Por Cristina Ferro

Juan Carmelo el alcalde, el concejal, el consejero del Cabildo, el diputado, el director del colegio de Frontera, el maestro… Todo esto en una sola persona. La suya fue la primera voz que se escuchó en el Parlamento de Canarias.

Herreño de pura cepa, nació en San Andrés en el año 1943 y allí estudió hasta los 14 años, para ir después a Las Palmas de Gran Canaria y convertirse en maestro. Tras dos años en las campañas de alfabetización de Granadilla, en el año 1969 volvió a El Hierro y se convirtió en el maestro de la Escuela Unitaria de El Hoyo. “Cuando volví no había en el Golfo ni luz ni agua ni farmacias… Yo no sé cómo mi mujer no se fue corriendo”, dice sonriendo, mientras recuerda, probablemente, aquellos primeros años después de su vuelta.

Cuando le pido que escoja tres rincones, solo tres, diseña una estrategia: elegir varios e ir descartando poco a poco. Pero no es necesario, porque al nombrar los tres primeros no le cabe duda de haber dado con la respuesta.

La Albarrada. Albarrada significa pared. Precisamente una pared de piedra seca rodea este pueblo ya abandonado y en ruinas que fue uno de los primeros de la Isla. Tiene una gran importancia histórica, ya que es el origen del pueblo de San Andrés.

Aún se distinguen los restos de las 10 edificaciones que componían el pueblo y por allí pasa un sendero conocido como “La Ruta del Agua” (PR-EH 11).

Los habitantes de este lugar se dedicaban a la ganadería y la agricultura. Estamos en la meseta de Nisdafe, la zona más fértil de la Isla, y por ello la elegida para asentarse ya desde los primeros pobladores.

Pero volvamos a la pared, porque, además de rodear La Albarrada, pasaba por un lugar llamado “la tierra que suena” y después por el “Nido del Cuervo” hasta llegar a Jinama.

Jinama. ¿Por qué? Porque aquí continúa la historia de El Hierro. Desde Jinama parte un sendero que lleva a Frontera y que se utilizaba en las mudadas: las familias iban durante unos meses a vivir a la costa y llevaban para ello sus animales y enseres. “Jinama era la autopista de las mudadas”, cuenta Juan Carmelo. Todos bajaban a Frontera por este sendero, y por eso era “una oportunidad para conocerse y de intercambio cultural”. En el camino se conocían las parejas provenientes de diferentes pueblos que más tarde se convertirían en matrimonios.

Jinama tiene una increíble carga histórica y etnográfica, y si agudizamos el oído casi nos parecerá escuchar a la gente hablando, sus pasos y los de las bestias cargadas de enseres y las gallinas atadas a las barquetas.

Al comienzo del sendero está la ermita de la Caridad, donde se pedía protección para el camino.

Iglesia de Candelaria. Una vez en Frontera, se agradecía en la iglesia de Candelaria haber llegado sanos y salvos. La iglesia se construyó en su actual emplazamiento sobre una ermita de 1615. En la época de las mudadas la población aumentaba notablemente y se hacía necesaria una iglesia más grande. Y aunque el primer impulso fue levantarla en la zona de Las Lapas, el obispo hizo una consulta a los habitantes de Isora y San Andrés sobre cuál era para ellos el lugar idóneo. ¿Por qué a ellos? Porque eran precisamente quienes utilizaban el camino de Jinama para llegar al valle del Golfo. Y aquí tenemos la razón por la que hoy en día son la iglesia de Candelaria y su campanario en lo alto de la montaña de Joapira los que nos reciben al terminar el sendero.

Sobra decir que Juan Carmelo es un enamorado de su isla y de su historia. Y así lo demuestran los tres rincones de El Hierro que ha hilado para reconstruir una bonita historia: la de las mudadas al valle del Golfo.