Por Elena Horrillo

Fotografías por Patronato de Turismo de Palma de Mallorca y Daniel Martorell

Dicen que es una cuestión de azar. Según los expertos, ninguno de los rosetones de la catedral de Palma de Mallorca fue construido para que este peculiar fenómeno se produjese. Aún menos para que lo hiciese solo dos veces al año, justo en días en los que los números se conjuran y juegan a igualarse, y, desde luego, en ningún caso para que este simétrico espectáculo de luz formase un ocho perfecto cuando en el reloj de quienes lo observan acaba de mostrarse esa misma hora.

Sin embargo, ahí está. Amanece en Palma de Mallorca y pasadas las ocho de la mañana los rayos de sol comienzan a filtrarse entre los más de 1200 cristales que forman el rosetón mayor de la catedral. Conocido como el Ojo del Gótico, con sus 13 metros de diámetro está considerado uno de los más grandes del mundo realizado en este periodo y tiene la peculiaridad de encontrarse sobre el altar central en la cabecera y no a los pies, como suele ser habitual.

Conforme avanzan los minutos se va formando en la pared opuesta, bajo el rosetón menor, un reflejo circular de brillantes colores que va deslizándose lentamente hasta que, en el momento cumbre, las dos figuras parecen alinearse por completo. Se dibujan entonces dos rosetones, uno de luz y otro de vidrio, que imprimen sobre la pared un ocho casi perfecto. Un número que, según la tradición cristiana, está relacionado con el cielo y la eternidad.

Este no es el único simbolismo de esta catedral, conocida como La Seu. Se empezó a construir en 1229, después de que la Corona de Aragón conquistara la isla, y el rey la consagró a santa María. La razón no era otra que una promesa realizada a dicha Virgen. Cuando el monarca se dirigía a Mallorca para la batalla, se desencadenó un fuerte temporal que casi acaba con la flota aragonesa. Jaime I prometió construir una catedral para venerar a la Virgen si conseguían evitar la muerte.

Así nació la catedral de Palma de Mallorca, que cuenta con restauraciones de Antoni Gaudí y con un espectacular mural de Miquel Barceló. También es llamada La catedral de la luz debido a que, originariamente, contaba con siete rosetones y más de 80 ventanales que inundaban de claridad el interior del templo, otorgándole además una increíble amplitud y cierta sensación de ingravidez. Aunque actualmente solo se conservan casi 60 de esos ventanales y cinco rosetones, el efecto se mantiene prácticamente intacto.

Y es que la luz es uno de los elementos más especiales de este templo. No hay que olvidar que, además del espectáculo del ocho, hay otro fenómeno lumínico que también se produce en la catedral, consecuencia de su peculiar ubicación. Debido a que fue construida sobre el lugar que ocupaba la mezquita, su orientación es un tanto especial. El campanario se dirige a La Meca, ya que es exactamente allí donde se encontraba el minarete de la mezquita. Esto hace que en el solsticio de invierno se pueda contemplar la salida del sol a través de los dos rosetones enfrentados, en un curioso y mágico efecto de caleidoscopio.