Galo Martín Aparicio

Fotografías Marina Neira

Ignatius Farray (Juan Ignacio Delgado Alemany. Granadilla de Abona, Tenerife. 1973) es un cómico generoso y cultivado en la cátedra del humor. Sobre el escenario es un tipo descontrolado y ansioso, que además de lamer pezones y hacer el grito sordo, salta de la trinchera del cliché y se pasa de la raya. Ese cruce de fronteras sin pasaporte es un privilegio y un deber intrínseco al oficio. A la hora de hacer reír o incomodar no discrimina a nadie. Tampoco lo hace con los medios, atiende a todos. Nuestra charla matutina transcurre en el Pepe Botella de Malasaña, un bar de su barrio en Madrid, rodeados de mesas vacías.

 

Eres un teórico del humor

Me gusta pensar, reflexionar sobre la profesión. En vez de monologuista yo digo stand-up comedy, que es ese tipo de comedia que viene del mundo anglosajón y que aquí se pone de moda a principios del 2000 con el Club de la Comedia y Paramount Comedy. En ese momento se impone la palabra monologuista, a la que yo le veo muchas connotaciones teatrales.

¿Antes de esos programas tú ya te dedicabas al humor?

A mí siempre me gustó la comedia. La primera vez que yo me subí a un escenario fue para recaudar fondos para el viaje de fin de curso de 3º de BUP en el casino de mi pueblo. Imité a Cansado y mi compañero a Faemino. Aunque siempre me gustó la comedia tenía claro que nunca me atrevería a dedicarme a ella por falta de coraje, valentía y por el pánico que me daba subirme a un escenario.

Soy de Tenerife y vine a estudiar Imagen y Sonido a Madrid con 17 años. Al terminar la carrera no me coloqué en ningún puesto, trabajaba en un Pizza Hut. Con otro compañero decidimos irnos a Londres, donde estuve casi dos años. Allí empecé a ver a cómicos. Me aficioné a ir un Comedy club que había cerca del hotel en el que yo trabajaba. Me aficioné tanto que al regresar a España me propuse dedicarme a la comedia. Prepararme una actuación de veinte minutos para desarrollarla en bares o en donde fuera. Tuve la suerte de que justo el Club de la Comedia se estaba poniendo de moda (año 2000/01), luego las puertas estaban muy abiertas para los cómicos que de repente decidiéramos tomar ese camino.  

¿Qué diferencia hay entre el stand-up comedy español y el anglosajón?

Yo digo que el stand-up comedy español nació de una manera un poca bastarda. En Estados Unidos en los 70, en el Reino Unido en los 80, esta manera de hacer comedia surge como algo muy contestatario, antisistema y planteado como una comedia alternativa. En España es todo lo contrario. Nace como un producto televisivo, muy mainstream y de ahí se van derivando cómicos que sí hacen una comedia más personal y alternativa.    

Deber ser complicado este oficio, sois muchos y solo se reconoce a un puñado

Sobre todo ahora. Como te decía antes, al principio las puertas estaban muy abiertas. Muchos cómicos nos aprovechamos de esa ola. Ese circuito ahora está un poco desmantelado. Da rabia ver a cómicos brillantes que ni transcienden ni pueden ganarse la vida actuando arriba de un escenario, sino que tienen que buscarse la vida como guionistas, por ejemplo. Da rabia porque nosotros sí tuvimos esa oportunidad. Aunque la comedia se acaba buscando su camino igualmente.

¿Hay mucha envidia en el gremio de la comedia?  

Sí que puede haber suspicacias entre cómicos, pero yo te diría, en general, que hay bastante compañerismo. Más que nada porque todos hemos pasado por las mismas mierdas. Aunque haya gente que ha tenido la suerte de estar en una situación más destacada, los otros cómicos saben que esa persona pasó por lo que ellos han pasado. Eso genera un poco de complicidad.

¿Cómo describirías tu humor?

Mi comedia se basa en mis carencias como cómico. Yo no soy el cómico que, en algún momento de mi vida, deseé ser. Yo me imaginaba haciendo comedia de cierta manera, ese nivel no lo he alcanzado ni de lejos. Pierdo los nervios, me puede el pánico, soy muy histérico, no acabo controlando para nada la situación. Me he tenido que contentar como me he podido apañar.

¿Cómo preparas tus actuaciones?

Escribo a golpes, lo que me sale. Con los años acabas desarrollando una especie de antenita para que cuando veas algo que pueda ser aprovechable para contarlo enseguida coges y lo apuntas. A partir de ahí intentas tirar del hilo y desarrollarlo un poquito.

¿Qué haces con ese material nuevo?

Probarlo directamente en el escenario. Prefiero quedármelo para mí y probarlo delante de la gente. No me gusta comentarlo porque me da la sensación de que pierde un poquito de espontaneidad.  

¿Cambias el repertorio con frecuencia?

Hay cómicos más prolíficos que otros. Han pasado años y yo sigo contando historias tal cual, pero te acaba dando un poco de vergüenza y la renuevas. Yo no tengo un espectáculo A y B, sino que en el mismo espectáculo voy quitando y poniendo cosas. Es como una bola que se va generando.

¿Cuál es tu mayor miedo como cómico?

Sentir ese pánico que te puede. Muchas veces se dice que lo contrario de la risa es el llanto y yo pienso que es el miedo. Y lo contrario de la comedia es el miedo. La comedia te da esa ilusión de libertad, de que puedes compórtate ahí de esa manera y el miedo es justo todo lo contrario, el miedo te bloquea y te paraliza. Como se habla tanto del reverso tenebroso, una cosa acompaña a la otra. A veces ahí te puedes sentir sin nada que decir o peor, incluso, que estás diciéndolo de una manera automática y sin sentirlo, que tú mismo ves que no hay cierta autenticidad en lo que estás haciendo.         

¿Crees que es dura la vida de un familiar de un cómico como tú?

Procuro ser el primero que se expone. No quiero que otra persona se pueda sentir incómoda porque yo empiezo a desvelar intimidades. En la medida de lo posible trato de mantener esa distancia. En cuanto a mí, personalmente, no me preocupa tanto porque realmente es el tipo de comedia que me gusta hacer. Confesional, incluso. Exponerme de esa manera para mí es una ilusión. Cuando incumbe a otras personas intento medir para que no se convierta en algo incómodo.

¿Tu serie “El fin de la comedia” es humor minimalista?

Es verdad, podría decirse así. La realización es muy sencilla, sin ningún tipo de alarde que resulte artificial. Miguel Esteban, Raúl Navarro y yo, los tres somos los creadores de la serie, al escribir los guiones lo primero que hacíamos era quitar los chistes. Nos daba la sensación de que una conversación chistosa era artificial, realmente la gente no es tan ingeniosa cuando habla. Preferimos que la serie tuviera un tono más realista y que la comedia surgiera por la propia situación, más que por un diálogo chistoso.    

¿Qué provocas más al público: risas o incomodidad?

La incomodidad no la busco premeditadamente. Creo que había más momentos incómodos al principio y menos ahora. La gente ya me conoce y sabe lo que puede esperar si va a ver una actuación mía. Antes no existía eso (ríe) y había momentos brucos. Hay mucha gente a la que no le gusto, pero con el tiempo hay otra gente que me ha dado complicidad.

¿Antes de subirte a un escenario qué sientes?

Nervios y después vergüenza.

¿Te sueles arrepentir de algo que has dicho durante la actuación?

Continuamente. Remordimiento y arrepentimiento son los dos sentimientos que más veces se me han repetido a lo largo de estos años. No es bonito tener conciencia de haber metido la pata.

¿El público te hace saber que has metido la pata?

Te lo hace saber y tú, al mismo tiempo que lo estás diciendo te das cuenta que de estás metiendo la pata, pero has empezado la frase y la terminas de decir. Los cómicos podemos meter la pata, pero a la vez creo que debemos tener un margen. A veces notas que el público te lo da, para intentarlo. A veces mides bien y la broma no se sale de madre, y otras notas que has medido mal, pero eso no significa que no lo vuelvas a intentar hasta que la broma te salga bien.

¿El cómico tiene la obligación de pasarse de la raya por el público?

George Carlin, un cómico mítico, decía que el cómico tiene el privilegio, pero también el deber de pasarse de la raya. Yo creo que la gente te da esa oportunidad de comportarte de esa forma y si uno utiliza esa oportunidad para estar al límite está bien aprovechada. Si uno, en cambio, se reduce a convertirse en un cómico previsible y convencional, entonces no ha aprovechado bien esa oportunidad que la gente te ha dado.

    

¿El límite es un estímulo?

Tal cual. Creo que los límites del humor existen y son necesarios porque cuando están muy marcados eso para un cómico es un estímulo. Ya sabe donde hay que empujar esos límites para ensanchar esa ilusión de libertad.

¿Con que tema delicado todavía no has hecho comedia?

No hay ningún tema que no lo trate porque sea delicado. Si no lo trato es porque no se me ocurre nada gracioso. Cualquier tema es bueno para la comedia, pero no se puede hacer comedia de cualquier forma. Hablando del tema más delicado o del más convencional puedes meter la pata hasta el fondo. Pero si te las ingenias, de cualquier tema que sea se puede hacer buena comedia.

¿La comedia en España ha evolucionado?

Hay dos olas que chocan. Existe una tensión entre esa ola que se expande, cada vez se puede hacer comedia de más cosas, y otra más puritana que te censura.

La izquierda, parece, que pone más límites que la derecha ¿Por qué?

La izquierda se ha comportado de una manera muy puritana, en este sentido. Parece que no se pueden hacer bromas sobre el feminismo. No hay lucha más justa hoy en día que el feminismo, pero, por supuesto, no se puede hacer comedia sobre el feminismo. De hecho, muchas feministas piensan que hacer comedia sobre eso significa trascender. Cuando tú ya te puedes reír de algo has superado esa situación. En cambio, hay personas que piensan que hacer comedia sobre algo significa menospreciarlo. Yo no creo que la comedia sea menospreciar algo, sino todo lo contrario, trascender un conflicto.

¿Por qué no hay más mujeres haciendo comedia?

En el boom del 2000 había muchas chicas, algunas triunfaron, como Eva Hache, otras muchas no lo hicieron. Otra vez ahora empieza a ver muchas mujeres haciendo comedia. En el club Riot Comedy de Madrid hay micro abierto de comedia femenina, además hay cómicas como Valeria Ros, Patricia Sornosa, Pilar de Francisco y otras más jóvenes que ojalá se las conozca mucho más.  

¿Cuál es el insulto que le han dicho y que más gracia le ha hecho?

Sucio simio de circo (ríe). Además, me lo dijo un canario, seseando.

¿Qué haces en tu tiempo libre?

Al principio de dedicarme a esto era una o dos actuaciones a la semana y el resto del tiempo sin hacer nada. Poco a poco la agenda se ha ido complicando. Cuando no estoy o grabando o escribiendo para alguna actuación lo que más suelo hacer es estar con mi hijo. Es muy gracioso, hasta que me dijo que él prefiere a José Mota (ríe).