fresca. Las hortalizas mallorquinas son de una excelente calidad y gracias a ellas se elabora el tumbet, un plato vegetariano consistente en berenjenas, patatas, pimientos y tomate mallorquín que suele acompañar a carne o pescado. Las hortalizas también son la base de la famosa coca de trempó, una tarta de masa de pan con hortalizas frescas cortadas a mano. 

Como en toda isla, el pescado es también uno de los productos que nunca faltan en la cocina mallorquina. La caldereta de langosta mallorquina es un plato que merece la pena probar. Se sirve en un plato hondo y se incorporan rebanadas de pan frito como toque final. El raor, considerado uno de los pescados blancos más caros de España, es autóctono de la isla y se puede cocinar de distintas formas. La más común es frito en aceite de oliva virgen o a la plancha, ya que realza su sabor único.

Fogones de alta costura 

El auge de la cultura gastronómica en Mallorca ha creado en los últimos tiempos una interesante escuela de chefs jóvenes que usan productos locales y de temporada para sus creaciones de alta cocina. La isla cuenta con ocho estrellas Michelin, dos de ellas propiedad de Fernando Pérez Arellano. Este joven cocinero (Madrid, 1978) tiene como mantra la célebre frase de Joan Miró “para ser universal hay que ser local”. Y eso se traduce en la cocina de su restaurante en Es Capdellà. Arellano ofrece una propuesta gastronómica inspirada en los productos made in Mallorca pero añadiendo toques internacionales que ha ido adquiriendo en sus múltiples viajes por todo el mundo. Entre sus platos más significativos se incluyen uno dedicado a la matanza del cerdo –una tradición que aún sigue arraigada al territorio y que representa una seña de identidad de la isla– y un postre dedicado a las cuatro estaciones de la almendra mallorquina.