Texto y fotos por Salvador Aznar

Un paseo tranquilo por la ciudad de Funchal, sus edificios e historias y como no, su variopinta oferta de ocio y gastronomía.

Funchal, la actual capital de Madeira, se asienta en un anfiteatro natural que mira al mar, rodeado por los acantilados que se alzan al este y al oeste, mientras se eleva a través de sus barrios de techos naranjas, hacia los montes del centro de la isla, una moderna urbe donde la arquitectura urbanística y la naturaleza se combinan de manera equilibrada.

Una ciudad con armonía y encanto, una ciudad bulliciosa pero a la vez tranquila, esa es la paradójica sensación que pude experimentar al caminar por sus calles, plazas y jardines y es que en esta pequeña ciudad de tan solo cien mil habitantes, puedes observar cómo la gente se mueve activamente, pero sin agobios, por las avenidas marítimas próximas al puerto flanqueadas de modernas zonas hoteleras o por el contrario, paseando sin prisa por el casco antiguo de viejas casas y calles adoquinadas, entre las que asoman multitud de comercios y restaurantes, frecuentados principalmente por los turistas que visitan la isla. En esta ciudad, también puedes disfrutar, si lo prefieres, de la paz y tranquilidad que se respira en sus numerosas y frondosas zonas ajardinadas.

Aunque, esta ciudad costera, fundada en 1425, por el navegante portugués Joao Goncalves Zarco y que recibe el nombre de Funchal, por la abundancia de funcho (hinojo) que existía en el lugar. No siempre fue una ciudad abierta a todos los visitantes, prueba de ello son los numerosos castillos emplazados en los lugares más estratégicos de tan codiciado asentamiento en la ultraperiféria europea. Construidos para la defensa del continuo ataque de los piratas, que acudían atraídos por las valiosas cargas de los buques que realizaban las rutas comerciales, transportando el vino y la caña de azúcar,  hacia otros puertos de gran importancia, tales como Flandes, Venecia e incluso Constantinopla.

Desde aquellas históricas épocas las cosas han cambiado mucho en la moderna ciudad de Funchal y en la actualidad todo el tráfico marítimo comercial de la isla se ha desviado al cercano puerto de Canical, mientras que en la estratégica bahía de Funchal solo fondean embarcaciones de recreo o de transporte de pasajeros como el ferry que hace la ruta hasta la cercana isla de Porto Santo, y los grandes cruceros que incluyen la isla de Madeira en sus itinerarios. Los castillos y fuertes de la ciudad, salvo el de la Fortaleza de Pico, que aún sigue conservando su carácter militar, también se han adaptado a los nuevos tiempos y ahora convertidos en museos o restaurantes, sirven para el disfrute de nativos y visitantes.

Durante mis recorridos por el corazón de Funchal, y a medida me iba introduciendo en el sentir de la ciudad, a través de sus calles y plazas, crecía en mí un incontenible deseo de conocer más a fondo cada uno de sus diversos y atractivos rincones. Me gustaba pasear en calma, por el precioso y céntrico barrio de La Catedral, observando con detenimiento los solemnes monumentos, edificios e iglesias de la zona. A la vez que me entremezclaba entre los madeirenses que andaban de un lado a otro, absortos en sus quehaceres diarios. Tras subir a unos cuantos campanarios y tejados de la zona, para conseguir algunas interesantes panorámicas aéreas, de este histórico rincón de la ciudad, dirigí mis pasos hacia la Bodega de Old Blandy. Allí me informaron con detalle sobre los procesos de producción del vino de Madeira y de paso pude degustar algunas de las mejores variedades producidas en esta histórica bodega.

Una de las visitas que nadie debería perderse durante su visita a Funchal es sin duda la que podemos realizar al famoso Mercado dos Lavradores, una explosión de color y de sabores. Un lugar de encuentro para todos los habitantes de la isla que acuden al mercado desde el campo y los pueblos, para comprar y vender los productos agrícolas, artesanales y de la pesca. El pintoresco mercado es un bullicioso punto de encuentro social en cuyo ambiente flotan los aromas de las flores, de las frescas verduras y de las increíblemente numerosas y exóticas frutas que allí se exponen y ofrecen para su degustación, a los sorprendidos turistas y visitantes.

El ruidoso mercado de pescado, situado en los sótanos de Lavradores, también merece ser visitado. Observar de cerca la febril actividad de los vendedores mientras cortan en rodajas grandes trozos de atún y peces sables o espada como lo llaman en estas islas, es todo un espectáculo. Cualquier día es bueno para visitar las instalaciones de este colorido mercado, pero les recomiendo que hagan sus visitas durante los fines de semana, cuando la actividad aumenta con la presencia de nuevos puestos que ocupan los patios centrales del recinto.

El casco antiguo de la ciudad próximo a la fortaleza de Sao Tiago (Castillo de Santiago) conocido como Zona Velha, y lugar donde se inició la construcción del primer asentamiento original de la ciudad de Funchal, es otro de los rincones que no debes dejar de visitar. Especialmente al caer la tarde, cuando las calles y terrazas se llenan de gente variopinta. Este antiguo barrio de pescadores, es ahora punto de encuentro obligatorio para los turistas que desean visitar la parte más antigua de la ciudad o pretenden subir hasta Monte, haciendo uso del teleférico que parte desde la estación central ubicada en los jardines del Almirante Reis. Muy cerca de estos jardines, numerosos restaurantes se concentran alrededor de la antigua Capilla de Corpo Santo y a lo largo de la calle de Santa María para ofrecer lo más típico de la gastronomía madeirense e internacional, tanto de día como de noche.

La turística Zona Velha, con sus calles adoquinadas y sus viejas casas convertidas en galerías de arte, tiendas de souvenirs o restaurantes, es también un barrio frecuentado por artistas y por los más jóvenes del lugar que acuden los fines de semana a los bares y tabernas de la zona en busca de música y diversión. Cuando paseas por la bulliciosa calle de Santa María, podrás observar con curiosidad, como la mayoría de las puertas de casas y establecimientos aparecen decoradas con dibujos y pinturas realizadas por diferentes artistas, lo cual, sin duda, le confiere una propia personalidad a la zona.