Por Cristina Torres Luzón

Ilustración por Ilustre Mario

La educación de los menores es una de las principales funciones que deben ejercer los progenitores. Existen diferentes estilos educativos que conducen a distintos efectos en la personalidad de nuestros descendientes. Las acciones u omisiones tienen una repercusión directa; saber cómo educar y poner conciencia en ello nos ayuda a evitar efectos colaterales en el futuro.

La educación de los menores es una de las principales funciones que deben ejercer los progenitores. Existen diferentes estilos educativos que conducen a distintos efectos en la personalidad de nuestros descendientes. Las acciones u omisiones tienen una repercusión directa; saber cómo educar y poner conciencia en ello nos ayuda a evitar efectos colaterales en el futuro.

El Comité de Ministros del Consejo de Europa escribió en 2006 unas recomendaciones a los Estados miembros sobre políticas de apoyo al ejercicio positivo de la parentalidad, donde definió esta como “el comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación, que incluye el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño”.

Esto pone de manifiesto que los menores necesitan un tiempo de dedicación que cubra sus necesidades físicas, mentales y emocionales. Recibir una educación y adquirir hábitos saludables, comportamientos y aprendizajes que se van inculcando día a día y que los menores van aprendiendo a través tanto de la observación de sus progenitores como de las enseñanzas que estos les van proporcionando.

Es importante que los padres y educadores sean capaces de enseñar a los menores a reconocer y gestionar sus emociones, y también habilidades sociales y de comunicación. Estas serán las herramientas con las que podrán afrontar los retos de sus vidas.

Los modos de enseñanza han sido definidos bajo cuatro estilos educativos: democrático, autoritario, permisivo e indiferente. Esto no quiere decir que a la hora de educar nos comportemos siempre del mismo modo, pero sí que cada progenitor tiende más a un estilo que a otro.

El estilo democrático se caracteriza por la escucha de sus necesidades, adaptando las exigencias al grado de desarrollo del menor, marcando límites y normas claras, dando refuerzos positivos y castigos proporcionados. Mostrando afecto, comunicación, supervisando y guiando las conductas del menor. El resultado son niños que se sienten queridos, tienen buena autoestima, conocen que existen límites y normas que cumplir, tienden a tener altos niveles de autocontrol, valores sociales y buena capacidad de comunicación.

Por el contrario, cuando hablamos del estilo autoritario vemos cómo los padres dictan como deben ser las cosas, imponen las normas y no permiten el cuestionamiento o la interacción con el menor. Los castigos a menudo suelen ser desproporcionados, y los padres muestran bajo afecto y alta exigencia. Todo ello origina menores con baja autoestima, dificultad para controlar sus impulsos, inmadurez, poca constancia en sus tareas…

En lo que se refiere al estilo permisivo, vemos una actitud de sobreprotección que limita su desarrollo y capacitación para afrontar las dificultades. Se muestra mucho afecto y poca exigencia. Se dan altos niveles de comunicación con los menores, pero existe poco control en su comportamiento, y los padres tienden a ser demasiado indulgentes y acceden fácilmente a los deseos. Utilizan poco los castigos y tienen dificultad para ponerles límites. El resultado son menores con buena autoestima y confianza, espontáneos y creativos, pero también exigentes o irrespetuosos, egoístas; no reconocen las figuras de autoridad y carecen del sentido de la disciplina.

Por último, en el estilo de indiferencia los menores carecen de normas o estas son muy laxas. Se muestra bajo afecto y bajo nivel de exigencia. Los padres presentan baja disponibilidad y suplen sus faltas mediante regalos y permitiendo que hagan lo que quieran para que los molesten lo menos posible. Las consecuencias son niños con baja autoestima y autocontrol, fracaso escolar, conductas agresivas, trastornos psicológicos; no valoran el esfuerzo personal ni tienen sentido de la responsabilidad.

Todo esto pone de manifiesto la dificultad de realizar una crianza respetuosa y segura, así como los perjuicios de una mala educación. Por ello, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social oferta de modo gratuito un curso sobre parentalidad positiva a través de esta web con la intención de apoyar en la labor del cuidado y la educación en menores de 0 a 3 años. ¿Te animas a hacerlo?