Por Galo Martín Aparicio

 

La consumición favorita en un bar o en una cafetería suele ser la conversación de la mesa de al lado. A pesar de ser tentador espiar a los vecinos de barra, Juan Tallón (Vilardevós, 1975) responde las preguntas que le hacemos en un local de Ourense en el que nos ha citado. En esta ciudad gallega vive y ejerce un periodismo y una literatura de proximidad. Su indumentaria no llama la atención; no viste con sombrero ni con traje de tres piezas y el chaleco con bolsillos de corresponsal de guerra no le hace falta. Aquello sobre lo que escribe, aparentemente, tampoco llama la atención. Lo que sí llama la atención es su manera de mirar y de contar lo que mira, algo que nunca está lo suficientemente lejos como para no poder ir en pantuflas.

Haruki Murakami, en su libro De qué hablo cuando hablo de escribir (publicado por Tusquets Editores), dice que no entiende por qué tiene que dar entrevistas para contar el libro que acaba de escribir.

Es una perspectiva interesante, pero para los tiempos que corren arriesgada. Han pasado, y es una pena, los tiempos en los que el escritor era alguien que se limitaba a escribir. Ahora tiene que desdoblarse: al principio debe ser escritor y después tiene que suplantar ese yo y convertirse en un vendedor de su producto. Sí, puede resultar frustrante ser autor y después tener que explicar tu obra, como si la obra no bastase. La realidad es así y pensar que el autor escribe su libro y solo tiene que dedicarse al siguiente yo creo que choca contra el presente. Tal vez Haruki Murakami se lo puede permitir.

Parece que usted ha sabido desdoblarse.

Creo en la evolución y todos nos tenemos que adaptar en cada momento a la realidad, aunque nos desagrade. Yo, francamente, prefiero no hablar en público a hacerlo, pero he acabado asumiendo que hablar en público forma parte del mundo en el que me inscribo.

¿Por qué escribe?

No creo que exista una respuesta definitiva y satisfactoria a esa pregunta. Creo que todos los intentos que ha habido por parte de los escritores a lo largo de los tiempos no han acabado de aproximarse a la verdad suprema. Yo solo sé que disfruto inmensamente escribiendo, que nada me hace disfrutar más, que no quiero dejar de hacerlo, que mientras lo hago soy una persona relativamente feliz, satisfecha con lo que tiene, satisfecha con no tener que hacer otras cosas que se me darían, sin duda, peor, aunque esta no se me acabe de dar bien. Ahora, ¿cuál es la razón última? No lo sé.

¿Usted es consciente de su estilo o escribe sin saber que tiene una voz propia?

Hacer del estilo estilo no conduce a nada. La voz es solo un modo de expresar algo más importante. Puedo tener una voz más o menos identificable, pero no reparo en ello. La voz no es un sitio al que has llegado, sino uno que estás atravesando. Lo ideal es ir siempre en busca de espacios nuevos, de recursos diferentes a los que has utilizado en un momento dado. Lo importante es estar en evolución. Es interesante tener una voz, pero lo es más no quedarse abrazado a esa voz para siempre. Hay que tener una voz y hacerla evolucionar constantemente.

¿Cómo es su proceso de escritura?

No tiene nada que ver cuando escribo una columna a cuando escribo una novela. Trabajas con la misma materia prima, pero el modo en que la enfocas es completamente diferente. La novela es un proceso largo, en el que trabajas con la mentira, la ficción, invención, con personajes que no existen, pero que tienes que hacer creer que son auténticos y que hay una verdad detrás de esa ficción. Además, trabajas con otros recursos literarios que no empleas en periodismo. Creo que la frontera entre un género y otro está clara, aunque a veces estemos dispuestos a cruzarla. Cuando trabajas con una columna lo haces con la presión del tiempo, de la expectativa, y con la necesidad de separarte de lo que hacen otros y de lo que has hecho tú anteriormente, por lo menos en mi caso. Yo escribo tres piezas a la semana, ya sea para prensa o radio, y tengo que procurar en cada momento desmarcarme. Luego, sí, el proceso es muy distinto y el placer que produce uno y otro también es un placer diferente. Uno está pensado para ser breve e intenso y el otro más duradero.

Martín Caparrós dice que para él la crónica más difícil de escribir es la de su manzana; sin embargo, su caso es el contrario.

Cada uno proyecta su propia mirada y circunstancias sobre las cosas que lo rodean. A veces, de esa cercanía se es capaz de extraer un tema. Puede no interesar (ese tema) y, entonces, miras más lejos y viajas, como Caparrós.

¿Es falsa modestia de Caparrós o que no le interesa contar historias próximas?

Yo creo a lo que Caparrós me diga le doy mucho crédito. Personalmente creo que Caparrós es capaz de cualquier cosa. Las grandes crónicas de países lejanos son, para quienes las escriben, un reto mayor porque asumen riesgos; la realidad es más compleja, en comparación a cuando miras a tu manzana. De todo se puede extraer algo. Todo es posible, se trata de contar las cosas como a veces no se ven.

¿Por qué la descomposición de las personas le resulta tan atractiva a la hora de escribir?

Las personas sometidas a una circunstancia adversa no prevista te sitúan como autor ante un material narrativo interesante. Cómo es uno capaz de afrontar una adversidad es un tema universal, creo, de la literatura y del periodismo. La literatura misma es la gestión sucesiva de problemas que se le van planteando al escritor. Escribir una novela, en el fondo, es diseñar un plan, ejecutarlo y, en la ejecución, encontrarse con dificultades y como autor superarlas. Ahí es cuando la literatura se muestra en todo su esplendor. Cuando vas hacia la dificultad, la gestionas y la superas.

¿Cree que repara en detalles en los que los demás no lo hacen?

No. Es cierto que a mí me interesa proyectar sobre el detalle un significado y aumentarlo. Ampliar la mirada de la gente que me lee. Vivimos en un mundo en el que los millones de inputs, de información que nos rodea, a veces nos impiden ver lo más evidente y reparar en lo más próximo. En ocasiones, lo más claramente visible es lo más difícil de observar. A mí me gusta detenerme ante cosas que no llaman la atención y asumir el reto de que se conviertan realmente en cosas importantes para nosotros.

¿Tiene la sensación de que pierde mucha información en esa mudanza que hay entre lo que piensa y lo que escribe?

Sí, es posible que se pierda, pero también es posible que no sepamos qué se pierde. Entonces no hay que preocuparse, ni angustiarse por ello. Escribir y cualquier otra acción humana es gestionar las limitaciones. Se nos escapan cosas, es razonable, no somos perfectos.

¿Qué hace falta para ser escritor?

No creo que se pueda ser escritor sin será antes un lector compulsivo y casi obsesionado. Hay un momento en el que ese lector, no todos, siente que leer no es suficiente y él quiere generar esas misma emociones que siente leyendo en otras personas y acaba deseando ser también escritor. El escritor se va gestando, primero sin un propósito y después como la verdadera obsesión de tu vida.

¿Es verdad que le marcó el libro American Psycho?

Sí. Lo leí en un momento en el que me impactó por edad, tenía 17 años. Estaba en ese instante en el que escribir empezaba a atraerme y esa novela me reconcilió con el tiempo presente como espacio narrativo. Recuerdo que en ese periodo en el instituto estaba leyendo los clásicos que se leen cuando estás en tercero de BUP y, de pronto, leer una novela que transcurre en el tiempo presente, donde al refresco se le podía llamar Coca-Cola, un traje podía ser un Armani, ese tipo de cosas absolutamente ridículas, sin aparente importancia, tuvieron en un chico de 17 años un impacto mayor del que se pueda suponer o racionalizar. La literatura tiene mucho que ver con el tiempo en el que se forja.

*Juan Tallón es autor de Libros peligrosos, publicado por Larousse.

¿Qué criterio sigue para ordenar su biblioteca?

Tal y como ya está organizada mi casa y mi vida los libros los coloco donde hay sitio. Se mezcla la literatura hispanoamericana con la extranjera y esta con la norteamericana y la europea. No hay criterio, sentido, sino un caos que produce cierta calma porque es un caos razonable. Es cierto que si tengo más libros de un autor los coloco en su propia compañía.

¿Tiene un inventario de sus libros?

A fuerza de asomarme a las estanterías tengo una idea de dónde se sitúan los libros o los autores. Es cierto que hay días que necesito consultar algo y tengo, poco menos, que recorrer lomo a lomo. No sé dónde están las cosas exactamente, con precisión, pero las adivino perfectamente.

¿Es más de pedir prestado un libro o de dejarlo?

Intento no dejar. Intento no tomar un libro prestado que no sea de la biblioteca municipal, en general no pido libros prestados. Cuando alguna vez lo he hecho he tardado mucho tiempo en devolverlo. Yo incurro en ese tipo de incoherencia, no me gusta dejar los libros, porque la gente no me los devuelve, pero si soy yo el que lo tiene prestado procuro no devolverlo.

¿Dónde le gusta escribir?

Por norma general prefiero escribir en casa y solo. A veces hay otros procesos, fases de la obra en la que estoy trabajando que admiten que la soledad se verifique en condiciones extrañas como el centro de la multitud, como en un bar rodeado de personas.

¿Qué le debe la literatura a los bares?

Cierta leyenda. Nos hemos ocupado demasiado en generar cierta épica entre el bar, el alcohol y la creación artística. Yo creo que se le debe menos de lo que nos suponemos; está aún por demostrar que es mejor escribir –aquellos que así lo han afirmado– borracho que sereno. Nos hemos dejado llevar, sin duda, por la exageración. La literatura al bar le debe espacios narrativos. Hay muchas novelas que transcurren en bares, cafeterías. En ese sentido, la deuda de la literatura no es solo con los bares, lo es también con las calles, con los parques, con los museos, etc. Todos esos lugares donde puede suceder un relato.

*Juan Tallón es autor del libro Mientras haya bares, publicado por la editorial Círculo de Tiza.

¿Qué consume más, metáforas o copas?

Copas he dejado de consumir por encima de lo recomendable y metáforas procuro que solo sean las necesarias. La idea es alcanzar una sencillez cada vez más difícil.

¿Cuál fue la última decepción que le brindó la vida?

Es difícil que el mundo, tal como lo hemos visto evolucionar, no nos haga sentirnos decepcionados. Ha llegado ese momento histórico en el que, no sé si por primera vez, cuando pensamos en el futuro no tenemos la sensación de que todo irá a mejor, sino que tenemos la extraña convicción de que el mundo ha entrado en una espiral que nos conduce a peor. Ese optimismo que te permitía el progreso, el hecho de que hubiera muchas cosas por hacer y mejorar, nos hacía creer que estaríamos mejor en términos generales. El giro que ha dado la humanidad, sus líderes, o el punto peligroso que ha alcanzado el progreso nos hacen pensar ahora que las cosas van a peor. Eso es una decepción de amplio espectro. La vida consiste, fundamentalmente, en la gestión de las pequeñas o grandes frustraciones que te van saliendo al paso. Gestionar eso es la propia vida. Uno no consigue casi nunca lo que quiere o a lo que aspira, pero aprende a conformarse con los pequeños avances.

¿Es más futbolero o seguidor del Atlético de Madrid?

Digamos que he evolucionado de la incondicionalidad hacia el Atlético en favor de disfrutar del fútbol de otros clubes.

¿Por qué es seguidor del Atlético de Madrid?

Son esas explicaciones que están más allá de lo territorial y obvio. En mi casa mi padre era del Atlético de Madrid y eso acabó influyéndonos tanto a mi hermana como a mí mucho más que el hecho de vivir en una comunidad como es Galicia, que tiene en este momento dos equipos referentes (Deportivo de La Coruña y Celta de Vigo), pero nosotros es que somos de un pueblo de Ourense donde hay más gente del Real Madrid o del Barça que de los equipos gallegos, y nadie del Atlético. Así que, al final, uno acaba siendo de aquello que le es más próximo. Y lo más próximo, en un pueblo como el mío, que es Vilardevós, era mi padre. Y mi padre es del Atlético.

¿Le gusta el fútbol moderno?

No se trata de que me guste o disguste. El fútbol siempre es tan propenso al ejercicio de la nostalgia que nadie puede estar satisfecho. El fútbol siempre te permite disfrutar en un momento dado del fútbol en sí y obviar todo aquello de lo que está rodeado y nos parece tan despreciable.

*Juan Tallón es autor del libro Manual de fútbol, publicado por Edhasa.

¿Es más de ideas claras, de dudar o de equivocarse?

Me equivoco y dudo mucho. A menudo no sé siquiera qué pienso de las cosas. En ocasiones escribirlas tampoco termina de ser definitivo. Cada vez me cuesta más alcanzar una convicción. En cuanto a las dudas, todas. Siempre.

¿Le da miedo repetirse y que el lector le descubra?

Sí, sin duda. Como cada vez uno escribe más cuando sus ingresos dependen de ello es casi inevitable no repetirse de vez en cuando. Forma parte de ese error perdonable. El miedo a repetirse está ahí.