Por Patri Cámpora

Nada más aterrizar en Sal y cambiar tus euros por escudos caboverdianos, te das cuenta de que entras en un país en el que la cultura tiene un papel fundamental. Sus billetes los ilustran poetas, escritores y músicos, como Cesária Évora, la cantante más internacional de Cabo Verde. Volamos a la isla de São Vicente siguiendo los pasos de esta artista universal, ganadora de un Grammy en 2004 por su disco Voz d’amor. Una mujer humilde que llenó los mejores teatros del mundo cantando con los pies descalzos y que demostró que nunca es tarde para reescribir su historia.

El avión aterriza en el aeropuerto internacional Cesária Évora. Una gran escultura en la entrada te recordará que entras en su casa, en la isla que la vio nacer y morir. En la ciudad que guarda sus luces y sus sombras.

Cesária Évora, Cize para sus amigos, nació el 27 de agosto de 1941 en una familia humilde de seis hijos. Hija de Justino da Cruz, guitarrista y violinista, y de doña Juana, cocinera, sus primeros años de vida transcurrieron al ritmo de los acordes del violín de su padre, fallecido cuando ella solo contaba con siete años. A su muerte, el poeta B. Leza, primo y amigo de su padre, ejerció de mentor y la ayudó a desarrollar su sensibilidad artística.

Un paseo por las calles de Mindelo nos llevará a conocer a la sencilla mujer que se escondía tras la estrella. Algunas placas en la pared con su rostro nos indicarán que estamos ante algunos lugares importantes en su vida, como el Café Royal. El escenario, decorado con un mural con su imagen, nos hará volar hasta su juventud, cuando conoció al primer amor de su vida, João Chalino, marinero y guitarrista, que se convirtió en su compañero de serenatas. Cuando ella dejó de esconderse tras la guitarra y se atrevió a cantar, su voz fue requerida en todos los bares, como el Café Royal, el Salão Gia o el Piano Bar, y en los barcos del puerto.

Las noches se hicieron largas y las actuaciones se pagaban en tabaco y grogue (aguardiente). En estos años grabó sus dos primeros discos, pero no recibió nada por ellos, y la desilusión y el alcohol hicieron que su voz se apagase durante once años, en los que se refugió en casa de su madre con sus hijos.

En 1985 recibió una invitación de la Organización de Mujeres del antiguo partido único (PAICV) para hacer una actuación, acabando así con su retiro voluntario. Con cerca de 45 años, su suerte comenzó a cambiar cuando el empresario musical Bana la invitó a actuar en Lisboa y Estados Unidos. En la capital lusa conoció a quien lanzaría su carrera y la convertiría en una artista de renombre internacional: José da Silva, quien la llevó a París. Allí grabó los discos que la convirtieron en una estrella de la world music, llenando los escenarios más prestigiosos de todo el planeta.

Pero entre gira y gira siempre volvía a su casa, Mindelo. A la Plaça Estrela, donde las mujeres badías venden verduras traídas de la isla de Santiago, acudía con su delantal lleno de escudos a comprar productos frescos para regalar a los necesitados a los que ayudaba. En el pequeño Núcleo Museológico Cesária Évora, que gestiona su nieta Janette, se conserva una pequeña colección de objetos personales que nos hablan de las dos caras de Cize, su vertiente más humana, como las ropas que vestía cuando paseaba por las calles de su ciudad, su cenicero, su vaso para el grogue…, y recuerdos de su carrera profesional, como sus pasaportes diplomáticos y algunos de los vestidos utilizados en sus actuaciones.

En el Palacio do Povo también se exhibe una amplia muestra permanente de objetos de la artista pertenecientes a la colección privada del coleccionista Francisco Rocha.

Su casa, otra de las paradas obligatorias de esta ruta, tenía las puertas siempre abiertas para aquellos que quisieran conocerla, a quienes agasajaba con grogue y una larga conversación, y donde se mezclaban músicos con seguidores de la artista y miembros de su familia.

El 17 de diciembre de 2011 fue día de luto nacional en Cabo Verde. Fallecía la artista que había llevado la coladeira y la morna, la alegría y la tristeza caboverdianas, por todo el mundo. Se apagaba la vida de Cesária, la mujer que nació y murió humilde y que descansa junto a la persona a la que más quiso, su madre, en una tumba sin ornamentos en el cementerio de Mindelo, última parada de nuestro recorrido. Se encendía la estrella del mito, que brilla en cada esquina de este archipiélago y que nos recuerda que ella sí que es profeta en su tierra.